Es tema no pacífico y generador de polémicas y debates entre escuelas históricas y ello según cada cual se posicione, bien su tendencia sea liberal, carlista, ecléctica, etc..
Lo indudable es que el viejo Partido Carlista es uno de los más antiguos, si no el que más, de entre todos los partidos políticos españoles.
Incluso se habla de un precarlismo, que se sitúa en los movimientos realistas posteriores a la Guerra de la Independencia, 1808.
A largo de esta colaboración nos remitiremos a la opinión de personajes ajenos al movimiento carlista, pero que supieron captar sutilmente lo que éste significó.
El origen del Carlismo suele fijarse quizás, equivocadamente, como la evolución posterior ha demostrado en un pleito dinástico. Cierta es la existencia del pleito y cierto es que los carlistas, pese a algunas defecciones, jamás han reconocido a la rama dinástica liberal y aún en la actualidad no dan por zanjada la cuestión dinástica.
Al fallecer el 29-09-1833 Fernando VII sin descendiente varón, hizo proclama de sus derechos al Trono el hermano de aquel, D. Carlos María Isidro -Carlos V- y en defensa de estos derechos alzó su voz en Talavera de la Reina el administrador de correos D. Carlos María González.
Pero el Carlismo no era puro movimiento dinástico. Su germen contenía mucho más que la reivindicación de la Corona Española al decir del historiador Josep Carles Clemente, pues en la España de aquella época “existía una grave divergencia política” y el carlismo entendiendo los anhelos de gran parte de la población“ constituyó en sus inicios un movimiento popular y antioligárquico, vertebrado por el resurgir del sentimiento comunitario de la democracia regional, tan vigente en las Españas de los siglos XV y XVI, y que el centralismo había ido ahogando en los siglos siguientes.”
Sobre el sentido del Carlismo se pronunció también Carlos Marx manifestando que: “El carlismo no es un puro movimiento dinástico y regresivo, como se empeñaron en decir y mentir los bien pagados historiadores liberales. Es un movimiento libre y popular en defensa de tradiciones mucho más liberales y regionalistas que el absorvente liberalismo oficial, plagado de papanatas que copiaban a la Revolución Francesa. Los carlistas defendían las mejores tradiciones jurídicas españolas, las de los Fueros y las Cortes Legítimas que pisotearon el absolutismo monárquico y el absolutismo centralista del estado liberal.”
También el viejo rector de la Universidad de Salamanca D. Miguel de Unamuno en su obra “Paz en la Guerra”, entendía que los tres levantamientos carlistas en el siglo XIX tenían su razón de ser en “la querella entre la villa y el monte, la lucha entre el labrador y el mercader. Nació contra la gavilla de cínicos e infames especuladores, mercaderes impúdicos, tiranuelos del lugar polizontes vendidos que, como sapos, se hincaban en la inmunda laguna de la expropiación de los bienes de la Iglesia, contra los mismos que les prestaban dinero al 30%, los que les dejaron sin montes, sin dehesas, sin hornos y hasta sin fraguas; los que se hicieron ricos y burócratas”
Por el Carlismo han hablado a lo largo de este escrito personajes cuya huella en la historia, maestra de la vida, es honda y sus creencias lejanas en gran parte a los postulados carlistas, postulados que siguen proclamando a Dios, Patria, Fueros y Rey Legítimo.
José Romero Moros, Secretario del Círculo Cultural San Miguel. | Publicado en Reino de Valencia nº 112-113