Por Joaquín Luís Ramírez
Desde que tenemos memoria el río Segura se ha desbordado innumerables veces, desde octubre de 1328 los datos acerca de crecidas y riadas son aterradores. La historia refleja 17 episodios de gran importancia en el siglo XV, el grave desbordamiento de 1545, la llamada riada de San Calixto en 1651, con más de 1500 muertos o en 1879 la riada de Santa Teresa, con más de 1000 muertos entre Murcia y Orihuela. En el siglo XX fueron protagonistas las riadas de 1946, 1948, 1973, 1982, 1987 y 1989. Así, con estos antecedentes, el río Segura ha sido objeto de más obras de canalizaciones que casi ningún otro y gracias a ellas -dicen los técnicos- se evitaron los hipotéticos desbordamientos de 1997, 2000 y 2012.
La “gota fría” o dana (depresión aislada en niveles altos) es un fenómeno meteorológico que suele producirse a final de verano o principios de otoño a lo largo de la costa éste mediterránea, comprendiendo al litoral y las Islas Baleares. Ésta es la norma general, pero también puede producirse en zonas geográficas del interior peninsular. Grosso modo, la gota fría es el resultado del choque de un frente de aire polar frío con otro de aire más cálido del mar Mediterráneo, cuyo contraste produce muy fuertes tormentas. La búsqueda de otras explicaciones actualizadas es muy respetable, pero la historia de lo ocurrido a lo largo de los siglos está ahí. Lo verdaderamente histórico no es lo sucedido, sino que nos ha pasado a nosotros y lamentablemente también entramos en la historia.
Este año Madrid y Cataluña primero, la Comunidad Valenciana casi en su totalidad, Baleares, Murcia y Almería a continuación, son los escenarios de esta incidencia meteorológica que aún no ha terminado y también ha tocado las provincias de Granada y Málaga –por ahora con mayor levedad-. Las pérdidas materiales son aterradoras y cinco vidas humanas han sido segadas directamente por la causa de referencia. La gravedad inmensa de lo acaecido ha generado un amplísimo despliegue de medios humanos a través de Cuerpo de Bomberos, Protección Civil, Policía Nacional, Local o Municipal, Guardia Civil, el Ejército y la Armada, aparte de voluntarios y numerosos episodios heroicos de todo tipo.
Cada vez que las autoridades, a lo largo del tiempo, se han visto ante las graves y dañinas consecuencias de estos sucesos, ha habido planes extraordinarios, esfuerzos notables de gasto y compensaciones generosas, para intentar en lo posible paliar tanto daño. Incluso a posteriori, las autoridades han abordado en muchas ocasiones obras importantes para, más allá de reparar lo destruido, prevenir el futuro. Muchas de estas actuaciones –inteligentes y bien diseñadas- han conseguido su objetivo de afrontar nuevas gotas frías con mayor resistencia y llegando a evitar muchos males. Aun así, lo cierto es que estamos lejos de poder recibir tanta agua o granizo, vientos huracanados y demás, sin sufrir impresionantes deterioros e inundaciones y es obligado seguir intentándolo cada vez con más éxito. Desde un punto de vista puramente teórico y claramente profano, a la mayoría se nos ocurren muchas medidas, desde que nunca más se construya nada en el lecho de los ríos, ramblas y torronteras, a la mejora de la capacidad del drenaje y los sistemas de alcantarillado. Básicamente de lo que se trata es de asumir que estos fenómenos son propios y lo van a seguir siendo, por tanto hay que extremar los preparativos e infraestructuras para seguirlos recibiendo –padeciendo.
Hay pues, dos importantísimos esfuerzos que hacer, liberar fondos suficientes y generosos para compensar daños y destrucción de infraestructuras, viviendas y cosechas; y, a renglón seguido un proyecto muy ambicioso de obras de reencauce, desagüe y refuerzo integral de todas las construcciones e infraestructuras públicas urbanas y rurales, carreteras, viales, puentes, etc. Amén del aumento de la exigencia en las estructuras materiales de viviendas y locales. Todo ello con impulso decidido y también con la mesura técnica e incluso presupuestaria que debe corresponder al sentido común y la ambición, de acuerdo con los más vanguardistas avances y tecnologías. Lo primero que hay que intentar evitar son las irreparables pérdidas humanas y tras ello las materiales. Una vez más cabe constatar que somos un pequeño punto en el Universo siempre al albur de la fuerza de la naturaleza y siempre pasa lo que pasa siempre. Pero no estará mal que pongamos nuestro mayor empeño en conseguir tener dispuestos los máximos preparativos posibles para esperar lo que quiera que tenga que venir y volver a venir. Como cada vez.