Por Nemesio Rodríguez Lois.
De todos los grandes personajes que adornan las páginas de la Historia de España, siempre hemos sentido una especial admiración por Rodrigo Jiménez de Rada.
Este gran hombre, quien fuera arzobispo de Toledo, vivió en el siglo XIII, era originario de Navarra y descendía de una familia señorial, cuna de santos y de guerreros.
Todo un humanista de altos vuelos, que había estudiado en Bolonia y en París. Autor de una obra titulada “DE REBUS HISPANIAE” que es una historia de España en la cual se analizan los problemas de la época.
Todo un señorón que influyó en Alfonso VIII para que, en 1208, se fundase en Palencia la primera universidad española. Asimismo, logró que, en 1240, se fundase también la Universidad de Salamanca.
Un intelectual no solamente valioso sino también valeroso puesto que, al ver como la invasión de los almohades amenazaba con herir de muerte a la España Cristiana, decidió darles frontalmente la batalla.
Rodrigo Jiménez de Rada recorrió Europa pidiendo el auxilio de la Cristiandad y, gracias a sus gestiones, fue posible que el Papa Inocencio III le diese el carácter de Cruzada a la causa cristiana española.
Lo que pasó después todos lo sabemos: Ante el empuje de una España unida, los almohades fueron derrotados en las Navas de Tolosa el 16 de julio de 1212.
Un gran intelectual que bien pudo haberse refugiado en algún confortable rincón de su biblioteca y encogerse de hombros ante lo que afuera estaba ocurriendo.
Sin embargo, fiel a una vocación que venía desde lo Alto, don Rodrigo puso todos sus talentos al servicio de la causa hispano católica.
Este gran personaje sirve de modelo a los intelectuales católico de todas las épocas ya que les demuestra cómo, aparte de ser valiosos, deben ser también valerosos.
Queridos amigos lectores: Este largo preámbulo viene a tema porque en la España de nuestros días tenemos un joven intelectual que, al igual que Jiménez de Rada, aparte de ser valioso, es también valeroso.
Nos referimos al monje benedictino Fray Santiago Cantera, prior de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, doctor en Geografía e Historia, dieciocho libros publicados y profesor de la Universidad San Pablo CEU de Madrid.
El Padre Santiago, quien ha logrado renombre internacional en los últimos meses, al igual que en su época Jiménez de Rada, tiene cabal conciencia del peligro por el que atraviesan España y la Iglesia en estos momentos.
A este joven intelectual (nacido en Madrid en 1972) le debemos que los rojos no hayan podido profanar los restos de Francisco Franco que reposan en el Valle de los Caídos.
El Padre Santiago sabe muy bien que la exhumación de los restos de Franco es tan sólo un pretexto.
Lo que los rojos en realidad pretenden es convertir un recinto sagrado como es la Abadía en un frío museo de la Memoria Histórica donde se difundan calumnias y falsedades.
Y aún hay más: Lo que los rojos pretenden es demoler la inmensa Cruz que corona el Valle -la más alta del mundo- para esparcir sus pedazos por toda la explanada.
Por eso, porque conoce a fondo las intenciones de los eternos enemigos de España y de la Iglesia es que el Padre Santiago ha puesto tanto tesón en defender aquel trozo de cultura occidental.
De este modo, se pone al mismo nivel de un Rodrigo Jiménez de Rada quien no se conformó con el simple estudio de viejos pergaminos, sino que, desafiando todo tipo de peligros, salió a dar la batalla.
Con el objeto de que nuestros amigos lectores conozcan mejor la personalidad de tan valiente intelectual de nuestros días, preferimos que sea el mismo Padre Santiago quien haga la presentación de su persona. Esa es la razón por la cual citamos algunos de los párrafos más significativos de algunas de sus obras:
“Como monje, quien escribe estas páginas no puede perder de vista que al monacato aún le cabe una función de responsabilidad en la conservación, transmisión y enriquecimiento de la verdadera cultura europea, conforme a lo que ha hecho ya a lo largo de muchos siglos desde sus primeros tiempos” (LA CRISIS DE OCCIDENTE. Página 216)
“A medida que avanza el curso de la Historia, el ritmo y la intensidad de esta batalla se recrudecen cada vez más. Satanás sabe que el tiempo de su dominio sobre el mundo tiende a agotarse; es consciente de que la derrota que sufrió en el Calvario y ya los tres días en la resurrección va a ser absoluta al final de los tiempos. Por eso intenta arrastrar el mayor número de altas posible a la perdición y a la condenación eterna, procura subvertir el orden natural establecido sabiamente por Dios” (ANGELES Y DEMONIOS. CRIATURAS ESPIRITUALES. Página 238)