Tu tránsito, querido Javier, sin duda alguna, ha dejado un gran vacío en el corazón de tus familiares, amigos, y correligionarios, pero lo importante no es ese vacío inmenso que nos dejas, lo verdaderamente importante es la inextinguible luz que has dejado a las generaciones presentes y futuras.
En lo personal, sólo te puedo decir que todos los que te conocimos, pensaremos en ti cuando hablemos de nobleza, te tendremos presente cuando en la amistad pensemos, te recordaremos cuando a la generosidad apelemos, tu nombre resonará cuando solicitemos compañerismo, pues tu vida fue una vida formada en torno a la amistad, al compadreo entendido de esa forma noble, seria y española que sólo los navarros de cuna sabéis vivir y transmitir.
Pero Javier, tu eras mucho más, pues todas tus virtudes, con ser muchas, procedían de tu condición carlista, de un carlismo heredado, pero enriquecido con la aportación propia. A ti, Dios te eligió por tu fortaleza para vivir en un tiempo deslucido, donde la caballerosidad no era la moneda de cambio habitual, y te eligió por tu generosidad, pues ella era la única que podía haber aguantado tanto ataque a tus convicciones religiosas, tanta guerra a tu noble, querida y española Navarra, tanta injuria a tu bello ideal tradicionalista.
Tú si fuiste un Quijote carlista, y como quijote sabías que tú fuerza no estaba en la victoria del carlismo, sino en la supervivencia de la Santa Causa. Por ti seguimos en el carlismo una generación nueva, que no sólo no hemos vivido la guerra civil, sino que ni siquiera disfrutamos de los triunfos de la Cruzada de Liberación. Jóvenes, de la llamada generación democrática, que en ti aprendimos que el carlismo no es historia, sino actualidad, que moriremos con la boina puesta, pues nos enseñaste que el mejor modo de vivir, también es el mejor modo de morir.
Javier, nos mostraste que la tradición es una llama viva, una llama que no se apagará mientras exista un solo carlista, tu que viviste el carlismo triunfante, que vistes que el ideal carlista era demasiado noble para ofrecerlo a generaciones más preocupadas por la comodidad material que por la nobleza de los ideales, conservaste en tu corazón la llama viva del carlismo, y como un fuego atávico supiste transmitir la llama eterna del Ideal a una generación que te agradece sinceramente tu ejemplo, y que sin duda, seguirá el camino de miles de voluntarios de la Santa Causa que te precedieron, pero tú eres el responsable de que ese camino se haya mostrado a una generación que gracias a tus esfuerzos, a las publicaciones por ti mantenidas, a las celebraciones por ti organizadas, y a tu conversación, a tu gran conversación, ha sido capaz de conocer el camino por donde han ido todos los sabios que en el mundo han sido: por el camino de la Tradición.
Tu llama ha sido transmitida, gracias, muchas gracias Javier, el carlismo hoy vive, has sido nuestro maestro, y ahora nosotros como las doncellas del Evangelio, esperamos con las velas encendida a nuestro Único Señor, al Señor verdadero, que nos llamará al eterno combate de la Santa Causa. Javier ya gozas de la contemplación Divina, y te pedimos que nos des, como siempre, fuerzas para ser Mártires de la Tradición.
Autor: Carlos Pérez- Roldán