Si queremos que la familia siga siendo un valor, es necesario batallar sin cobardía en los juzgados de familia, de otra forma, la guerra social se perderá.
Los juzgados de familia han ejercitado siempre un callado ejercicio jurisdiccional que nunca ha llamado la atención de los medios de comunicación, o por lo menos hasta hace unos pocos años.
Efectivamente, hasta la fecha, las portadas de los medios de comunicación venían consagradas a las grandes causas, y sólo algunos órganos jurisdiccionales eran capaces de ser los protagonistas. La Audiencia Nacional, con asuntos relacionados con el terrorismo o con el tráfico de drogas. El Tribunal Supremo, o el Tribunal Constitucional con la ilegalización de partidos políticos no democráticos, o la tutela de los grandes derechos y la persecución de la corrupción política. Y en contadas ocasiones, la jurisdicción mercantil, en temas relacionados con las grandes empresas del país.
Sin embargo, de unos años a esta parte, los juzgados de familia, los jueces responsables de los registros civiles, e incluso los jueces de paz, han adquirido un protagonismo inusitado.
De actualidad son la causa y martirio del magistrado murciano, Fernando Ferrín Calamita, que cometió el delito de buscar ante todo el bien de una menor, o la causa abierta (todavía no judicializada, pero todo llegará) del juez de familia sevillano, Francisco Serrano, por atreverse a disentir de la ideología imperante. Famosos fueron también los problemas por causa de la justicia del magistrado de Sagunto, Pablo Rubio Comas, o de la jueza Laura Alabau de Denia, o del juez de Telde, Francisco Javier García García- Sotoca, todos ellos por no querer registrar matrimonios homosexuales, o del Magistrado de la Audiencia de Cantabria, Esteban Campelo por la forma de redactar sus sentencias en materia de familia, o del juez de Paz de Pinto que se vio obligado a dimitir para no oficiar una supuesta boda homosexual.
¿Qué ha pasado para que los juzgados de familia y los jueces de los registros civiles, abran informativos y copen el interés de la prensa?
Indudablemente la respuesta es sencilla: la ideología de género, que trata de desnaturalizar al ser humano, desnaturalizando el matrimonio y la familia, y pregonando la salud reproductiva (vulgo aborto).
Efectivamente, el gobierno actual ha centrado toda su política en una ingeniería social que no nos lleva a ninguna parte, una ingeniería que no encuentra sustento ni en la naturaleza, ni en la lógica, ni en la razón, ni en la justicia. Les leyes se han cargado de ideología insana, y el jurista práctico, en este caso el juez, se encuentra en el dilema de aplicar la ley o la justicia, dilema de difícil solución, pues si algo se estudiaba en las Facultades de Derecho era que la ley y la justicia tienen que ir indisolublemente unidas, pues en caso contrario, la norma jurídica no es lícita.
El ataque sistemático a la vida y a la familia, evidentemente, tiene como primer efecto la muerte del inocente, y la destrucción de la paz familiar. Pero los males, con ser muchos, no se agotan en cada caso concreto, sino que expanden sus miserias a un amplio campo de la vida social. La destrucción de la paz familiar, conlleva directamente la destrucción de la paz social, y la aplicación de normas jurídicas ilícitas, por injustas, lleva necesariamente al empobrecimiento de la justicia.
El sistema judicial español está en peligro, y es necesaria la reacción. La lucha social contra la familia, en el ámbito jurídico, encuentra su campo de batalla en los juzgados de familia, y de momento el saldo no es favorable a la justicia, pues el primer inocente ha caído, Fernando Ferrín Calamita, y el poder mediático esta acorralando al segundo Francisco Serrano. Es necesario que todos los juristas, y en especial los magistrados, jueces y abogados, se revelen contra una legislación injusta, que sólo encuentra su refrendo en una mayoría parlamentaria huérfana de un apoyo social mayoritario.
Si queremos que la familia siga siendo un valor, es necesario batallar sin cobardía en los juzgados de familia, de otra forma, la guerra social se perderá.