Don Juan Carlos se va. Dimite como Jefe del Estado para ser sustituido por su hijo don Felipe. Todo sigue igual. La partitocracia continúa y las élites de la casta política pretenden hacer el cambio de la manera más tranquila posible; aprovechando que el PP tiene aún mayoría absoluta en las Cámaras; antes de que se produzcan cambios en la dirección del Partido Socialista; y antes de que estalle en noviembre el órdago lanzado por los nacionalistas catalanes.
Este simulacro de monarquía lleva casi cuarenta años al servicio de un sistema corrupto, controlado por las camarillas de los partidos, y pretende todavía seguir parasitando el prestigio que en la memoria popular conserva el recuerdo de los legítimos reyes de las Españas. Reyes que eran garantía de la continuidad de la Patria, de la justicia para los más débiles, del respeto a las tradiciones y fueros, y de un gobierno libre de banderías y partidismos. La Monarquía Tradicional que defendemos los carlistas representa todo lo contrario del papel que ha jugado don Juan Carlos en sus largos años de trabajo como alto funcionario del Estado.
En este tiempo, utilizando ilegítimamente el título de rey, ha sancionado con su firma todas y cada una de las leyes que han querido promulgar los gobiernos partitocráticos de turno. Leyes abundantísimas que han creado un sistema asfixiante para la libertad de los españoles. Leyes inicuas muchas de ellas que han puesto a España a los pies de las ideologías más destructivas: divorcio, amnistias para criminales, blasfemia, aborto y manipulación de embriones, uniones homosexuales, autonomías separatistas, empobrecimiento general, desmantelamiento industrial, sometimiento a las directrices extranjeras, etc.
Los carlistas, los únicos monárquicos que quedan en España, no celebraremos esta dimisión -que no abdicación- porque viene acompañada por la incorporación al cargo de una persona que va a continuar haciendo la misma labor que su padre.
Por último, la alternativa republicana que reivindican algunos nostálgicos del marxismo más radical sería un remedio peor que la enfermedad. España está escarmentada en su historia de repúblicas que multiplican los problemas de la partitocracia y que son el refugio perfecto para opciones políticas totalitarias y violentas.
Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista
2 de junio de 2014