La exposición Biblias en la Biblioteca Lázaro Galdiano pretende dar un merecido reconocimiento a la gran tarea que supuso la edición de la Biblia Políglota Complutense en el año en que se cumple el V Centenario de su publicación.
Cuando en julio de 1936 José Lázaro quiso mostrar al público francés lo que para él representaba la Estética del libro español en los siglos XV y XVI expuso en París el primer volumen de la Biblia Políglota Complutense. En el catálogo de dicha exposición Lázaro destacaba este ejemplar porque la consideraba como la obra «que mejor refleja nuestra cultura de aquel tiempo» y veía en ella «el más grande monumento tipográfico salido de las prensas españolas».
Han transcurrido casi ochenta años y ahora se muestra de nuevo el primer volumen y también el que contiene el Nuevo Testamento, con la primera traducción impresa en griego, que vio la luz en 1514, y cuyo quinto centenario se conmemora. Junto a estos dos volúmenes se encuentran otras copias manuscritas y ediciones de la Sagradas Escrituras que se conservan en la Biblioteca Lázaro, y que destacan, además, por alguna de las tres circunstancias que hacen que un libro sea atractivo para cualquier bibliófilo: el interés, la rareza o la belleza.
La primera parte de la exposición recuerda el complejo e incompleto proceso que supuso el intento de descubrir el eslabón primitivo de los textos bíblicos, que ha resultado un obstáculo, en ocasiones insalvable, para aquellos que pretendieron lograr un texto irreprochable filológicamente a lo largo de la historia. Así la Vulgata –de finales del siglo IV y principios del V– en la que se planteó la necesidad de depurar el texto de las primeras versiones latinas se muestra en tres códices medievales. Junto a ellos, se exponen las dos ediciones políglotas del siglo XVI, la Complutense y la de Amberes, en las que, con el deseo de difundir la versión más fiel de las Sagradas Escrituras, se tradujeron los textos en griego y arameo, incluyendo además el texto hebreo y la versión latina de San Jerónimo.
En la segunda parte se exhiben otros ejemplos notables de manuscritos e impresos, que José Lázaro reunió, bien por tratarse de traducciones a lenguas vernáculas, algunas únicas en bibliotecas españolas, bien por ser ediciones ilustradas.