Lerma constituye un destacado conjunto monumental. Las principales construcciones fueron encargadas por el duque de Lerma al arquitecto Francisco de Mora. Debemos destacar el Palacio de los duques de Lerma; la colegiata; los conventos de Santa Teresa, San Blas y la Ascensión. Pero nuestro comentario no se centrará en la monumentalidad de esta población, sino en una tumba. Muy cerca del Palacio de los duques de Lerma, en una plazuela, se levanta el monumento funerario a don Jerónimo Merino, más conocido como el Cura Merino. El monumento funerario, como puede verse en la fotografía, esta vallado y, cada uno de los vértices del cuadrado, lo presiden cuatro fasces que, en su origen romano, representaban la justicia y la fuerza. Luego éste símbolo fue asumido por el fascismo. Corona el monumento los escudos de España y de la Dinastía carlista, por los cuales luchó el Cura Merino.
¿Quién fue el Cura Merino? y ¿Por qué le dedico éste artículo? Jerónimo Merino fue un destacado militar español durante la guerra de la Independencia y la I Guerra Carlista. Nació en Villoviado, provincia de Burgos, el 30 de septiembre de 1769. A los 23 años se ordenó sacerdote, siendo nombrado párroco de su población natal. En 1809, durante la guerra de la Independencia, decidió no quedarse quieto, esperando acontecimientos, y organizó un Regimiento de Húsares. El valor del Cura Merino y sus húsares fue tal que, a finales del año 1810 ostentaba las insignias de coronel concedidas por la Junta Suprema. Digamos que, en 1812, el Cura Merino mandaba una división de 5.000 hombres. Con ella consiguió derrotar a un batallón polaco en Ontoria de Valdearaos y causó más de 1.500 bajas a las tropas francesas en la población de Arapiles. La conclusión de la guerra de la Independencia tuvo notables consecuencias para él. Fue nombrado Gobernador Militar de Burgos y Comandante general de la provincia.
Pese a su condición religiosa, el Cura Merino era un hombre más activo y apasionado que reposado y espiritual. Los cargos de Gobernador y Comandante los ostentó hasta 1814. En 1815 Fernando VII lo nombró canónigo de Valencia pero, dicha dignidad no era de su gusto y decidió regresar a Villoviado, su población natal. Allí permaneció hasta la revolución de 1820. En esa ocasión se enfrentó a los constitucionales. Como ocurrió en la guerra de la Independencia, formó un nuevo ejército. En el año 1823 derrotó a Juan Martín Díaz, conocido como El Empecinado. El Cura Merino alcanzó el grado de mariscal de campo o, en la graduación actual, general de división. Concluido el Trienio liberal, se retiró a su pueblo natal y allí se dedicó a la reconstrucción de la iglesia parroquial y a obras de beneficencia y caridad.
No acaba aquí la actuación bélica del Cura Merino. Al iniciarse la I Guerra Carlista volvió a levantarse en armas a favor de Carlos V. El 20 de octubre de 1833, el Cura Merino, con catorce batallones y 10.000 hombres, proclamó a Carlos V en Burgo de Osma. El coraje de los hombres que reclutó fue tal que, en poco tiempo recorrió casi toda Castilla, llegando a El Escorial y El Pardo llegando, incluso, a amenazar la capital de España. Sin embargo recibió la orden de replegarse a la Rioja. Después de la acción de Villafranca de Montes de Oca, disolvió los catorce batallones que había formado en 1833 y, con sólo 200 hombres, cruzó la frontera portuguesa para reunirse con Carlos V.
El cura Merino regresó a España en marzo de 1834 al frente de un escuadrón. Como al principio de la guerra, su escuadrón demostró su valor en numerosas acciones. El 4 de noviembre de 1834 obtuvo el ascenso a teniente general y fue nombrado Capitán general de Castilla la Vieja. Hasta 1836 luchó por las tierras de Castilla la Vieja. Ese año marchó hacia el Norte por motivos de salud. Una vez recuperado acompañó a Carlos V en la Expedición Real a Madrid. En 1838 regresó a Castilla la Vieja, al frente de dos escuadrones, derrotando a los generales Borso di Carmanati y Pardiñas. Poco después regresó al Norte y en octubre de ese año organizó una nueva expedición. Su salud se vio mermada y tuvo que abandonar la acción permaneciendo, hasta el final de la guerra, al lado de Carlos V.
Sin embargo, como escribe Melchor Ferrer: “si bien el gran guerrillero de la Independencia no tenía el empuje de sus años mozos, su prestigio era tan grande que conmovía las tierras castellanas, muy particularmente el territorio que forman ahora las provincias de Burgos y Soria. Al amparo de aquel gran prestigio se iban formando otros guerrilleros que seguían su escuela, y cuya actividad y decisión demostraban que no habían salido malos discípulos de tan excelente maestro”.
Una vez finalizada la I Guerra Carlista, Jerónimo Marina, el Cura Merino, no quiso adherirse al convenio de Vergara y emigró a Francia, donde fue confinado en el Depósito de Prisioneros de Alençon. En dicha población murió según algunos autores 5 de y otros el 12 de noviembre de 1844, a los setenta y cinco años.
Legendario ya en vida, después de su muerte le han dedicado artículos y libros: Reynaldo Brea, Barón H. de Casse, Kart-Ferdinand Henningsen, Félix Lichnowski, Próspero Marco, Pedro Mariscal, Arturo de Oliver, Eduardo de Ontañón, Antonio Pirala, y Diego San José, entre otros. Años después de su muerte, sus restos mortales fueron trasladados desde Francia a Lerma para que, como el Cid, su brío cabalgara, de nuevo, por los campos de Castilla.