El territorio que actualmente corresponde a Lituania se remonta en sus orígenes políticos al s. XIII como estado medieval, que se formó a consecuencia de la amenaza de los Caballeros Cruzados recién instalados en el territorio de la actual Letonia. Fue primero un gran ducado independiente bajo el gobierno de Mindaugas quien, ante la presión de la Orden Livona[1] buscó el apoyo del Papa Inocencio IV con el que acordó renunciar al control sobre algunas tierras de la Lituania occidental y recibir el bautismo en el rito católico él y su familia, lo que supuso que, en virtud de las costumbres medievales, todos los habitantes bajo su mandato se convirtieran al catolicismo. En reconocimiento, el Papa promulgó una bula reconociendo a Lituania como reino.
En 1389 se unió con Polonia en virtud de la unión dinástica de los dos estados. En 1410 en la Batalla de Grünwald (Zalgiris en lituano, Tännenberg en alemán) derrotaron el ejército de los Cruzados, terminando con el intento de dominio alemán que se había prolongado durante dos siglos.
Por la Unión de Lublin en 1569, se creó la que se llamó República de las Dos Naciones, (Mancomunidad formada por el Gran Ducado de Lituania y el Reino de Polonia como república aristocrática federal) que duró hasta las reparticiones de Polonia en 1795 en que dicha Mancomunidad desaparece del mapa europeo al repartirse el territorio entre Rusia, Prusia y Austria, pasando Lituania a depender de la primera desde el reinado de Catalina II tras un proceso de desintegración que duró todo el siglo XVIII.
En 1815 el Congreso de Viena agregó al emperador de Rusia los títulos de rey de Polonia y gran príncipe de Lituania. El régimen zarista trató a Lituania como parte integrante de Rusia por lo que, perdiendo aquélla su identidad propia, pasó a ser llamada Territorio del Noroeste después de 1832. Aunque se produjeron dos grandes revueltas populares contra el Imperio ruso en 1831 y 1863, no consiguió liberarse.
En la Primera Guerra Mundial, Alemania ocupó gran parte de Lituania. En 1915, los alemanes permitieron la realización de un Congreso de 214 delegados, que eligió un Consejo de Lituania y llamó a la creación de un Estado lituano independiente, con Vilna como capital. El 16 de febrero de 1918 el Consejo declaró la Lituania independiente separándose del Imperio de Nicolás II de Rusia y declarando el fin de sus vínculos políticos con otras naciones.
Poco después, ya con la Rusia soviética, ésta ocupó la mitad oriental del país. El gobierno lituano, ubicado en Kaunas, envió a su ejército, formado bajo auspicio alemán, a luchar contra los bolcheviques a inicios de 1919. El 27 de febrero, éstos proclamaron la República Socialista Soviética Lituano-Bielorrusa, pero tuvieron que abandonar Vilna el 19 de abril, debido al avance del ejército polaco en la región. Vilna quedó bajo control polaco, aunque Lituania siempre la reclamaría como su capital histórica. Esta situación dio lugar a la Guerra Polaco-Soviética[2] en la que Vilna fue capturada por el Ejército Rojo, pero después de la Batalla de Varsovia, los soviéticos se retiraron de Polonia, entregaron el control de la ciudad a Lituania, reconociendo su independencia el doce de junio de 1920 y su derecho a la región de Vilna.
Bielorrusia y Polonia al no aceptar esta decisión dieron lugar a la breve guerra polaco-lituana, donde los polacos ocuparon la mayoría de los territorios disputados. El general polaco Zeligowski no respetó el acuerdo de cese al fuego, y tomó Vilna, declarando la República de Lituania Central el 12 de octubre de 1920; un estado títere polaco que fue anexionado a Polonia el 22 de marzo de 1922; decisión que, naturalmente, no fue reconocida por Lituania.
Poco antes del principio de la Segunda Guerra Mundial, el 23 de agosto de 1939, la Alemania Nazi y la Unión Soviética firmaron un tratado de no agresión conocido como el Pacto Molotov-Ribbentrop. El pacto contenía un apéndice secreto por el cual Alemania y la Unión Soviética dividieron Europa del Este en esferas de influencia: Finlandia, Estonia y Letonia (y, según un ajuste posterior, Lituania) para la zona soviética, mientras que Polonia fue dividida entre las dos potencias., después de lo cual, la Unión Soviética comenzó a presionar a aquellas naciones para que aceptaran bases militares soviéticas en su suelo. Finalmente todos los estados excepto Finlandia se vieron obligadas a firmar pactos «de defensa y ayuda mutua» que permitieron a la Unión Soviética colocar tropas en estos países. Unos 25.000 soldados soviéticos marcharon en Estonia, 30.000 en Letonia, y 20.000 en Lituania en octubre de 1939.
Amenazando con una invasión y acusando a Estonia, Letonia y Lituania de violar los términos establecidos en esos “pactos de ayuda mutua”, así como de formar una conspiración contra la Unión Soviética, ésta presentó un ultimátum a cada país, exigiendo nuevas concesiones, que incluyeron el reemplazo de gobiernos y permiso de entrada en sus territorios de un número ilimitado de tropas soviéticas. En condiciones de aislamiento internacional, los gobiernos accedieron a las demandas sin ofrecer resistencia militar alguna, y en pocos días, los países fueron invadidos y ocupados por varios cientos de miles de soldados del Ejército Rojo. Unos días más tarde, conducido por los socios de Stalin, (los partidarios comunistas locales y aquellos traídos de Rusia), proclamaron los gobiernos del nuevo «pueblo» en los tres países ocupados.
Entre julio y agosto de 1940, enviados estonios, letones y lituanos en los Estados Unidos y el Reino Unido hicieron protestas oficiales contra la ocupación y anexión soviética de sus países. Los Estados Unidos, de acuerdo con los principios de la Doctrina Stimson[3], así como la mayor parte de otros países Occidentales, nunca reconocieron formalmente la anexión pero no interfirieron directamente con el control soviético. Los países del Báltico siguieron su existencia de iure, de acuerdo con la ley internacional.
Después de la invasión de la Unión Soviética en 1941, Alemania ocupó estas tres naciones durante la Operación Barbarroja. La política alemana en el área era no menos violenta que la llevada a cabo por los comunistas, culminando en el Holocausto, como en otras tierras. Las autoridades de ocupación alemanas encontraron la colaboración de parte de la población local, sobre todo en las primeras etapas de la ocupación, porque vio a los alemanes como una posibilidad de evitar la dominación por los soviéticos. Cuando se hizo claro que los nazis no convendrían con el restablecimiento de la estructura del Estado independiente y la ocupación se hizo cada vez más brutal, la población local se volvió en contra de los alemanes y la represión que éstos llevaron a cabo fue brutal.
Volvió de nuevo la Unión Soviética a ocupar los países del Báltico como parte de la Operación Ofensiva Estratégica Báltica, una operación militar y política para derrotar a las fuerzas alemanas y lograr “la liberación de los pueblos Bálticos soviéticos”. Comenzando en el otoño de 1944, duró hasta la capitulación de fuerzas alemanas y letonas en el Cerco de Curlandia en mayo de 1945, por la que fueron gradualmente absorbidos, de nuevo, por la Unión Soviética. Bajo su dominio continuaron 43 años más hasta que pudo formarse el Movimiento Lituano que triunfó en las elecciones de 1989 en el Congreso de los Diputados de la URSS. Elegido presidente Vytautas Landsbergis, apoyado por la llamada “Revolución Cantada”[4], proclamó, por fin, la independencia de Lituania el 11 de marzo de 1990.
FE Y PATRIOTISMO
Al tener que soportar la expansión germana desde el este, y la eslava al oeste, Lituania fue reduciéndose al correr de los siglos. Pero sólo territorialmente. En cuanto a sus valores propios de amor y defensa de su patria y de su propia identidad, permaneció fuerte, apoyándose en los principios éticos, morales y culturales que desde 1579, impartía su universidad, la cual, fundada en Vilna por los Jesuitas, (por cierto, españoles), era la universidad más antigua, después de la de Krakovia, en Polonia.Ella fue la primera y, durante largo tiempo, el centro cultural y educacional de Lituania. Su actividad ayudó mucho para que Lituania permaneciera fiel al catolicismo y abierta a la cultura occidental, sin olvidar, en ningún momento, su deber de defender el suelo patrio.
Como queda dicho, Lituania hizo su entrada en el siglo XIX ocupada por los extranjeros: la mayor parte del país había caído bajo la férula rusa, mientras que una provincia occidental lo estaba bajo la alemana, pero jamás se avino con tal destino e incesantemente buscó la liberación. Con tal finalidad se rebeló contra los rusos en 1794, en oportunidad de la invasión napoleónica de Rusia, así como volvió a hacerlo en 1831 y 1863. Sin embargo, a pesar de los heroicos esfuerzos de los patriotas, en razón de la gran desigualdad con el enemigo en número y armamento y la carencia de otros elementos militares, esas rebeliones no resultaron exitosas y, por el contrario, dieron lugar a fuertes y dolorosas represiones.
Los rebeldes caídos en poder de la autocracia zarista fueron cruelmente torturados y asesinados, destacando en esta labor Stolypin, ministro del zar Nicolás II, cuya etapa se recuerda como “la reacción stolypiniana”, porque durante ella se aplicó en gran escala la pena de muerte para aplastar el movimiento socialista, de forma que un total de 1.103 personas fueron ajusticiadas durante su mandato. De hecho la soga que se utilizaba para el ahorcamiento era popularmente conocida como «la corbata de Stolypin». La ciudad lituana de Memel (Klaipedia) fue la más numerosa en expulsiones con 10.000 deportados.
En este periodo se confiscaron los bienes y propiedades de los participantes en las rebeliones, o de sus auxiliares. Se clausuraron todas las asociaciones con finalidades de mejoramiento del país y se prohibió la fundación de sociedades de cualquier índole. Se clausuró la Universidad de Vilna y otros establecimientos educacionales lituanos. Fueron clausurados muchos conventos e iglesias, gran cantidad de otras fueron convertidas en templos ortodoxos y entregadas a los rusos de dicha religión, mientras que en las restantes se prohibió sus reparaciones para que se fueran eliminando por falta de mantenimiento, así como no se permitió la erección de templos nuevos. Se derogó el Estatuto de Lituania y se impusieron en el país las leyes rusas, totalmente extrañas. El idioma ruso se implantó en toda la vida pública del país. Finalmente les fue prohibido a los lituanos imprimir sus libros en caracteres latinos, ordenándose que, para tal efecto, se utilizaran los caracteres bizantinos o cirílicos. En definitiva, el gobierno del zar intentaba de esa manera, rusificar a los lituanos.
SACRIFICIOS POR LA LIBERTAD Y LA FE
Los lituanos se opusieron decididamente a esta política y se dieron a defender su nacionalidad y su fe, sin perder al mismo tiempo la esperanza de obtener a la larga la libertad del país. Cuando los invasores clausuraban sus iglesias, más de una vez las defendieron aún a costa de su sangre y sus vidas. Boicoteaban las escuelas rusas y para educar a sus hijos fundaban escuelas lituanas clandestinas. Imprimían libros y periódicos lituanos en la región ocupada por los alemanes y en los Estados Unidos de Norte América, introduciéndolos secretamente en Lituania a través de la frontera, aunque para ello sufrieron muchos centenares de personas, condenadas a prisión y al destierro en Siberia y regiones polares.
Esta lucha se prolongó hasta la guerra ruso-japonesa de 1904. La contienda, que resultó desastrosa para los rusos, promovió, no solamente un enorme descontento contra el gobierno zarista, sino también, un movimiento revolucionario. Las naciones sojuzgadas por los rusos vieron una oportunidad propicia para presentar sus reivindicaciones y hasta intentar deshacerse de su dominio, de modo que se levantaron todas las nacionalidades ocupadas, haciéndolo los lituanos con gran decisión. No solamente reclamaron mayor libertad, sino que asumieron en sus manos los asuntos nacionales: clausuraron escuelas rusas, eliminaron funcionarios del gobierno zarista, no abonaron impuestos y se negaron a cumplir el servicio militar obligatorio en el ejército ruso. Finalmente, representantes de todo el país se reunieron en 1905 en Vilna en un Congreso en el que se exigió la autonomía para la Lituania etnográfica, el empleo del idioma lituano en las escuelas y en las oficinas públicas. La prohibición de la prensa lituana, que había durado 40 años, ya había sido levantada en 1904.
Al cabo de cierto tiempo el gobierno del zar logró reponerse del conflicto con Japón. Muchos de los que, durante el decaimiento de su poder, lucharon en su contra, sufrieron prisión o tuvieron que refugiarse en el extranjero. Empero, tanto en la totalidad del imperio zarista ruso, como en Lituania, el gobierno se vio obligado a otorgar una serie de concesiones.
Aliviada temporalmente la situación, los lituanos desarrollaron en corto tiempo una vasta acción cultural, económica y política. Desgraciadamente, fue quebrada repentinamente en 1914, cuando estalló la primera guerra mundial, pues desde los primeros días Lituania se convirtió en campo de batalla, al pasar, justo a su través, la frontera ruso—alemana. En 1915, Lituania fue totalmente ocupada por los alemanes, que permanecieron hasta el fin de la contienda.
LUCHAS EN DEFENSA DE LA PATRIA Y LA LIBERTAD
Al debilitarse rusos y alemanes en el transcurso de la Primera Guerra Mundial, los lituanos volvieron a moverse, esperanzados en que, luego de ella, podrían formarse posibilidades de restablecer la libertad. En primer término, los connacionales residentes en los Estados Unidos, realizaron actuaciones vitales concernientes a los asuntos de la libertad de su patria. Su ejemplo fue seguido por los que se habían refugiado en Escandinavia y Suiza. Millares de lituanos, arrojados por las contingencias bélicas al interior de Rusia, iniciaron una acción similar en la propia Rusia, la cual lo permitió con el fin de que sirvieran de oposición al gobierno de ocupación alemán. El 27 de mayo de 1917, se reunieron sus representantes democráticamente elegidos en un Congreso en Petrogrado[5] y reivindicaron la independencia de Lituania. Finalmente, hasta el gobierno alemán de ocupación, que sofocaba toda actividad organizada, fue obligado a permitir que entre el 18 y el 22 de agosto de 1917, se reuniera en Vilna la Conferencia Nacional Lituana, que consideró los más urgentes asuntos de su Nación y, para ocuparse permanentemente de ellos, eligió el Consejo Nacional.
Este Consejo debió actuar en medio de las más difíciles condiciones, puesto que los alemanes no querían abandonar en esos momentos sus planes de anexión, y hasta procuraron obligar al propio Consejo Nacional que se pronunciara por lazos de unión incondicional con Alemania. Sin embargo, el 16 de febrero de 1918, el Consejo Nacional aprobó y firmó una declaración, por la cual Lituania rompía con otros países cualquier clase de lazos y restablecía su Estado independiente. Aunque el gobierno alemán de ocupación trató de interferir en el proceso, en el otoño de ese mismo año se adoptó la Constitución Nacional provisoria y se formó el primer gobierno provisional, pero restablecer la Lituania independiente resultó un problema difícil. No solamente porque el país estaba destruido por la guerra, y buena parte de sus habitantes deportados por todos los confines rusos, sino porque hubo que defenderse con las armas, de los bolcheviques rusos que irrumpían en Lituania, de los «bermontianos»[6] y, finalmente, de los polacos, que mantuvieron hasta 1939 la ocupación de parte del territorio de Lituania que arrebataron en 1920.
Sin embargo, hasta en tales condiciones, los lituanos prosiguieron con su empeño de crear su Estado independiente. El 15 de mayo de 1920 se reunió, elegido en forma democrática, el Congreso Constituyente, que en 1922 adoptó y proclamó la Constitución de la República de Lituania y una serie de leyes fundamentales para dirigir diversidad de cuestiones: la reforma agraria, la educación y otras. Los dos Congresos posteriores continuaron, sin desfallecer, la labor iniciada por aquel. El 17 de diciembre de 1926 se produjo un golpe de Estado, obligando a que se retirara la coalición gobernante instaurándose un gobierno de carácter autoritario, siguiendo la corriente política predominante. A esto se une, en 1940, la ocupación de Klaipedia por el régimen de Hitler y la soviética en el mismo año.
Al iniciarse en 1941 la guerra soviético-germana, los lituanos se sublevaron, arrojaron a las fuerzas militares soviéticas de parte de Lituania y el gobierno provisional, formado por el levantamiento, proclamó la restauración de su independencia. Pero en ese mismo momento irrumpía en Lituania el ejército alemán que marchaba hacia el Este no para liberar a las naciones sojuzgadas, sino para tomar esas regiones bajo su dominio. Por lo tanto, enseguida interrumpieron la actividad del gobierno provisional lituano e instauraron un régimen de ocupación militar, en el que más de doscientos mil judíos lituanos fueron enviados a campos de concentración.Cien mil residentes –un tercio de la población de la capital, la mayoría judíos– fueron asesinados. Vilna era conocida como la «Jerusalén de Lituania» y se había transformado en uno de los más importantes centros de la cultura judía en el mundo.
Poco después, el Ejército Rojo reconquista el país. Unos 20 mil lituanos se vieron obligados a refugiarse en Europa occidental y con aquellos que no pudieron huir, se inició un período de sovietización y deportaciones en masa hacia el norte de Rusia y Siberia. Las feroces unidades de la NKVD rusas bajo el mando del temible Ivan Serov[7], detuvieron a más de 15.000 «elementos hostiles» y miembros de sus familias. En el primer año de la ocupación soviética, de junio de 1940 a junio de 1941, el número de ejecutados, reclutados, o deportados en los Países Bálticos, es mínimamente estimado en 124.467: 59.732 en Estonia, 34.250 en Letonia, y 30.485 en Lituania, incluidos miles de antiguos emigrantes blancos de Rusia, así como muchos delincuentes comunes y prostitutas. También, 8 antiguos jefes de Estado y 38 ministros de Estonia, 3 antiguos jefes de Estado y 15 ministros de Letonia, 5 primer ministros y otros 24 ministros de Lituania. La última operación “limpiadora” en gran escala que fue planeada para la noche del 27-28 de junio de 1941 tuvo que ser retrasada durante varios años por la invasión alemana (Operación Barbarroja). Según el historiador Robert Conquest, las deportaciones selectivas de los países del Báltico representaron la política «de la decapitación de la nación quitando a sus portavoces»(….) «como debía ser claramente el motivo para la masacre de Katyn».
Al ser derrotados los alemanes en la guerra, la Unión Soviética volvió, en 1944, a ocupar Lituania, pero esta vez sus tropas fueron recibidas con las armas. Por cuanto la única salida para los guerrilleros (partisanos) lituanos, los llamados Hermanos del Bosque[8], era vencer o morir, esta guerra fue extraordinariamente penosa y provocó grandes pérdidas para los soviéticos. Empero el gran número de soldados y la abundancia de sus armas, decidió esa lucha a su favor. Al perecer en los combates una cantidad no precisada exactamente de guerrilleros, pero que oscila entre los 30 y los 40 mil, la oposición armada contra el ocupante debió cesar. Quedó para seguir solamente en forma de oposición silenciosa que procuraba mantener unido al pueblo en unos ideales en los que ya eran expertos desde la primera ocupación rusa y, especialmente, durante la ocupación alemana, volviendo nuevamente la tradición de la prensa clandestina guerrillera. El 12 de enero de 1949 el Consejo soviético de Ministros publicó un decreto sobre «la expulsión y deportación» de bálticos «de todos los kulaks y sus familias, las familias de bandidos y nacionalistas», y otros. Se estima que más de 200.000 personas son deportadas del Báltico en 1940-1953. Además, al menos 75.000 fueron enviados al Gulag. El 10 % de la población Báltica adulta fue deportada o enviada a campamentos de trabajo.
Después del régimen stalinista, del terror físico sobre los sacerdotes y los creyentes, de las manifestaciones de destrucción en masa de la vida religiosa, en 1954 fue publicado el decreto del comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética, en cuyo preámbulo se condenan los ataques antirreligiosos y a los creyentes. En él se expresa, que, en el futuro, la lucha contra la religión será realizada con medios ideológicos. Entonces el «Tiesa» (¡¡La Verdad!!) del Partido Comunista manifestó que, con los creyentes, había que «comportarse delicadamente». Dicho órgano del Partido anunciaba: «La Constitución soviética asegura a todos los ciudadanos la libertad de conciencia.» Pero ya en 1958 la prensa volvió a expresarse abiertamente sobre la necesidad de robustecer la lucha contra la religión, a la cual «algunos compañeros pretenden justificar con los argumentos de la libertad de conciencia.»
Desde entonces, la lucha contra la religión y la Iglesia muestra la tendencia de vigorizarse, aunque en los folletos y, a veces, también en la prensa vuelve a publicarse la indicación de mantenerse en el convencimiento propagandístico. Pero ello no es más que la táctica del engaño. La activación de la lucha, impulsó también el enfrentamiento hasta la desesperación. Muchos huyeron y otros adoptaron la angustiosa decisión de sacrificar la propia vida en protesta contra la persecución nacional y religiosa, como hicieron, autoinmolándose por el fuego Romas Kalanta y otros.
Los lituanos han tenido el buen criterio de mantener las antiguas oficinas de la KGB donde estuvieron ubicadas las prisiones de los presos políticos en el sótano del mismo edificio y lo han convertido en Museo de las Víctimas del Genocidio para que tanto los jóvenes lituanos como los foráneos conozcan la historia de Lituania partiendo desde su primera independencia durante los años 20 más o menos. Se centra fundamentalmente en el periodo desde la ocupación de Lituania por los rusos y el complot con los alemanes. A partir de este momento, cuentan de forma bastante dura y real lo que fue la vida de los lituanos durante dicha ocupación. Al llegar a los sótanos lo que es el museo pasa a enseñar lo que en España conocimos años antes, es decir las celdas convertidas en zonas de tortura; muestran la cámara de ejecución y en vídeos y películas, la realidad pura y dura, facilitan comprender lo que han vivido durante tantos años de ocupación. En un pabellón se conservan inscripciones de personas encarceladas por la Gestapo durante los años de ocupación nazi de fecha 1942-1944 y se cuentan los asesinatos en masa en Panerai (aproximadamente 5000 judíos entre el 4 y el 20 de julio de 1941 y 3500 el 31 de agosto).
LA COLINA DE LAS CRUCES
Durante tantos años de sufrimiento por las sucesivas dominaciones, Lituania, país llanísimo, escogió una pequeña elevación de 300 m., cerca de la ciudad de Siauliai, para exteriorizar en ella su dolor y reconocimiento a los muertos en la lucha de independencia y defensa de su patria a lo largo de los años. Lo expresaban de la mejor manera que un cristiano puede hacerlo: colocando una Cruz.
Se cuenta que en aquél lugar, ya durante la Edad Media, aparecieron de la nada, cruces de madera y hierro para recordar los muertos en la batalla con los Caballeros Teutónicos que habían conquistado aquella tierra. Mucho tiempo después, cuando Rusia expandió sus dominios hacia el Báltico en el Siglo XIX, se repitió lo que se pensaba había sido una leyenda popular y varias cruces fueron clavadas en aquel lugar solitario. La colina se convirtió en un símbolo silencioso ante la opresión foránea, aunque nada comparable a lo que sucedería con posterioridad a la II Guerra Mundial.
Con Lituania dentro de la URSS decenas de cruces brotaron cada noche en la hierba, con la consiguiente desaprobación de los rusos que no dudaron en retirar de inmediato lo que consideraron afrentas del pueblo lituano contra el régimen. Un pueblo, que por tener unas creencias católicas muy férreas, protestaba ante los soviéticos de esa manera y ponía todas las noches más y más cruces. Intentaron los comunistas machacar la fe a base de fuerza y los militares rusos hicieron lo posible por acabar con semejante icono de resistencia: Incendiaron la colina varias veces, los tractores rompieron incluso la forma natural de la colina, se arrojó basura para convertirla en vertedero, se declaró falsamente el lugar como zona con rabia y se prohibió terminantemente el paso. Pero de nada sirvió porque las decenas de cruces se convirtieron en cientos y éstos en miles. Se planteó incluso construir una presa y, de ese modo, inundar por completo aquellos parajes.
La Iglesia lituana fue el aglutinante que unió la religión con la exaltación de la conciencia nacional que siempre se mantuvieron íntimamente ligadas en Lituania, especialmente en las épocas de peligro externo. Moscú sabía eso. Esa preocupación lo manifestaba públicamente también la prensa occidental. Y cuando la política de Brezhnev, desde 1965 vigorizó los esfuerzos de la asimilación de las naciones, fortaleció juntamente, la lucha contra la fe, ahora ya con medios netamente policiales. El XXIV Congreso del Partido Comunista de 1971, se comprometió para esta común lucha contra la conciencia nacional y religiosa. Así de importante les parecía su influencia.
Una vez Lituania se independizó, hubo otro punto de inflexión que sacralizó aún más este lugar, aumentando su número de peregrinos y, por tanto, de cruces. El 7 de septiembre del año 1993 el Papa Juan Pablo II, en un viaje a las Repúblicas Bálticas en el que atravesó las, hasta hacía poco, fronteras de la URSS, visitó la Colina de las Cruces quedando notablemente emocionado al ver cómo en una de ellas se había clavado justo después de su atentado fallido de 1981 una inscripción que decía: “Cristo ten piedad del Papa, Lituania te lo suplica de rodillas“. Hoy todo el montículo está cubierto de cruces, unas sobre otras, las más grandes sustentando a otras más pequeñas. También se encuentran bastantes imágenes de la Virgen, en madera, algunas talladas de manera ingenua y tosca y muchísimos rosarios de todo tipo.
Una cruz recuerda el sacrificio de Bialystock[9] (Polonia) y en la explanada anterior al montículo hay un memorial dedicado a los partisanos que lucharon de 1944 a 1954 en defensa de su patria.
Entre los millares de cruces resulta sorprendente ver una cruz sobre una media luna y un conjunto en forma de urna semicircular en cristal conteniendo una estrella de David debajo de una cruz, ¡lástima que ambos símbolos queden significativamente encerrados en un triángulo![10]
COMPARACIONES
Mientras admiramos la lucha en la defensa de su patria y su vinculación con la fe cristiana, nos encontramos el día 14 del mes de agosto del presente año, aterrados ante el intento, uno más, de quemar la magnífica talla gótica del Cristo de las Batallas de la catedral palentina, vertiendo gasolina para mejor consumar su acción. Por si fuera poco, la Asociación Valenciana de Ateos y Librepensadores (masónica ¿cómo no?), lanza la esperpéntica proposición de pagar 5€ por cada símbolo religioso que sea retirado de las instalaciones de un organismo financiado con dinero público. La asociación, utilizando el dinero de los contribuyentes españoles, ya que está agraciada con subvenciones oficiales, inicia esta campaña con la que trata de difundir su lucha contra el crucifijo y llegar a expulsar toda señal cristiana de la vida pública.
Con su campaña “Descuelga un crucifijo por los servicios públicos” dice pretender «incentivar razonada y económicamente el cumplimiento de la aconfesionalidad del Estado que define la Constitución”. Escuelas, hospitales, cuarteles, juzgados, ayuntamientos, cientos de edificios son susceptibles de acogerse a una campaña que, con un presupuesto total de 2.500 euros, espera retirar 500 crucifijos. Y la Cruz no encuentra valedor. El gobierno valenciano, regido por el Partido Popular, ha exigido en numerosos centros públicos, (escuelas, hospitales, etc.) que se retiren los símbolos religiosos. ¿Habrán cobrado la tasa establecida por los ateos y librepensadores valencianos?
Siento verdadera envidia. Aquí, en cuanto alguno protesta por un símbolo religioso, se corre a retirarlo, no sea que se molesten; sin embargo, no se tiene en cuenta a la mayoría que no queremos que lo quiten ¿somos españoles de segunda? No sé. Lo que sí está claro es que hemos perdido valores de todo tipo: religiosos, patrióticos, sociales….Y si no, observen: últimamente el rey Felipe VI ha decretado que los juramentos de cargos oficiales se hagan sin Biblia ni crucifijo, (en la próxima tacada se admitirá el juramento por Snoopy). El juramento se convierte así en un mero acto social, absolutamente desprovisto de trascendencia, resulta un trámite solo necesario para salir fotografiado en la prensa.
Por el contrario, Lituania, a pesar de sus avatares políticos no ha tenido complejo en rechazar banderas y emblemas impuestos y recuperar el escudo documentado en 1366, el Vytis. No me cabe duda que aquí habrían denunciado y aún ridiculizado que dicho emblema represente a un caballero (por aristocrático y clasista) blandiendo espada en alto (guerrero y contrario al “pacifismo”) y el clavo que sería ya el blanco más fácil de sus ataques: la Cruz que el caballero porta en su propio escudo (porque ataca su espíritu librepensador).
En España se retiran símbolos de aquellos que, también como los patriotas lituanos, ayudaron a erradicar los que el comunismo trató y aún intenta, imponer. En Lituania, sin embargo, el Presidente de la Nación ha introducido una corona y a los lados del escudo un grifo y un unicornio, animales mitológicos presentes en la heráldica lituana desde el siglo XVI, su etapa más gloriosa. Así, sin complejos. Aquí los más altos próceres de la Nación denigran y ofenden los que deberían ser nuestros más sagrados y tradicionales símbolos.
[1] La Orden Livona era una rama autónoma de la Orden Teutónica, miembro de la Confederación Livona. Los samogitios (último clan tribal que viviendo al oeste de Lituania fue de los últimos en aceptar la conversión al cristianismo) los derrotaron en la batalla de Saule de 1236; los remanentes de los Hermanos Livonios de la Espada fueron incorporados a la Orden Teutónica.
[2]La guerra polaco-soviética fue un conflicto armado que enfrentó a la Rusia soviética y la Segunda República Polaca desde el 14 de febrero de 1919 al 18 de marzo de 1921 que concluyó con el Tratado de Riga. La guerra fue el resultado de las tentativas expansionistas por parte de ambas naciones: Polonia pretendía recuperar los territorios perdidos a finales del siglo XVIII, y los soviéticos, aquéllos que habían pertenecido al Imperio ruso antes de la Primera Guerra Mundial. Las fronteras entre Polonia y la Rusia soviética no habían sido definidas en el Tratado de Versalles, y posteriormente se tornaron más caóticas tras la retirada de las Potencias Centrales en el frente oriental, la Revolución rusa de 1917, la desintegración del Imperio ruso, del Imperio alemán y del Imperio austrohúngaro, y las ambiciones de Ucrania y de Bielorrusia para establecer su independencia.
El líder polaco, Józef Pilsudski, creyó conveniente ampliar las fronteras de Polonia hacia el este, a la vez que consideraba factible crear una Federación Polaca, que englobase el resto de los Estados de la Europa centro-oriental, como un baluarte contra la aparición potencial del imperialismo tanto alemán como soviético.
[3] Es una política del Gobierno federal de los Estados Unidos sobre el no reconocimiento internacional de los cambios territoriales producidos por la fuerza. Se aplicó para la toma unilateral por parte de Japón de Manchuria (China) y, posteriormente, el no reconocimiento de la anexión e incorporación soviética de los tres estados bálticos.
[4]Durante estos años de ocupación rusa los habitantes de los tres Países Bálticos llevaron a cabo un movimiento de resistencia pasiva para reforzar su sentimiento patriótico que se conoce con el nombre de la Revolución Cantada. El primer país que lo puso en práctica fue Lituania. La antiquísima tradición báltica de interpretar canciones tradicionales reunía a cientos de miles de personas en las plazas públicas de toda Lituania cantando canciones patrióticas tradicionales e himnos católicos que exasperaban a los comunistas rusos. Algunas de esas canciones se convirtieron de esta manera en auténticos himnos nacionales, singularmente Laisve (Libertad).
[5] Petrogrado de 1914 1 1924; Leningrado de 1924 a 1991; con la disolución de la Unión Soviética, vuelve a ser denominada como en la época de los zares: San Petersburgo.
[6] Seguidores de un tal Bermont Avalov y del general Rüdiger von der Goltz que ocuparon el norte de Lituania. Se trataba de un grupo de bandidos autogestionados que, en realidad, obedecían órdenes de Berlín para que los alemanes se mantuvieran en el Báltico.
[7] Jefe de la KGB entre marzo de 1954 y diciembre de 1958, y del GRU entre 1958 y 1963. Fue también diputado comisario de la NKVD bajo Lavrenti Beria, del que llegó a ser lugarteniente principal. Jugó un papel importante en las intrigas políticas después de la muerte de Stalin; ayudó a establecer una variedad de fuerzas de la policía secreta en Europa Central y del Este y tuvo un papel importante en el aplastamiento de la revolución húngara de 1956. Dentro de las fuerzas de seguridad soviéticas, Serov fue ampliamente conocido por jactarse a sus colegas que él podría «romper todos los huesos del cuerpo de un hombre sin matarlo» Organizó la deportación de los chechenos y los pueblos del Báltico, para lo que emitió las llamadas Instrucciones Serov, que detallaba los procedimientos para las deportaciones masivas. Permaneció en Berlín hasta 1947 ayudando a organizar la construcción de la Stasi, la policía secreta de la Alemania Oriental. Fue una de las pocas figuras importantes en la policía política que sobrevivió a la caída de Beria
[8] Placas conmemorativas en recuerdo de Hermanos del Bosque víctimas de torturas y otros abusos en el cuartel general del KGB en Vilna.
[9] Durante la mayor parte de su existencia, Białystok, aunque polaca, perteneció a la diócesis de Vilna. El 27 de junio de 1941, volvió a caer en manos alemanas como resultado de la invasión de la URSS. Desde el principio, los alemanes desarrollaron una actividad implacable de saqueo, destrucción y exterminio de la población no alemana. La abundante población judía (de 50.000 a 60.000 personas) quedó confinada en un gueto, donde la exterminaron en el transcurso del mes de agosto de 1943, no sin que antes se produjera un levantamiento del Gueto de Bialystok. Ya ese mismo día los alemanes habían encerrado a más de 2000 judíos en la Gran Sinagoga (la mayor construida de madera en la Europa Oriental) y los incineraron vivos. El último año de la ocupación nazi surgió una Escuela Comercial superior clandestina, cuyos alumnos (judíos y católicos) también participaron en la resistencia. Por tal motivo, resultaron encarcelados, asesinados o finalmente deportados a campos de exterminio.
[10] En 1940 la ocupación soviética marca un final abrupto de la masonería en Lituania, pero a partir de 1990 con la restauración de su independencia se empiezan a sentar las bases de su recuperación que no sería una realidad hasta el 27 de agosto de 1993. Desde entonces el auge de la masonería es cada vez mayor.