«Afirmo que para los casos de homosexualidad en la Iglesia no es acertada la política de ocultación.
La explosión de campañas en pro de los homosexuales forma parte del plan marxista de destrucción de la «sociedad burguesa» (en realidad, de la sociedad cristiana).
El amor obsesivo hacia sí mismo aparta al homosexual de la salvación cristiana.
No es caridad que la compasión hacia el alma del homosexual quiera justificar la tolerancia de su enfermedad.»
«Narciso y la homosexualidad masculina»
«Pienso que para hablar de homosexualidad será mejor centrarnos en la masculina. Su inclusión en la lucha de clases tiene el mismo sentido en ambos sexos y es de igual violencia.»
(…)
«La edad infantil»
(…)
«Desde luego, nacer homosexual porque le toque a uno la casualidad de ese insignificante «tanto por cien mil» de la Naturaleza (si los índices son ciertos) es cosa tan inocente como nacer con seis dedos. Las primeras anomalías suelen surgir entre la niñez y la adolescencia. Freud nos descubrió que una relación irregular entre nuestros progenitores, o nuestra con ellos, puede originar peligros en la formación de nuestra personalidad. Y antes que Freud lo expresó el teatro griego.»
«No es raro el muchacho o muchacha que «se enamora de su madre-padre», la hija-hijo que quisiera encontrar un hombre-mujer como su padre o madre, o que rechaza al pretendiente porque no iguala el modelo de aquellos. Y de la misma manera para el tema que tratamos el hijo o hija que anida en su corazón aborrecimiento al progenitor de género contrario. También se puede prevenir un futuro de homosexualidad en el niño que sufre rechazo, por ejemplo, cuando los padres quisieron que fuera niña, o viceversa; o cuando por cualquier motivo los padres desertan de su educación evitándole todo disgusto como paradójico efecto de real desapego.»
«Pero lo normal es que estos casos se superen, que los hijos se hagan adultos y amen a sus padres «a pesar de sus muchos defectos», incluso por tenerlos, sin falsos idealismos. Millones de hombres y mujeres hemos ido descubriendo las realidades de nuestros padres muy superiores -si en bien, si en mal- a lo que imaginábamos, y hemos pasado a amarles tal y como son, o fueron, verdadera y única manera de amar.»
«Nuestro amor ya consolidado hacia la pareja padres es muy importante —porque no se les idealiza con ilusiones que luego se reclaman como verdad, y de ahí la esquizofrenia. Idealizar no es amar; es amar sólo-lo-que-a-mí-me-gusta, ya muy mal principio para casi todo. Por lo que idealizar a los padres se vuelve en una forma de egolatría, frecuentemente desviada a futuras tiranías contra ellos. Por eso yo creo que la primera gimnasia del amor y la primera protección contra los problemas de personalidad es aprender a «descubrir» el amor de, y a, nuestros padres.»
«Generalmente la perturbación desviadora de la atracción sexual se produce desde la relación de los padres entre ellos, y muy poco, es mi opinión, por defectos o errores en el trato al hijo. Probablemente haya casos en que el daño se recibe por el desprecio –hacia el hijo- de un progenitor, aunque yo creo que es más frecuente el de la toma de partido del hijo a favor de uno de los cónyuges en conflicto. Ese desamor entre los progenitores es lo que incita en el hijo espectador (y víctima potencial) un secreto deseo de compensación o, mejor dicho, de redención inconsciente de aquél que él juzga más noble. La injusticia contemplada, imaginada o malinterpretada, produce en el hijo una herida interna por la que —sin confesárselo— estaría dispuesto a «sacrificar» la definición de su propio género.»
«Diferenciemos también que esta presión en la psique de un niño-muchacho no proviene de disgustos o peleas entre sus padres pues, como es sabido, si hay amor éste finalmente predomina; los padres que se quieren transmiten un fondo de mutuo entendimiento que a los ojos del hijo ilumina al sexo opuesto como la meta deseada de maduración. El problema surge cuando aun sin riñas, o con trato de exquisita educación, el hijo ve que sus padres no se quieren.»
(…)
Los intensos y ‘ejemplares’ amores de la homosexualidad.
«El narcisismo no es solamente contemplarse en el agua de un estanque, sentirse guapísimo y extasiarse hasta morir antes que apartarse del propio reflejo. Hay otros narcisismos que también matan, tales que la arrogancia de una fingida nobleza, el endiosamiento del triunfador nuevo rico, o la vanidad del líder halagado por sus seguidores… Son espejos zalameros amenazantes de egolatría, de hedonismo y de exaltación «del Yo». En mi opinión, el iceberg de la homosexualidad. El mito griego no dice que el despreciativo muchacho llegara a la homosexualidad activa; tampoco que se convirtiera en narciso porque en el fondo era homosexual. Sólo se apunta que por idolatrarse podría llegar a serlo. (Recuerdo un libro aparecido en los años de la transición a la democracia. Lo vi entre las novedades de la Casa del Libro, de la Gran vía, de Madrid. Lo curioseé entre asqueado y asombrado de cómo el autor dialogaba con su pene en idílicas imaginaciones amorosas.)»
«Lo perturbador fue que por aquel reflejo el muchacho se volcó en sí mismo, se enamoró de sí mismo, se ensimismó, es decir, se “in-virtió”. El homosexual es muy frecuentemente un Peter-Pan inmaduro e inseguro de sí; un alma desorientada que anda por la vida con andamiajes de homologación prendidos en un «otro» que es igual a él. Y por inmaduro, necesariamente egoísta. Por eso moriría de éxtasis de sí mismo. Los ‘narcisos’ están condenados a vivir como cadáveres convertidos en flores a las orillas del mundo real. Y lo malo es que a muchos esa condena les atrapa y hasta les gusta; por eso sus personalidades son patológicas aunque no en sentido inocente, por locura o enfermedad, sino porque ésta les llega después de que escogieron como única meta de vida su sólo fondo endotímico[1] antes que su transitividad. Son patológicas en el mejor de los casos para vivir en continua depresión a causa de la bifurcación, o dicotomía, entre lo que saben que son y quisieran no ser.»
«Si se examina, la pareja homosexual no existe como una unidad sino como unión de dos individualidades que hacen del amor de pareja un amar solamente al que es igual: homo-sexual. Diciéndolo de otra manera, las parejas homo no son unidades formadas por dos complementariedades que se ofrecen sino la unión de dos individualidades que se necesitan por sufrir ambos una misma obsesión… sexual. Dos personas que se buscan, pero no para darse sino para servirse la una de la otra. En lugar de ser el uno del otro sólo son el uno para el otro, sobre la vía del hedonismo. Por eso su amor es posesivo, celoso, obsesivo… »
«De la relación de las parejas homo-sexuales surgen proyecciones del subconsciente: papel de mujer, ropa interior femenina, actitud pasiva, etc.; o papel de hombre e iconos machistas, dominio, músculos, etc. Contrástase la evidencia de que el amor heterosexual funda «unidades» y la desviación homosexual forma sólo «parejas»; que las parejas heterosexuales se llaman «medias naranjas», con cuya unión se completan, y las homosexuales se reconocen «almas gemelas», es decir, «homo-logadas entre sí». (…)»
«Desde un enfoque psíquico deberían ser llamados ego-sexuales porque se vuelcan en sí mismos —su imagen, su placer, sus caprichos— eliminando de su interior al sexo contrario precisamente por eso, porque el sexo contrario no es “yo” mismo; las mujeres, como no son «yo» no me interesan, solamente las soporto en sociedad. Por eso, siempre se les ha llamado in-vertidos. Si en el amor de matrimonio la individualidad de cada cónyuge permanece diferente y esto más se afirma según pasan los años y se avanza en la renuncia en favor del proyecto familiar, en los homosexuales la individualidad exige homologarse constantemente con «un-otro-que-es-como-yo». Así su experiencia sexual es lujuriosa y en singular, y lo que parece amor es mucho más una búsqueda de sí mismo en el reflejo homologado de su pareja. El amor del homosexual hacia su compañero o compañera, aparte su extrema adicción a los resortes físicos del placer, es una astucia subconsciente para no trascender, para no salir de sí. Sus amores más intensos nacen del que sienten por sí mismos, no trascendentes. En verdad, lo de «salir del armario» sería más correcto aplicarlo a esta proyección de sí mismos en «las prendas del otro». Una egolatría que se sublima en la semejanza del género… No es sólo semejanza morfológica sino ontológica; aunque también se busque a sí mismo en la belleza y juventud, bien si propia, si perdida o si envidiada. Por eso lo típico del homosexual es la constante desilusión y la consecuente promiscuidad; siempre se está buscando a sí mismo en cada otro que encuentra, hasta la inevitable frustración que le empuje a seguir tras nuevas referencias de homologación. En el amor homosexual no se ama al otro sino a la propia identidad que en «el otro» se glorifica.»
«El homosexual toma la infidelidad de su pareja como el desprecio a su propia identidad, lo cual le empuja a la venganza en el homicidio del amante traidor. Le es intolerable ser despreciado. Diferente a los amores heterosexuales donde lo normal es que el rechazado no deje de amar a quien quiso, puesto que no se quiso a sí mismo sino que fue emisor de amor. Así vemos que al contrario que el enamorado hetero, el homosexual cometerá el homicidio más sanguinario —cuarenta puñaladas, amputación de miembros, etc.— de aquél de quien no soporta la humillación de verse repudiado.»
«La literatura universal nos muestra que para el heterosexual la pérdida del bien que representa la amada (o el amado) se ilustra en los suicidios de Romeo y Julieta, en oposición al amor a sí mismo de los celos de Otelo (el capitán envanecido) que mata aDesdémona. Incluso la envidia asfixiante, asesina, de Yago es una pasión escondida hacia su señor. Véase así en los celos heterosexuales exagerados, enfermizos, que muchas veces provienen de una reprimida tendencia hacia las perversiones sexuales que imaginan que el otro, o la otra, realiza en su traición. No sufre por el amor perdido sino por el insoportable desprecio que supone.»
«Pero, además, en los homosexuales el sexo, por su exacerbación neurótica, tiene un componente corruptor que les obliga a inventar nuevos placeres cayendo en el abismo de perder un poco más de la propia identidad. La lujuria de los actos convertida en lascivia del deseo. La masturbación asistida, el travestismo, la exploración frustrante son sólo efectos de una perturbación que desborda su ser y les esclaviza llevándoles hacia entornos descompresores como los clubes y las asociaciones subterráneas.»
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«En consecuencia, no es sólo el razonamiento del catecismo lo que nos impide a los católicos aceptar la homosexualidad. Es que en sí misma evidencia formas de auto-idolatría que alejan del seno de Cristo, Señor de la Iglesia, cuya enseñanza se resume en alcanzar la vida eterna negándonos a nosotros mismos por amor al reino de Dios; y en amar al prójimo por amor a Dios. Cristo nos señala el camino de salvación precisamente en los antípodas del narcisismo homosexual: saliendo de nosotros hacia los demás, dándonos. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará. (Mc 8, 35)»
(…)
«Ahora que el progresismo nos propone una pastoral para homosexuales con el objetivo, claro como el agua, de que tarde o temprano se llegue a su admisión de derecho en la Iglesia, deberíamos saber sobre la homosexualidad algo más que chistes, siempre horrendos y sin caridad. Como en toda sociedad, pero más en la Iglesia, el silencio sobre los venenos que la matan es complicidad condenada siempre por los papas. Justamente, en este asunto los respetos humanos no pueden echar un manto comprensivo ni a los más altos puestos de la jerarquía que admitieran esta desgracia. Es así que el Catecismo nos advierte sin ambigüedades que pecamos de forma personal cuando […] se protege de alguna manera (silencio, disculpa, encubrimiento, etc.) a los que hacen el mal. (CATECISMO, cf 1867, 1868 y 1869).»
«La estadística no es consuelo»
«Nadie en su sano juicio tomará por evangélico que este desorden social, mental y físico de la homosexualidad sea admisible en la Iglesia sólo por el argumento de que sus cifras son similares a las del mundo. Decir que los índices de homosexualidad en la Iglesia son los mismos que se registran en la vida seglar es ya una confesión de desidia y, consecuentemente, de permisividad. ¿Por qué? Pues porque en el santo seno de la Iglesia no puede admitirse que los vicios de un mundo pagano alcancen sus mismos índices, y especialmente este de la homosexualidad que es cabecera de otros males que enseguida citaré. La Iglesia es santificadora del mundo y no un apéndice que se califica frente a las estadísticas del mundo. ¿Cómo puede satisfacer a dirigente alguno de la Iglesia que los casos internos de homosexualidad y pederastia hayan alcanzado niveles similares a los del resto de la sociedad? Pues vaya un fracaso. ¡Vaya aguado fruto de un Concilio… ¡pastoral! No podemos conformarnos con este enfoque avestrucista que muestra una muy sospechosa correspondencia entre el progresismo liberal y los casos de homosexualidad del clero. Y no digamos de la hipocresía de los que dicen: «En la Iglesia no rechazamos al que es homosexual sino al que practica la homosexualidad». Qué ingenuidad. Algo parecido a un Banco que dijera: «Admitiremos a todo cleptómano que nos pida empleo… en la confianza de que no se le ocurrirá desvalijarnos.»
«Los “evangelios homosexuales” según el progresismo»
«Los teólogos del progresismo no sólo apoyan la homosexualidad sino que se apropian calumniosamente de cualquier personaje que le dé lustre. Y hasta se atreven a exigir que la Iglesia la canonice esgrimiendo, en audaz exégesis, que los Evangelios admiten la homosexualidad. Cosa que merece comentario puntual.»
«Los eunucos de nacimiento.» (Mt 19, 12) Efectivamente, el pasaje de San Mateo cita cierta anomalía sexual: Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno… Pero no vemos que esto sea referencia de homosexualidad. Tratándose de eunucos sería más propio hablar de esterilidad que, además, parece lo más ajustado al celibato que se quiere defender. (Y, por cierto, ¿por qué se ha de suponer que a los eunucos no les gustan las mujeres…?) Lo mejor es limitarse a lo escrito y esto es que Jesús premia al que sin serlo se hace eunuco por amor al reino de los cielos. Jesús eligió a éste y no al eunuco de nacimiento, por inocente que fuera.»
«Un joven seguidor de Jesús escapó desnudo.» (Mc 14, 51).- Los soldados en el huerto quieren prender a un joven que logra escapar gracias a que iba desnudo debajo de su túnica. Se quedaron con la túnica en las manos. Se supone que era San Marcos, muy probablemente hijo de los dueños del huerto. Lo que hace suponer que quisieran prenderle para implicar a su familia. De este episodio los progresistas deducen que aquel joven era homosexual. Pero no hay por qué verlo así. El evangelista sólo nos relata algo muy común entre los habitantes de aquellas tierras, ir desnudo debajo de un simple cobertor. Me viene a la memoria un amigo, judío, que vivió dos años en Israel y participó en la Guerra de los Seis Días. De entre las anécdotas que acumuló contaba que en el puerto de Haifa los turistas tiran al agua monedas de medio dólar para que los muchachos que merodean por el muelle se quiten la ropa y se arrojen desnudos al agua, o con sólo el calzón. También en muchos pueblos se entiende que se está desnudo por ir en paños menores, herencia de los antiguos romanos que cuando sentían pudor tapaban sus genitales con unos paños como los que a Jesús se le recuerdan en la cruz… Y esto lo entendían como “estar desnudos”. Además, todavía hoy, pescadores de algunos lugares de Grecia y de Turquía faenan desnudos. (Pedro se tiró desnudo al agua para encontrarse con Jesús resucitado.) Y “desnudos” van todavía muchos escoceses debajo de su kilt tradicional. No por eso, desde luego, escoceses o pescadores han de ser tomados por homosexuales.»
«Los Apóstoles y los cristianos se besaban con un beso de amor.» (Mt 26, 49; Lc 7, 45; 1 Co 16, 20; 2 Co 13, 12; 1 Tes 5, 26; 1 Pe 5, 14).- Que San Pedro en su primera carta salude a sus discípulos con el beso de amor no tiene otro sentido que el de fraternidad. Además, es sabido que entre judíos, árabes y otros pueblos de Oriente, incluida Rusia, los hombres se besan en signo de amistad; los amigos se toman de la mano para andar… Hace unos años el Presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat, visitó España y todos vimos las fotografías de su encuentro con nuestro PresidenteAdolfo Suárez dándose un beso en los labios.»
«Juan era el joven discípulo al que Jesús amaba». (Jn 21, 20).- Los traductores que buscan la interpretación real y no la mera literalidad prefieren decir: «El discípulo preferido». Por otra parte poco de raro hay en que un maestro o líder tenga un discípulo predilecto por la completa adhesión a sus enseñanzas, por su pureza de intenciones, por la evidencia de su aprendizaje… Más aún si le conoce desde bebé y si, posiblemente, lo meciera en sus brazos. En nuestros días la homosexualidad se ha extendido tanto que, por desgracia, en muchos países un padre no puede besar o abrazar en público a su hijo desde que cumple catorce años; el vestuario y las duchas de un gimnasio son sospechosos porque sí, y lo mismo el compañerismo entre soldados o deportistas. Sin embargo, para mí es una aberración abominable y destructiva que de toda muestra de amistad entre hombres haya de recelarse homosexualidad. En su despecho, los homosexuales, y los progresistas que tanto amparan las libertades de conciencia, se agarran a cualquier clavo que justifique la homosexualidad incluso insinuándola en el propio San Juan. Y a los teólogos de pacotilla ni les importa que esto la insinúe también del mismo Jesús.»
«Reclinó (San Juan) la cabeza en el pecho del Señor.» (Jn 13, 25).– Y seguimos con San Juan. Sabemos que la fidelidad al texto original no siempre se ajusta al hecho relatado pues, como ya dijimos, y debemos insistir, los textos traducidos literalmente muchas veces sugieren cosas que realmente no sucedieron como se interpretan. En este caso tenemos, además, la influencia artística de la Cena de Leonardo en la que más quiso representar la institución de la Eucaristía que la historicidad del hecho. El pintor parte de la idea de mesa, y nos coloca a Jesús sentado con los Apóstoles a la usanza renacentista y no a la manera oriental. Reclinar la cabeza sobre el pecho de Jesús lo entenderemos mejor comparando varias versiones. Así, en algunos textos podemos leer: […] estaba reclinado a su derecha. La versión más aceptada señala a Juan recostado cerca del pecho de Jesús.
Si nos ceñimos al dato histórico, como es obligado, repararemos en que los comensales estaban reclinados al modo usual de entonces, en Roma sobre divanes (triclinium) o, en Oriente sobre almohadones. Precisamente por estas posturas los pueblos orientales aceptan el desahogo del eructo. Los estudios más serios y reconocidos demuestran que […] Juan estaba a la derecha o delante de Jesús [2] (de manera que) apoyándose sobre el codo izquierdo tenía el rostro vuelto al Maestro.[3] Y la versión de los profesores Nacar yColunga interpreta más claramente que (el discípulo) estaba recostado ante el pecho de Jesús…».
«El lobby»
«En todo caso, y por más que los homosexuales y sus “teólogos” hagan elucubraciones fantásticas, los discípulos de Jesús nada tenían que ver con la homosexualidad. Frente a esta venal propuesta es categórico el texto de lasEpístolas, el relato de los Hechos y laTradición apostólica —San Pedro, San Juan, San Judas, Santiago y no digamos San Pablo— pues todos condenan de forma rotunda e indudable lo que los Padres Apostólicos coincidieron en llamar vicio contranatura.[4] DelApóstol tenemos esta advertencia: No os forjéis ilusiones. Ni fornicaros, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni sodomitas, ni borrachos, ni ultrajadores, ni salteadores heredarán el reino de Dios. Una advertencia terrible, ¿despiadada?, que se apresura a dulcificar: Y eso erais algunos; pero fuisteis lavados, pero fuisteis santificados, pero fuisteis justificados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. (1 Co 6, 9)»
«No hay posibilidad de casar la vejación del hombre creado por Dios con el Evangelio de Jesús que nos enseña a sobrenaturalizar todo nuestro soporte material. Esta es la gran tarea que justifica a la Iglesia en el mundo. Sobrenaturalizarnos no significa abandonar nuestra naturaleza sino, todo lo contrario, ligarla con su origen. Ni mucho menos esquivar el mandato de que dominemos la tierra aceptando toda su consecuencia científica y tecnológica. Pero, como quiera que se mire, la Iglesia, tal y como desde su nacimiento se supo justificar, no está para avalar conductas sino para enseñarnos a conducirnos según los deseos de Dios dados a conocer en los Evangelios… »
Las asociaciones gay y de lesbianas empeñadas en vendernos su desvío se justifican diciendo que es de lo más normal… desviar de su fin natural la capacidad procreadora. (¡) Por esto quizá el bibliófilo André Gide, premio Nobel de Literatura, defendió la homosexualidad y llenó su obra, cómo no, de títulos cristianos (La puerta estrecha, Si el grano no muere, Las cuevas del Vaticano, El regreso del hijo pródigo, etc.) En un estudio muy superficial titulado Corydon, le regaló a la homosexualidad estos argumentos: «La práctica homosexual no es un vicio sino una conducta natural», porque en las calles de París vio a los perros seguir sus instintos (¡Oh, la ciencia!); «no es un desequilibrio psíquico ni una enfermedad sino sólo un disturbio hormonal»; «no es amoral y, por lo tanto, los homosexuales deben tener los mismos derechos que los heterosexuales: casarse, adoptar niños…» ¡Pobre Gide! Nos basta ver una sola manifestación pública del Orgullo Gay para reafirmarnos en que es una adicción a la lascivia que ya ha desarrollado clínicas de desintoxicación.»
«Sumémoslo a que al lobby homosexual le conviene la excitación del erotismo en toda la sociedad por lo que, al amparo de la Libertad, nuestra sociedad antes cristiana acepta su embrutecimiento con la divulgación – en la Televisión estatal, en cine, radio y prensa – de «técnicas» eróticas degradantes. Porque no sólo atentan contra la santidad del matrimonio, sacramento en los contrayentes católicos, sino contra la dignidad de cualquier ser humano. Recordemos que cuando los romanos decían de los cristianos: «Miradles cómo se aman», no señalaban sólo una fraternidad sino que confirmaban un más elevado modo de amarse hombres y mujeres, en contraste con los cultos dionisíacos de, por ejemplo, corintios y pompeyanos.»
«En la Roma heroica el sexo oral era socialmente intolerable. Y San Pablo exhorta:Tened entre vosotros en gran honor el matrimonio y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios. (Heb 13, 4) Pero es tan machacona la insistencia de los mass-media, bastante de ellos sometidos al lobby gay, que parece que a los homosexuales hemos de considerarlos seres superiores, sensibles, artistas —»exquisitos» se llaman— dignos de admiración y hasta de envidia. Portadas de semanarios, televisión basura, columnas de opinión… suelen alabarnos a determinados hombres y mujeres actores, escritores, modistos o políticos reconocidos públicamente como homosexuales. Muchas veces solamente porque aportan más méritos como homosexuales que por el ejercicio de su profesión… Pero, si examinamos el salpicado de noticias, y por más cultos y elegantes que se nos presenten, no podemos excusarles de sus «técnicas sexuales» y, menos aún, su asiduidad a fiestas en clubes exclusivos donde se desinhiben de su fingimiento con diversiones bufas… y realidades de manicomio. Si tanto publicitan su exquisitez y galanura es para olvidarse de los horrores de su dependencia.»
«No nos engañe nadie con protestas de libertad y derechos pues estamos hablando sin duda de una de las lacras más infamante para el ser humano, se la mire como se quiera. Por la infección social de su proselitismo, por la abominación de la sodomía, por la militancia de la pederastia… o por la frecuente drogadicción que unida a la promiscuidad extiende el SIDA entre ellos. Y, antes, un desorden básico de la conciencia, una enfermedad mental en avalancha imparable hacia las locuras del satanismo en que desemboca la exacerbación de la libido. Hasta la coprofilia forma parte de sus actividades «eróticas».
«Es una calamidad tan letal para la sociedad, y al mismo tiempo tan humillante y penosa para quienes la sufren, que debería enfrentarse con aquel rigor que merecieron las pestes de la Edad Media. Aparte de que, evidentemente, ser homosexual no paga; es una desgracia para el mismo sujeto. Burla cruel es que estos desdichados se apliquen el término inglés gay que significa «alegre» porque, aun buscadas como refugio de una soledad, o justificadas en un origen no culpable, lo irrefutable es que las prácticas homosexuales son en sí mismas ruinosas para la vida, de lo que es prueba el alto índice de suicidios que provocan.»
«Esto no se oculta, en absoluto, porque en una conferencia de psiquiatras de Europa y EE.UU. se conviniera, sólo por acuerdo político —que por vergüenza médica ya se ha derogado— no diagnosticar a la homosexualidad como variante de enfermedad mental. Aparte de que es inútil sustraerse a la realidad de que los homosexuales rondan muy cerca otras patologías tales como el bestialismo, por ejemplo, y la distinción de la sodomía y la pederastia. [5] Por eso la homosexualidad, como el vampirismo o la drogadicción, es tratada en clínicas especializadas… Reveladores son aquí ciertos informes de la policía sobre la existencia de ritos homosexuales en casi la mitad de las sectas satánicas. [6] De ellas hay clasificadas en el mundo más de cuatro mil, de las que cerca de mil ochocientas practican la homosexualidad, en muchos, muchísimos casos incluyendo burlas y sacrilegios contra el Santo Sacrificio de la Misa, su liturgia y sus símbolos. Gran argumento en su favor.»
*
«Es por todo lo dicho que no se puede seguir a los progresistas en su falsa caridad y humanitarismo hacia los homosexuales. ¿Quién puede proponer comprensiones «cristianas» hacia lo que es externa e intrínsecamente malo? Nada va a solucionarse concediéndoles una especie de libertad vigilada en los organigramas de la Iglesia para algún tipo de servicio eclesial, incluso pastoral. (!) Es algo que ninguna empresa concedería a quien es ludópata o padece de tuberculosis. ¿Por qué el mandamiento de no juzgar que, obviamente, corresponde a Dios, ha de implicar que estas inclinaciones se toleren dentro de la Iglesia? ¿Cruzaríamos la calle «sin juzgar» que nos puede atropellar el camión que se acerca? ¿Es que somos tontos? Siempre se entendió que la caridad con el pecador no disminuye el odio al pecado. Vamos, no nos tomen el pelo.
No sé por qué me imagino que en el asunto de los homosexuales haya también un componente económico que solucione al Vaticano su crisis económica, por ejemplo, en el Instituto para las Obras de Religión, IOR. El lobby gay es muy rico y con tentáculos de poder en muchos ámbitos financieros.»
«Hay que tener en cuenta que al igual que un alcohólico no puede pasar por un bar sin liquidarse todo el dinero que lleve encima, el homosexual siempre tendrá deseos de seducir a aquellos varones que le atraigan, sean o no de su cuerda. Por algo en las leyes mosaicas la sodomía se castigaba con la muerte (Lv 20, 13) pues, como pasaba con otras infecciones epidémicas, no había medio seguro de erradicarla. Y hasta muy recientemente el Papa, el último el beato Pío IX, aplicaba la pena máxima a los homosexuales.»
«Por último digamos que la homosexualidad es una disfunción o anomalía de la conducta que puede aparecer en todo organismo donde se agrupen hombres o mujeres. Pero es evidente que en la Iglesia el problema se ha desbordado desde que las vocaciones sacerdotales bajaron a grados de extinción. Por esta escasez de vocaciones se tomó como llamadas al sacerdocio no ya lo que se manifestaba como indudable deseo de servir a Dios y a su Iglesia, educar hacia la perfección cristiana, convertir a Cristo a los indiferentes y administrar los sacramentos, sino, también, la simple misoginia o el refugio para una homosexualidad larvada. Ante la crisis de los seminarios hubo quienes llegaron a captar «vocaciones» recurriendo a la ridiculización de la mujer o del matrimonio. («Si no puedes encontrar una mujer como la Virgen, o un hombre como San José, lo mejor es que no te cases»; «El matrimonio es para la clase de tropa»; «A esa chica tan mona imagínatela en el retrete, o excusado…»)
«Hemos oído a algún obispo, párroco o teólogo disentir de la doctrina tradicional de la Iglesia en cuestiones tan graves como el reconocimiento de las parejas homosexuales, o sobre la igualación de derechos con la familia tradicional. Otros manifiestan su imparcialidad de no entrar ni salir en este asunto, que prefieren no condenar, que eligen la misericordia. Esto no es otra cosa que deformación corporativa. Nadie comprende cómo se puede desviar el Magisterio acerca de este mal con el argumento de que hay que ser misericordiosos. ¡Qué vil instrumentación para adjetivo tan excelso! ¿Y por qué no serlo antes con la Iglesia…? ¿No merecemos misericordia los católicos? En contraste con esta moda de ser estúpidos por decreto San Juan Crisóstomo, en su Homilía IV sobre la Epístola de San Pablo a los Romanos, argumentaba de forma admirable y terminante sobre este asunto.»
«La lucha del homosexual por liberarse de su enganche es siempre honorable, honorabilísima. A mi juicio, es poco menos que héroe el homosexual que sufre su drama desidentificador y lo sobrelleva con dignidad en constante lucha de desprendimiento de su inclinación; como el mujeriego, el alcohólico, el drogadicto, etc. … Dios, que se hizo igual a nosotros en todo menos en el pecado, es el único que conoce conciencias y valora circunstancias. Él sabe el qué de cada cual, pero nosotros, aquí, mientras somos sus peregrinos, por observación desapasionada sabemos que la homosexualidad y la destrucción de la familia cristiana son caminos que nos apartan de Dios. Aquí sólo pretendemos subrayar que la publicidad, pública y sublimimal, la oficial y la privada, desatada a favor de los y las homosexuales manifiesta un proyecto de destrucción de la conciencia colectiva cristiana y arrastra inexorablemente a la aniquilación de su civilización.»
(…)
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««Con respecto a la pederastia y homosexualidad en la Iglesia no parece que hayan de establecerse consolaciones sobre si son, o no, campañas orquestadas desde fuera para denigrarla; o desde dentro para la abolición del celibato. Aun siendo verdad, eso no ocultará que los casos se producen, que las denuncias y los procesos existen; con documentación, con atestados policiales, con víctimas, con testigos, con sentencias… Es evidente que esto se ha recrudecido desde hace unas pocas décadas. No estamos de acuerdo con aquella norma del Beato Juan XXIII mandando que a estas cosas se las debía echar un manto de silencio, incluso excomulgar al denunciante. Porque cuando “estas cosas” superan sus índices habituales y se prueba que son ciertas, lo obligado y más noble —lo más eficaz y lo más inteligente— es aprovechar la sensibilización general para hacer limpieza a fondo, levantando la alfombra de las deficiencias que lo permiten, persiguiendo el mal allí donde esté… Y que caiga quien caiga. De no hacerlo, ya, ahora, el mal crecerá imparable en todas las cúpulas de poder.»
«Las supuestas alarmas de escándalo contra el buen nombre de la Iglesia —argumento hipócrita de complicidad— podrían ser oportunidad para actuar sin miedo. Desde arriba. Porque cuanto más alta sea la autoridad emponzoñada mejor se podrá actuar contra ella y, por su ejemplaridad, más eficaz será la limpieza. Desde abajo, extremando la vigilancia apostólica que evite el ingreso a cualquiera sin vocación, especialmente a los sospechosos de homosexualidad, por más riesgo que exista de quedar vacíos los seminarios… Evidentemente ese riesgo es otro engaño y temor infundado pues ocurre todo lo contrario: la pureza de los seminarios atrae vocaciones y la manga ancha las espanta. Es evidente que el progresismo, como seudo-filosofía receptora de todas las doctrinas materialistas, junto con la homosexualidad y el arribismo de carrera, son para la Iglesia un mortal triángulo de familia. Las quintas columnas del infierno.»
Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rom 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que «los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (CDF, decl. Persona humana 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.» (CATECISMO, cf 2357) «Un número apreciable de hombres y mujeres presenta tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación es objetivamente desordenada… (Ibid 2358)
[1] Cfr. PHILIP LERSCH, La estructura de la personalidad. [2] JOSÉ MARÍA BOVER, Santa Biblia, nota al texto Jn 13, 23 [3] STRAUBINGER, La Santa Biblia, nota a Jn 13, 23-24 [4] San Pablo, en Rom 1, 24 - 27; San Judas en 0, 7. [5] Existe un estudio realizado en los EE.UU., por el CENTER FOR DISEASE CONTROL, con datos escalofriantes respecto a la realidad de las prácticas homosexuales. (Internet:www.prefvalencia.org) [6] Sólo en España: Hijos de Satán, Amantes de Belcebú, Theleitas New Age, El Macho Cabrío, Death Metal, Caballeros del fuego, Amigos de Lucifer, Ocinatas Otluc, Hijos de Egon, Hijos del Diablo, Hijos de Lucifer, Toro-Vaca, La Gomera, Los hijos de Adonais, Grupo Astarot, Tarotistas Natur, La Culebra Negra, Espíritu del Gran Águila, Hermanos de Changó, Bambini de Satanás, La Iglesia de Satán, Satán azul, Pirámide de Seth, Adoradores de Seth, Hijas de las Tinieblas, Las hermanas del halo de Belcebú, Hijas de Isis, Sáficas luciferinas, Sufragistas de Lesbos.