La primera gran manifestación pública, a escala mundial, del gran poder del lobby gay (más bien de las fuerzas ideológicas que tiene detrás) se produjo en 1973, cuando obligó a la Asociación Americana de Psiquiatría a suprimir la homosexualidad de su manual oficial que detalla los trastornos mentales y emocionales.
Dos años después, la víctima fue la Asociación Americana de Psicología que promulgó una resolución apoyando esta supresión.
Y como reflejo de la dictadura que ejercen los Estados Unidos sobre las organizaciones internacionales que impulsa a su servicio, empezando por las dependientes de la ONU, El 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) excluyó la homosexualidad de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud.
Alguien podría decir que en el caso citado esta posición del lobby gay sería entendible, aunque no justificable, ya que por interés particular, mal entendido, los sodomitas, a través de su lobby, pretendieran, para solucionar su problema, en vez de curarse de su enfermedad, con las medidas terapéuticas adecuadas, optaran por eliminarla, obligando a decir a las organizaciones profesionales que codifican las enfermedades psicológicas y psiquiátricas que la homosexualidad no es un trastorno.
Pero el lobby gay, no está creado y organizado para solucionar los problemas de las personas que sufren ese trastorno o para facilitarles la vida. Y mucho menos tiene los oscuros apoyos internacionales que tiene, y de las fuerzas ideológicas y económicas que los tiene, para ello.
Tras la cruzada prosodomita se encuentra un proyecto de transformación social y de cambio de paradigma antropológico desvirtuando la naturaleza de la persona.
El grupo de presión homosexual no se conforma con condicionar la ciencia, sino que quiere cambiar la conciencia, y por ello no se limita a manipular los manuales científicos sino que quieren redefinir el significado de las palabras, pues quien controla el lenguaje controla la sociedad.
Ya en el Génesis, que es el primer libro del Antiguo Testamento, en el capítulo 2, versículo 19, Dios hace que Adán ponga nombre a lo creado. El poner nombre a los seres vivos es importante porque supone la capacidad de clasificar, de poner el orden a través de la palabra.
Y también los que quieren suplantar a Dios y el orden natural quieren la prerrogativa de nombrar, de dominar el mundo y sus leyes, y en ello quieren incluir la psicología y la anatomía propias de cada sexo.
Y para esta suplantación, igual que presionaron sobre las entidades científicas, presionan sobre las entidades que tienen un papel pedagógico sobre la sociedad.
La Real Academia Española aguantó la presión sodomita, y, sobre todo, de los políticos y los media del Sistema que buscan el cambio antropológico, hasta 2001 (22ª edición).
Solo a partir de esa fecha define Sodomita como, además de «Natural de Sodoma» o «Perteneciente o relativo a esta antigua ciudad de Palestina», a aquel que «Que comete sodomía» . Y Sodomía lo define como «Práctica del coito anal, evitando definir la naturaleza de éste, como lo hacía en anteriores ediciones (todavía no han podido dominar del todo la Academia, o quizá se les ha pasado, y ésta aclara que sodomita vienede “Sodoma, antigua ciudad de Palestina, donde se practicaba todo género de actos deshonestos»).
De la independencia de la ideología prosodomítica de la Academia hasta 1992 da cuenta que hasta entonces siguiera manteniendo la definición, conforme a su realidad, de sodomía como un acto «contra el orden natural».
El cambio de definición no es una cuestión menor.
Igual que la ley tiene un efecto pedagógico sobre la ciudadanía, y lo que se legaliza por el Estado, la gente termina asumiéndolo como legítimo, como ha ocurrido con el crimen del aborto, las definiciones lingüísticas de Instituciones con la tradición y prestigio de la Academia cambian la forma de entender las palabras y los conceptos que representan.
Además, en este caso, para los que quieren manipular la naturaleza humana, tienen especial interés en el diccionario español pues es un esfuerzo que afecta a más de quinientos millones de víctimas y con una grandísima proyección de crecimiento.
Por cierto, para evitarles hacer el ridículo, me adelanto a los bobos que van a reprochar que llame sodomitas a los sodomitas en vez de llamarles homosexuales, por considerar lo primero un insulto. El término homosexual no aparece hasta la edición del DRAE de 1936 y para introducir el término lo hace definiéndolo como «Sodomita»
Es decir, que en el español de toda la vida, antes de influencias culturales extrañas, la palabra adecuada es sodomita, y así lo reflejan los diccionarios de la RAE desde el principio, puesto que el término homosexual es creado y empleado por primera vez en 1869 por Karl-Maria Kertbeny,3 4 y el libro Psychopathia Sexualis de Richard Freiherr von Krafft-Ebing popularizó el concepto en 1886 en los círculos académicos de la Europa protestante.