El día 5 de septiembre pasado falleció en la residencia San Ignacio de Alcalá de Henares el Padre Agustín Arredondo Verdú, S.J. próximo a cumplir 100 años. Siempre estuvo destinado en Madrid, donde participó en casi todos los asuntos religiosos, religioso-políticos y culturales de la segunda mitad del S. XX. Le afectaron especialmente el sarampión progresista y el impacto del Concilio Vaticano II. Solamente me ocuparé, de momento, de tres cuestiones importantes de su vida: El apoyo a la Unidad Católica de España; su participación en la defensa en la Compañía de Jesús del progresismo, y el mantenimiento de la sotana.
El apoyo a la causa de la Reconquista de la Unidad Católica de España. No podía ser otra la lucha de un jesuita ignaciano de los de la AMDG, para la mayor gloria de Dios, que por el Reinado social de Jesucristo. Colaborador y propagador de Siempre P’alante, asistente asiduo a las Jornadas Nacionales de los Seglares Católicos españoles en Zaragoza, que en los últimos años de nonagenario añoraba y a las que se unía con afecto y oración, tenía siempre en ellas un aparte cariñoso para el P. Dallo para estimularle en el empeño apostólico de la organización de tales reuniones y en la dirección del quincenal, «cuyas orientaciones –escribía– me parecen siempre estupendas». «Dios le premie el bien que no dudo hace por este medio, que siempre leo con interés, cuyos estimables criterios aplaudo».
La defensa de la Compañía de Jesús, frente al progresismo: La invasión de disparates progresistas llegó hasta muy dentro de la Compañía de manera que afectó a la convivencia y concordia de sus comunidades. Un grupo de padres «graves» creó sigilosamente dentro de la misma Orden un movimiento de «resistencia» al malestar progresista, que acabó proponiendo la división de las residencias y conventos en dos grupos distintos: en uno se encontrarían solos los de la antigua observancia, y en otras comunidades se agruparían los «progres». El proyecto llegó a las más altas instancias de la Orden y de la Santa Sede que acabaron rechazándolo. Así, el progresismo se apodero de la Compañía que, precisamente en estos días se ve obligada a unificar todas sus menguadas provincias españolas en una sola. No hay que insistir en aclarar que el P. Arredondo formó parte de aquel movimiento de resistencia al progresismo para el que buscó dinero y otras ayudas discretas e inteligentes.
La defensa de la sotana: Otros de los rasgos visibles e importantes del progresismo fue que los sacerdotes y religiosos dejaran sus hábitos y se vistieran de paisano. Pero ahora no era por imposición del enemigo, sino por una novedad voluntaria perversa. El escándalo del pueblo fiel fue mayúsculo y su crónica necesita un libro. Cuando esa crónica se escriba emergerá en ella, con magnitud monumental y colosal la figura del Padre Arredondo. Todos los sacerdotes y religiosos fueron cediendo a la presión progresista de vestirse de paisano con más o menos resistencias con disgustos y tristes anécdotas. Menos él. El P. Arredondo no cedió y la exhibición de su sotana por las calles de Madrid se fue convirtiendo en todo un símbolo glorioso aplaudido con entusiasmo por las gentes que se sentían abandonadas de sus pastores. Fue a morir a la residencia que tiene la Compañía en Alcalá de Henares para sus miembros inválidos, que «orant pro Ecclesia et Societate». En la discreción de sus muros le siguió manteniendo con devoción hasta que un superior infame le obligó, aun allá dentro, a dejarla y a vestirse de paisano.
Fui a visitarle allí varias veces y le propuse que me dictara noticias inéditas y conspicuas acerca de los avatares de la batalla por la conservación de la sotana y de los hábitos religiosos. Hasta que un día me dijo cariñosamente: no insista usted, porque yo nunca contaré nada en contra de la Compañía de Jesús.
¡Hombre!… Luego algo tuvo que ver la Compañía en el asunto.