Manuel P. Villatoro hoy en el diario ABC: «¿Aprobarías un examen sobre el carlismo español?«. Él suspende: muy deficiente.
No es que sea novedad. Desde sus inicios, el periódico liberal y monarquicano ha precisado acomodar la historia a su orientación ideológica y a los intereses que defiende. Los seguidores de FARO recordarán el delirante desplegable «La sucesión dinástica de España« con que ABC obsequió a los suyos el pasado 3 de junio.
Dejando aparte la terminología y los títulos y ordinales mal atribuídos, que se dan por supuestos en los medios del régimen, el segundo párrafo ya da el tono y la exactitud que pueden esperarse: «Se vivían entonces malos momentos en la Península Ibérica, pues no hacía ni una década desde que los franceses al mando de Napoleón habían tratado de entrar por estos lares por las bravas». Ni una década, dice. La guerra contra Napoleón comenzó en mayo de 1808; la I Guerra Carlista, en octubre de 1833. La aritmética da 25 (veinticinco) años de diferencia: dos décadas y media. ¿Repasamos la propuesta de examen y las respuestas «correctas» de Manuel P. Villatoro?
La respuesta a 1, «¿Cuándo surgió el Carlismo?» no tiene en cuenta sus antecedentes, pero es cronológicamente casi correcta. Ahora bien: decir que «tras su fallecimiento [de Fernando VII, 29 de septiembre de 1833] se inició una disputa por su trono entre su hija -Isabel II [sic]- y su hermano -Carlos María Isidro-« es atribuir muy precoz madurez a la pobre Infanta María Isabel Luisa, que entonces contaba dos años de edad.
La pregunta 3, «¿Cuáles eran los tres principios ideológicos principales del carlismo en ámbito político, religioso y social?» resulta fantástica: ¡«principios ideológicos … en ámbito … religioso»! ¡Cuánto hegelianismo inconsciente e indigestado manejan los actuales liberales! Las respuestas están a la altura: tópicos resobados, medias verdades mal entendidas y lugares comunes insostenibles historiográficamente.
La pregunta 4 pasa de las generalidades vagas a intentar acotar: «¿Cuál era la opinión [sic] de los carlistas con respecto a la eliminación de los fueros tradicionales?». La respuesta «correcta» de ABC no tiene desperdicio, por el amontonamiento de disparates sin importar que sean contradictorios: «Los carlistas estaban en contra de las ideas liberales y, como tal, rechazaban la uniformidad política y jurídica del país. [Nótese la inversión del orden.] Por el contrario, creían en los fueros tradiciones [sic] y sus instituciones defensoras (así pues, consideraban que había que mantener las ventajas políticas que unos territorios tenían sobre otros). [Tópico jacobino tan falso como gracioso en las páginas de un periódico defensor del «Estado de las Autonomías» juanista.] A pesar de todo, la ‘cuestión foral’ (como se ha conocido a este conjunto de ideas) no fue, según los últimos estudios, una característica tan definitoria de su ideología». Inútil será explicarle que ni el Carlismo es una «ideología», ni la «cuestión foral» es un «conjunto de ideas», ni «los últimos estudios» dicen lo que él dice, sino más bien lo contrario.
Qué diremos de la pregunta 5, «¿De dónde venían los principales apoyos de los carlistas?», y de su no menos fantástica respuesta «correcta», «A-Del clero y campesinos ubicados en pequeños pueblos, todos de ideas conservadoras». (No se pierdan la posible segunda opción, también totalizadora, pero en este caso «incorrecta»: «B-De las grandes ciudades y sus gentes, de ideas novedosas y aperturistas»). Aparte de la estulticia que supone confundir conservadores (el diario ABC es conservador) con tradicionalistas, si Manuel P. Villatoro cree, siquiera aproximadamente, que todos en los «pequeños pueblos» eran carlistas y todos en «las grandes ciudades» liberales, debería considerar volver a cursar la Enseñanza Primaria.
En la 6 sigue con la matraca: «¿En qué zonas de España se hizo fuerte el carlismo?». Respuesta «correcta»: «C-Zonas habitadas en su mayoría por el pequeño campesinado y el clero». Lastimosamente no aprovechó que tanto para esta pregunta como para la anterior ofrecía la opción de respuesta «D-Todas las anteriores son válidas». Si la hubiera escogido como correcta, el periodista habría mitigado su ridículo.
Saltemos a la 9. Pregunta (preguntas, en realidad) y respuesta merecen figurar en la más desvergonzada antología del disparate: «¿Qué repercusiones trajo, a nivel militar, el carlismo? ¿Qué eran los espadones?». Responde ABC: «Ante la amenaza del carlismo, los grandes militares se convirtieron en una pieza clave para el régimen liberal. Esto provocó que los grandes ‘espadones’ (generales de importancia) se pusieran al frente de varios partidos políticos e, incluso, usaran los pronunciamientos militares para tomar el poder por la fuerza durante el reinado de Isabel II [sic]«. Extraordinario. Así que los espadones surgen «ante la amenaza del carlismo». Claro. Los espadones de antes de 1833 (todos liberales, al igual que los posteriores) y sus pronunciamientos y golpes de estado han desaparecido como por ensalmo: Evaristo San Miguel, Rafael del Riego, Francisco Espoz y Mina… «Los grandes militares», por cierto, eran realistas, luego carlistas, y fueron purgados por el gabinete Zea Bermúdez en preparación de la usurpación del trono. En su lugar ascendieron rápidamente militares incompetentes cuyo mérito principal solía ser su pertenencia a logias masónicas. Los espadones del liberalismo.
Terminamos con la pregunta 10: «¿Qué consecuencias económicas trajo consigo el carlismo para la monarquía de Isabel II [sic]?». Según Manuel P. Villatoro, la respuesta «correcta» es: «‘Los enormes gastos de la guerra situaron a la nueva monarquía liberal ante serios apuros fiscales que en gran medida condicionaron la orientación dada a ciertas reformas, como por ejemplo la Desamortización de Mendizábal’, explica José Maroto Fernández en su libro ‘Historia de España’.» Maroto, qué apellido tan sugerente… Para una explicación tan falsa como la lealtad del general del mismo apellido. Tras el golpe palaciego de fines de 1833, los liberales controlan todos los recursos económicos del Estado. También casi todo el Ejército regular. Tienen el apoyo de Gran Bretaña y de Francia. El desastroso y devastador latrocinio conocido como Desamortización de Mendizábal (de cuyas consecuencias España aún no se ha recuperado) se pone en marcha en 1835. Venía precedida de las de José Bonaparte (1809), las falsas Cortes de Cádiz (1813) y del Trienio Liberal (1820). Todas liberales. El saqueo va unido a esta (ésta sí) ideología y a este régimen.
Manuel P. Villatoro, ABC: muy deficiente.