La Sección Femenina de la Falange Española, conocida simplemente como Sección Femenina, fue constituida en 1934 como la rama femenina del partido político Falange Española que, posteriormente al Decreto de Unificación, pasaría a denominarse FET y de las JONS. Fue dirigida desde su constitución hasta su liquidación por Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, hermana de José Antonio, el fundador de Falange. Impregnada su Jefa Nacional de un ferviente catolicismo, y por la influencia de la colaboración prestada por el monje benedictino de Silos, fray Justo Pérez de Urbel, la Sección Femenina adoptó las figuras de Isabel la Católica y Santa Teresa de Jesús como modelos de conducta y símbolos de su acción.
Fundación
Cuando José Antonio pronunció su discurso fundacional el 29 de octubre de 1933 en el teatro de la Comedia de Madrid, cinco muchachitas se sintieron subyugadas por aquellas palabras que resaltaban “en medio de la gris opacidad que dominaba el ambiente político”, en palabras del ilustre historiador don Luis Suárez. Abundaba en la idea el diario orteguiano “El Sol” al calificarlo de “Pieza poética”. Cuando el 2 de noviembre, como consecuencia inmediata del discurso, se fundó Falange Española, las cinco (Pilar y Carmen Primo de Rivera, sus primas Inés y Dolores y una amiga, Luisa Mª Aramburu) acudieron a inscribirse, pero se las rechazó porque por ser mujeres y muy jóvenes, no parecía que tuvieran cabida en un grupo que ya se preveía tendría que participar en una lucha intensa. Se las indicó que podían afiliarse al Sindicato Español Universitario (SEU) que por entonces comenzaba a formarse. Pilar, Inés y Dolores así lo hicieron, coincidiendo allí con dos muchachas universitarias Justina Rodríguez de Viguri y la que, posteriormente, sería importante escritora, Mercedes Fórmica.
De este modo tan sencillo nació la Sección Femenina, un grupo femenino dentro del SEU al que se le encomendó realizar las labores de propaganda con menos riesgos, la atención a los detenidos proporcionándoles tabaco, comida, etc., a las familias de los caídos[1] y recaudar dinero. Al núcleo fundacional se unieron Dora Maqueda, Marjorie Munden, que tenía nacionalidad inglesa y María Luisa Bonifaz, que más adelante profesaría como religiosa. Este pequeño grupo al que se dio la consigna de desarrollarse muy rápidamente, no estaba destinado a ser un sector de mujeres dentro de un partido, sino una sección autónoma destinada a cobrar cada vez mayor independencia.
A finales de 1934 no se había superado el número de 300 falangistas, pero no era poco si se tiene en cuenta el peligro a que estaban expuestas. Las funciones que debían desempeñar eran cada vez más comprometidas. Estas muchachas, en general muy jóvenes, tenían que desafiar las prohibiciones de sus padres que no querían verlas correr riesgos. Pronto se les encomendaron también tareas de propaganda: éstas no consistían sólo en ordenar y distribuir los documentos sino en aprenderlos y comentarlos, identificándose con la línea señalada en el pensamiento de José Antonio. El número de muertos falangistas crecía sin cesar y la conciencia del peligro era directa y real.
La labor de la Sección Femenina, clandestina y peligrosa en gran medida, la cumplían las afiliadas haciendo cuestaciones entre los amigos, organizando rifas, vendiendo sellos de cotización u otros peregrinos objetos como las pastillas de jabón en cuyo envoltorio figura una proclama política sobre los colores rojo y negro: Por la revolución nacional-sindicalista, por la Patria, el Pan y la Justicia. Arriba España”. Para poder entrar en el locutorio de la cárcel, tenían que fingirse hermanas o novias de los detenidos, como recuerda en un informe Luisa Mª Aramburu, jefe provincial de Madrid, quien se hizo pasar por novia de uno de ellos para demostrar su inocencia.[2]
La referencia jonsista en el SEU, partidario de la respuesta violenta y la lucha en la calle, no querían mujeres en sus filas, porque querían apartarlas de esos riesgos; no obstante, el propio Ledesma Ramos tuvo que aceptar al ver que las mujeres hacían la distribución de propaganda y periódicos con menos peligro que los hombres. Nace así el Sindicato Femenino de las JONS en el curso 33/34 en la facultad de filosofía; María Dolores Galvarriato, Carmen Rico y Justina Rodríguez de Viguri se inscribieron en FE de las JONS. En diciembre de 1934 una circular firmada por el propio José Antonio estableció el estatuto de organización de la Sección Femenina, el cual estuvo vigente hasta finales de abril de 1937, es decir tanto durante la República como durante los nueve primeros meses de guerra civil.
El 11 de marzo de 1936 se produjo en Madrid un atentado contra el catedrático Luis Jiménez de Asúa, uno de los redactores de la Constitución republicana; murió uno de los policías de su escolta, pero la presunta víctima permaneció ilesa. No se pudo saber de donde partió el ataque; los autores del mismo nunca fueron identificados ni detenidos, no obstante, se achacó el atentado a Falange y tres días más tarde, sin acuerdo de Cortes ni declaración jurídica alguna, el Gobierno decretó la ilegalidad de Falange y la prisión de José Antonio y de los miembros de su Junta Política. También Alejandro Salazar y los miembros de la Junta de mando del SEU fueron detenidos.
En pocos días, más de dos mil falangistas fueron detenidos: algunos puestos en libertad al poco tiempo pero a otros se les retuvo comenzando a buscarse a posteriori algún motivo de acusación. La ilegalización de Falange fue acogida con entusiasmo por la izquierda, cuyas bases entendieron que se les daba libertad de iniciativa contra los falangistas, quizás, envalentonados por ello, el 14 de abril de 1936 el jefe provincial de Cádiz, Joaquín Bernal, fue arrastrado por las calles por una multitud ante la pasividad de la policía; abandonado y tenido por muerto, salvó, sin embargo, la vida.
La Sección Femenina hubo de hacerse cargo de toda la organización incluyendo las armas y propaganda. Lo ocurrido en Cádiz sucedió en otros sitios; la situación de Falange con José Antonio en la cárcel, el Frente Popular, instrumento claro de la Komintern para hacerse dueño del poder, y los manejos de las izquierdas, decididos a impedir la elección de candidatos derechistas, se presentaba muy complicada. Comenzó a asumir la misión de enlace en la clandestinidad, a pesar de la mayor dificultad que conllevaba. La policía efectuaba centenares de registros en las casas de los afiliados y en la mayor parte de los casos introducían pruebas para imputarles por hechos de los que no habían sido acusados en el momento de la detención.
Desde la cárcel José Antonio recomendaba a sus seguidores que se abstuviesen de participar en ninguna clase de conspiraciones, pero el 13 de mayo coincidieron con un grupo de Chíbiris[3] que pretendieron obligarles a cantar “La Internacional”; al negarse, fueron objeto de agresión y uno de ellos, Juan Cuéllar, un muchacho de 18 años, resultó muerto de una pedrada. Numerosos afiliados de Falange decidieron vengarle y en la refriega resultó muerta una chíbiri, Juanita Rico. “Mundo Obrero” propaló la noticia de que entre los asaltantes estaba Pilar Primo de Rivera, lo que era falso, pero sirvió para hacer circular una consigna de muerte contra ella y contra Alberto Ruiz Gallardón[4]. Fernando Primo de Rivera, el menor de los hermanos, asumió la dirección de la Falange hasta el 12 de julio en que también fue detenido. Sería asesinado en la Cárcel Modelo de Madrid. Se había entrado en la espiral de violencia, que nadie iba a poder detener, la ley y el orden desaparecieron en aquel verano, antes del alzamiento.
Pilar, de refugio en refugio, trataba de mantener la unión y el espíritu del Fundador. Las mujeres asumían cada vez labores más expuestas: pasaban porras y pistolas y se encargaron de recoger un envío de armas que, de fuera de España, mandaba Marjorie Munden, del que los falangistas de Valladolid no pudieron hacerse cargo por resultar detenidos. Realizaron labores de espionaje, “Elena dio a luz un hermoso niño”, la consigna por la que comunicaban la inminencia del alzamiento. Elena Medina comunicó a Raimundo Fernández Cuesta las instrucciones de Mola que llevaba ocultas en una hebilla del vestido y María del Llano Marcos, pudo hacer llegar a José Antonio, ya en Alicante, la noticia de que en la mañana del 17 de julio había comenzado la insurrección del Ejército en Marruecos.[5]
Ante el fracaso madrileño, organizaron un sector muy original, sostenido, en principio, exclusivamente por mujeres, la llamada por las izquierdas “quinta columna”. Se trataba del Auxilio Azul, antítesis del Socorro Rojo de los comunistas, cuyo objetivo era facilitar comida, documentación falsa y traslado a escondidas hasta las embajadas a aquellas personas que corrían gran peligro. María Paz Unciti dirigió, entre agosto y noviembre de 1936, estas peligrosas misiones hasta que fue capturada mientras organizaba la fuga de un falangista por lo que murió fusilada. Generosamente, su hermana Caridad tomó el relevo. Falsificaron cartillas de racionamiento, buscaron víveres y ropa y cooperaron con el padre José García Lahiguera (vicario en funciones) proporcionando domicilios particulares para la celebración de misas, bodas y bautizos, que ya se sabe, estaban prohibidos.
Pilar, huyendo de sitio en sitio, consigue refugiarse en la embajada argentina. José Antonio en la cárcel de Alicante, aislado, sin contacto siquiera con sus familiares más cercanos que se habían instalado allí para poder mantener las relaciones que estaban permitidas y que fueron encarceladas en el antiguo reformatorio de dicha ciudad. Así las cosas, Pilar quiso desplazarse a Alicante, pero se lo impidieron por el inminente riesgo que suponía. También se intentó en varias ocasiones rescatar a José Antonio. Joachim von Knobloch, cónsul alemán honorario en Alicante y representante de la naviera Slomann de Hamburgo tomó parte muy activa en ello. En la última tentativa, Franco (en contra de lo que algunos autores atribuyen), intervino directamente ordenando que se hiciera todo lo posible para rescatar al Fundador, disponiendo que se reuniese la enorme suma[6] de tres millones de pesetas en monedas de plata que un enlace había señalado como monto total. El comandante del “Graf von Spee”, Otto Ciliax, se entrevistó en el buque con Jesús Monzón, comunista, gobernador civil de Alicante y se propuso un canje y como mediador al Gobierno británico. Franco ofreció a Graciano Antuña, diputado socialista por Asturias, además de los mencionados tres millones de pesetas[7], pero todas las gestiones resultaron inútiles, la sentencia estaba predeterminada y José Antonio fue fusilado el 20 de noviembre de 1936.
Para entonces habían comenzado a escribirse algunas de las páginas heroicas con Carmen Tronchoni en Barcelona, María Paz Unciti en Madrid, o Carmen Werner en Málaga. En enero de 1937 celebran en Valladolid su I Consejo Nacional. De las 2.000 afiliadas se había pasado a 60.000, se habían creado lavanderías, aún en los ríos, se prepara a enfermeras con cursos acelerados antes de pasar a desarrollar su trabajo en los frentes y se trabaja sin cesar en los talleres haciendo calcetines, chalecos, guantes…., se ayuda a las familias necesitadas y se organizan también Secciones Femeninas en el extranjero.
El Decreto de Unificación supuso una convulsión para falangistas y carlistas ya que ninguno de los dos grupos lo aceptó, especialmente los segundos, al comprobar la proporción minoritaria que les correspondía: la Delegada Nacional de la Sección Femenina seguiría siendo Pilar, Mercedes Sanz Bachiller, también de FE, figuraba como Delegada de Auxilio Social y María Rosa Urraca Pastor, procedente de las filas carlistas, fue Delegada de Frentes y Hospitales. Pilar, que tampoco fue partidaria de la unificación en un principio, llegó a la conclusión de que no quedaba otro remedio que aceptarlo con la mejor voluntad, de modo que redactó un llamamiento a las mujeres del País Vasco y Navarra que eran las regiones con mayor número de “margaritas”[8] opuestas a la integración, tratando de convencerlas de que compartían muchos valores como Religión y Patria y se justificaba de los pocos nombramientos entre ellas, por la sencilla razón de que no le fueron propuestos.
El Gobierno cedió el castillo de la Mota el 30 de mayo de 1939 para que en él se instalara la Escuela Mayor de Mandos, pero eso añadía una responsabilidad difícil: la de buscar dinero y medios para convertir las magníficas ruinas en un lugar confortable. En esos actos de Medina se puso en marcha un sistema de recompensas: la Y de Oro, la más alta distinción a que podía aspirar cualquier afiliada, cuando los hechos recompensados implicaban un sacrificio heroico en beneficio de la Patria; la Y de Plata, cuando los actos señalados: prisión, muerte o herida en acto de servicio, habían sido sin decaer la moral ni el espíritu de servicio; la Roja, si por espacio de tres años se hubiesen prestado servicios continuados y beneficiosos para la Organización, con superación ejemplar. Franco impuso a Pilar Primo de Rivera la primera Y de oro y la de plata a todas aquellas que, de alguna manera, habían contribuido al esfuerzo de guerra. La relación oficial de camaradas caídas de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. figura en el archivo de la Sección Femenina, fechado el 10 de octubre de 1941.
DULCE ET DECORUM EST PRO PATRIA MORI (Horacio) (Dulce y honroso es morir por la Patria)
Condecoradas con la Y de Oro:
Mª LUISA TERRY DE LA VEGA: Jefe local de la Sección Femenina en Cádiz, enlace entre todas las secciones, perdió primero a su novio, Eustaquio Ávila y Taylor que había muerto en combate defendiendo posiciones nacionales bajo el mando de Manuel Mora Figueroa; entonces ella misma se fue a servir como enfermera en líneas avanzadas y así murió, en medio de una acción de guerra en las cercanías de Griñón.
Mª PAZ MARTÍNEZ UNCITI: Junto a su hermana Carina participa en las labores de Auxilio Azul, siendo ella la precursora, se dedican en cuerpo y alma a paliar con medios materiales y espirituales, todo el dolor y necesidades de los perseguidos, encarcelados y soldados en el frente. Reparten víveres, lavan sus ropas, cosen, organizan misas clandestinas, bautizos, piden dinero, buscan escondites, colaboran en fugas, van a las prisiones una y otra vez. El 1 de noviembre Mª Paz acompaña, fingiendo ser novios, a un camarada falangista a la Embajada de Finlandia para ocultarle, pero los detienen y la llevan a la terrible checa de Fomento. En el procedimiento sumarísimo que se le incoó, fue condenada a muerte, pena que le proponían evitar si daba el nombre de siete compañeros, pero, naturalmente, lo rechazó con una contestación espectacular:”En la Falange no morimos: Pasamos de la guardia en la tierra a la guardia de los luceros. Allí están los mejores y con ellos trabajaré por nuestra España”.
CARMEN TRONCHONI SORIA: Tenía 22 años y, aunque era valenciana, estaba inserta en la organización que en Cataluña preparaba la fuga de perseguidos nacionales. Conoció a dos oficiales del ejército, Bielsa y García Bravo y organizó para ellos el paso del Pirineo, pero un hermanastro suyo, comandante rojo y una supuesta amiga que pertenecía al contraespionaje republicano le tendieron una trampa y fue detenida y condenada a muerte.
ROSA BRÍOS GÓMEZ: Operadora de la centralita de Alcañiz (Teruel) que resistió en su puesto hasta el fin de la batalla. Acusada de haber pasado información a los nacionales, fue fusilada.
FRANCISCA MAGDALENO DE LA HOZ: Al comienzo de la guerra fue interrogada para que denunciase a sus compañeros de partido. Se negó a hacerlo y la asesinaron en agosto de 1936. Era natural de Reus y en su honor la Diputación de Tarragona creó un premio destinado a la provincia que destaque en la labor de cátedras ambulantes de la Sección Femenina. Era “margarita”, es decir, tradicionalista.
AGUSTINA SIMÓN SANZ: También, margarita, de Zaragoza, estaba de enfermera en el Seminario de Belchite, convertido en hospital, y en la heroica defensa que del mismo hicieron los Requetés Aragoneses del Tercio de los Almogávares fue hecha prisionera. Estaba vestida ya de forma andrajosa, como el resto de los defensores, de manera que nadie podía averiguar que pudiera ser mujer, pues sus ropas femeninas habían sido convertidas en vendajes para los heridos. Llevada en un camión con los prisioneros, que no habían querido rendirse sino reducidos a la fuerza, fue fusilada junto con los Requetés y enterrada con ellos en la misma fosa. Aseguran que el enemigo le ofreció la vida a cambio de sus servicios como enfermera: -«Si prometes ser enfermera en nuestros hospitales, esta noche no te fusilaremos». Contestó toda resuelta, sin quitarse la boina colorada. -«Conforme, si me garantizáis por escrito que me autorizaréis a rezar el Rosario en los hospitales, juntamente con vuestros enfermos y heridos». Como contestación se oyeron unas blasfemias, pero ella rechazó la oferta diciendo. «NO ME SEPARO DE MIS REQUETÉS». No quiero nada con los enemigos de Dios y de mi Patria. En el momento del fusilamiento por las tropas ROJAS extranjeras fue ella quien grito ¡VIVA ESPAÑA Y VIVA CRISTO REY!
JULIA SÁENZ: Una de las fundadoras de la Sección Femenina, extremeña alegre y generosa. El 4 de septiembre de 1936, solicitó un puesto de vanguardia y salió de Cáceres con la Tercera Bandera.
Condecoradas con la Y de Plata:
SAGRARIO MURO ÁLVAREZ: Nació en Toledo en 1919, Mlitante falangista, Jefe Provincial de la Sección Femenina de la Falange en Toledo. El día 18 de septiembre de 1936 estaba anunciado por las autoridades marxistas como la fecha en que tendría lugar el estallido de la mina que habían colocado en el subsuelo del Alcázar. Se aconsejó a los habitantes de Toledo que saliesen de sus casas del casco histórico para alejarse de la ciudad buscando un refugio seguro, por el peligro que podría originar para la población el estallido de la citada mina. Muchos que estaban escondidos para evitar ser asesinados por los rojos, tuvieron que salir de su encierro, lo que supuso su inmediata muerte. Sagrarito también salió de su domicilio de la calle de la Plata, con su madre y su tía, al igual que casi todas las personas de Toledo para buscar un lugar retirado y más seguro.
De regreso a su casa, cuando ya iban por la calle Real, después de haber accedido a la ciudad por la Puerta del Cambrón, un miliciano rojo las reconoció, alertando a las milicianas que merodeaban por allí:
– ¡Andad con ellas, que son fascistas!
El grupo de mujeres marxistas comenzó a gritar:
– Ahora debemos ser nosotras las que nos dediquemos a matar a los «fascistas» que quedan por ahí. Estas son fascistas, ¡míralas como se «persinan»! (sic)
En efecto, con un movimiento reflejo de la costumbre, tía y sobrina se habían santiguado al pasar delante del Templo de las Carmelitas Descalzas. Las milicianas, se arremolinaron alrededor de las tres mujeres. Las vejaron e insultaron, las agarraron del pelo, las lapidaron con cantos rodados de grueso calibre que iban arrancando del empedrado de las calles, y como si todo ello aún fuese poco, igual que de peleles se tratara, la emprendieron a puñetazos con ellas y con palos y estacas. La agresión recibida fue tan brutal y violenta que, perdidas ya toda fuerza y resistencia, cuando comenzó a desfallecer, en su agonía seguía repitiendo cada vez con menor intensidad y fuerza: “¡Arriba España!” “¡Arriba España!”, hasta que, finalmente un miliciano, entre sonrisas y carcajadas compartidas con otros compañeros, se acercó y le dio el tiro de remate a bocajarro y en la nuca. Manchadas y empapadas de sangre fueron despojadas de sus ropas y joyas.
CARMEN MIEDES LAJUSTICIA:
Carmen, doctora en Medicina, era muy querida y conocida entre los humildes y los pobres de Toledo, a quien atendía con cariño y gratuitamente, con todo entusiasmo. En 1934 se atrevió a declarar como testigo ocular de un crimen cometido en la persona del trabajador Moraleda durante una huelga en el mes de agosto y desde ese momento, fue amenazada de muerte. A pesar de las presiones y amenazas que sobre ella se ejercieron, no vaciló en presentarse ante el Tribunal y reconstruir milimétricamente los hechos que presenció. Las once secciones que duró el juicio fueron de gran tensión para Toledo. Se temía que las personas que tenían que testificar en el, acobardados por las amenazas de los socialistas eludiesen declarar y el crimen permaneciera impune. El temor era fundado, pues hubo retractaciones increíbles y hasta testificaciones tan incompletas que parecían perjurios.
Gracias a la colaboración de Carmen, se dictó una justa sentencia, de fecha 4 de octubre de 1934, contra los compañeros de Moraleda condenando a treinta años de cárcel a cada uno de los tres asesinos actuantes. Los procesados fueron defendidos por el Jefe Provincial del Partido Comunista, Virgilio Carretero. Y fue ese mismo día 4 de octubre, cuando Carmen empezó su calvario. La insultaban por la calle, la amenazaban en los mítines y marchas y en las manifestaciones públicas socialistas, y por todo Toledo se oía cantar unas ignominiosas coplas que decían:
“A los presos de Chinchilla// les vamos a regalar//
la cabeza de la Miedes//para jugar al billar//
La cabeza de la Miedes// pronto la vamos a ver //
colgadita de un farol//en medio de Zocodover”.
Tras las elecciones de febrero de 1936 que dieron triunfo al Frente Popular, fueron muchos los criminales a los que se les permitió salir de las cárceles. Al llegar a Toledo los asesinos de Moraleda, les ofrecieron agasajos y festejos; uno de ellos era entregarles la cabeza de Carmen Miedes, según rezaba el estribillo de la canción.
Cuando la familia Miedes se enteró de las intenciones que tramaba la chusma, lo denunció al Gobernador Civil (José Vega López), quien, cínicamente, les respondió, “que lo menos que él tenía que conceder a los vencedores del Frente Popular era la cabeza de una mujer si se la pedían”.
Estalla la guerra civil. El 22 de julio de 1936, la familia se dispersó. Sus hermanos, Mariano, y Joaquín, entraron en el Alcázar; a su hermano Luis, -abogado-, ya le habían asesinado poco antes y su padre, don Mariano, fue acribillado a balazos ese mismo día en su droguería de la calle del Comercio. Las balas le hirieron mortalmente, aunque no lo remataron. Quedó desangrándose y con vida durante las veinticuatro horas siguientes. En el momento de su muerte, lucía en el pecho su insignia de veterano de la Guerra Carlista.
En la saca del 23 de agosto, fueron asesinados los otros dos hermanos de Carmen, José y Jaime. Su madre, doña Petra Lajusticia, murió de tristeza al cumplirse un año del asesinato de su esposo. Tan sólo sobrevivieron milagrosamente a la tragedia y exterminio familiar su hermana Petra, que era farmacéutica, Mariano, que salió con vida del Alcázar, y Joaquín, aunque éste moriría años más tarde combatiendo en la División Azul.
Carmen también tenía pensado entrar el día 22 en el Alcázar, pero antes, decidió ir a visitar a una paciente, la hija enferma de una familia conocida la cual le rogó que en vez de refugiarse en el Alcázar, se quedara a vivir con ellos para atenderla pues la niña precisaba atención médica constante, y que ella, Carmen, sería considerada un miembro más de la familia. Gracias a los desvelos y a la profesionalidad de la doctora, la niña entró en una fase de franca recuperación. Al verse los padres aliviados por la mejoría de su hija, y teniendo miedo de que los marxistas descubriesen que Carmen estaba con ellos, le dijeron que tenía que abandonar la casa porque les podía comprometer y el 3 de agosto la echaron a la calle… Quedó detenida junto con el grupo de monjas de San Juan de la Penitencia.
Estando rezando el rosario con las monjas dominicas y jerónimas llegaron los milicianos para asesinar a Carmen. Ésta llevaba un crucifijo grande, era su compañero inseparable, y un escapulario con los cordones tan a la vista que se lo advirtieron las monjas. Ella contestó: “Conmigo anduvo siempre y no me lo quitaré, aunque me maten”. El presidente del Comité rojo le había prometido mandarla a
cuidar a una enferma, cosa que recelaba creer, pues a las monjas les dijo “Me llevan para matarme”. “Enséñenme un acto de contrición breve. Y si no, empezaré el Credo y hasta donde llegue”, añadió.
Al llegar los milicianos armados, se adelantó uno sin armas, y pronunció su nombre y apellidos. Salió escoltada por seis milicianos armados, tres a cada lado, a pasos presurosos por una puerta trasera. Pronto las monjas oyeron la descarga fatal. Su cadáver quedó allí durante todo el día insepulto, compadecido por muchos que lamentaban la muerte de quien a tantos había librado de ella, y profanado por algunas miserables mujerzuelas que registraron sus ropas y exhibían luego como un trofeo lo que en ellos habían encontrado. Los marxistas nunca perdonaron a Carmen la valentía de su testimonio en el juicio contra los asesinos de Moraleda. La odiaban también por ser una persona honrada, profundamente religiosa y por preocuparse y cuidar desinteresadamente de los pobres.
VICENTA E INMACULADA CHABÁS RIERA: Sobrinas del historiador valenciano don Roque e hijas del abogado don José quien al no poder impedir su detención ni su condena a la última pena, murió de amargura a los pocos días. Estas jóvenes fueron las que pudieron sacar la última fotografía de José Antonio en la cárcel de Alicante.
CASILDA DE CASTELLVÍ Y TRÉNOR: Baronesa de Estivella, JESUSA y JULIANA LACAMBRA LEJARRETA de Barbastro, y MARINA MORENO TENA, de Huesca, quien al tratar de rescatar el cadáver de un falangista que yacía en una cuneta, cayó en una trampa vil. Salieron los milicianos de su escondite, la detuvieron y asesinaron en el acto.
ROSA FORTUNY RAMOS y SARA JORDÁ GUALTER, asesinadas por pertenecer al Socorro Blanco de Barcelona ( anteriormente, habían fusilado a sus maridos). MARÍA LUISA GIL CALVERA, CATALINA VIADER FORNS, CARMEN VIDAL ROVIRA, (Tradicionalista), JOAQUINA SOT DELCLOS y MARÍA MIRA CALDERÓN, junto a ALBA BOSCH, fueron torturadas para que delataran a quienes tomaban parte en operaciones de fuga de personas perseguidas en Cataluña. Fueron fusiladas en Montjuich, el 11 de agosto de 1938.
OLVIDO SERRANO IRIONDO, CARMEN CABEZUELO, JOSEFINA MARÍA ARAMBURU, ANA VILLEGAS REDONDO, ANA MARÍA GARNICA, CONCEPCIÓN GARRUDO, LUISA COBO MOLDES (de Lago de Carrucedo, León), MARÍA SUÁREZ (de Infiesto, Asturias), SAGRARIO DEL AMO, de Valladolid, PILAR MADRAZO, de Barruelo, Palencia), y TERESA y MARÍA RIBERA BALSELLS y FRANCISCA SALTO CASTAÑÉ, de Espluga Calva, Lérida.
Por último, entre las condecoradas con medalla de Plata encontramos a dos hermanas jefes de FE en Madrid. Se trata de las HERMANAS SORIA VIEJO: ANGELITA y MATILDE. El padre, don Simón Soria Celayeta, natural de Pamplona, era capitán retirado y por esta circunstancia, unida a la vinculación a FE de las hijas, hizo que sufrieran muchos registros. En uno de ellos, violentísimo, según declara la esposa y madre, miembros de la CNT se llevaron el sable del uniforme militar de su marido, así como la Cruz de San Hermenegildo que le tenían concedida y a él mismo junto a su hija de 15 años Carmen, por tratar de defenderle, a ella le otorgarán la medalla Y roja. Desaparecieron los dos en un coche en dirección a las Vistillas. No supieron más de ellos.
Tres días más tarde, el 22 de octubre de 1936, volvieron de nuevo los anarquistas preguntando por Angelita y Matilde, la primera de las cuales exigió a los que se decían policías que se identificaran, aunque es bien sabido que también lo hizo Calvo Sotelo, obteniendo el mismo resultado. Las detuvieron y según el testimonio de la hermana pequeña, Pura, que se subió a la trasera del coche hasta que le fallaron las fuerzas y se cayó del mismo, las llevaron en dirección a la estación del Norte. Es cuanto pudieron saber por más averiguaciones que intentaron.
Condecoradas con la Y roja
MARÍA DE LA CRUZ JIMÉNEZ, de 17 años a quien los milicianos persiguieron hasta la iglesia de Carrascalejo de la Jara (Cáceres) donde se refugió. Allí, sin respeto a haberse acogido a lugar sagrado, entraron, la detuvieron y asesinaron en el acto.
DOLORES PLÁ, estudiante del SEU, EUTIMIA MUÑOZ de Teruel, FRANCISCA RIVAS PARDO, de Ferrol y MARÍA CASTÁN DE RIVAS de Caspe (Zaragoza). De Moreda (Asturias) encontramos a LUZ MADERA PENA, ROSARIO VÁZQUEZ LLANEZA, ELENA DÍAZ FERNÁNDEZ y JOSEFA FERNÁNDEZ ALONSO y de Reinosa (Santander) BALBINA L. ROBLEDO.
AMELIA ABAD CASASEMPERE, (Tradicionalista), presidenta de la sección de Moralidad en Acción Católica de Valencia, y FLORENCIA CAEROLS MARTÍNEZ, ambas han sido beatificadas.
De Madrid lo fueron, además de la pequeña CARMEN SORIA VIEJO, mencionada anteriormente, GREGORIA GARCÍA, ESPERANZA SANCHO, PILAR CASTRO, CARMEN Y ELIA G. DE AGUILAR Y MARÍA DOLORES MOYANO.
El final de una era
El 20 de diciembre de 1973 al producirse el asesinato de Carrero Blanco, pieza fundamental e insustituible del régimen, con un Franco ya mayor y enfermo, empiezan a desvelarse profundas divisiones en el Gobierno de Arias Navarro. Se toman medidas como la Ley de prerrogativas que a personajes perspicaces como al Ministro Secretario General, Utrera Molina, le provocan alarmas, no solo por los proyectos de reconocimiento de socialistas y comunistas, sino porque la mencionada ley permitía que la Jefatura Nacional del Movimiento y la Presidencia del Consejo Nacional que ostentaba Franco, fueran transferidas al Presidente del Gobierno. Ante la enfermedad irreversible de Franco, “el Régimen parecía un barco que navegaba después de haber sido desarbolado”[9]. Utrera Molina que ya estaba profundamente decepcionado, comprendió que era necesario vigorizar las instituciones del Movimiento para situarlas en posición eficaz de defensa, pero las distorsiones que se producían en el Gobierno hicieron que Licinio de la Fuente, Ministro de Trabajo, presentara su dimisión. Arias aprovechó la coyuntura para desembarazarse de quienes se le resistían. Ruiz Jarabo y Utrera Molina fueron cesados. Este cese fue considerado por la Sección Femenina como un golpe a muchas de sus esperanzas.
Llenas de incertidumbre llegan al 16 de diciembre de 1975, momento en el que el Rey Juan Carlos recibe al Consejo Rector de la Sección Femenina en el Palacio de Oriente. Pilar ofreció la adhesión de la Sección Femenina, hizo la alabanza del Caudillo a quien tanto debían y, por último, invocó la ayuda de Dios declarándose en permanente actitud de servicio. Juan Carlos respondió con un breve discurso en tono afectuoso:
“Si vuestra política es una política de servicio, ya os digo que esa es también mi política: el servicio a España, el servicio a todos los españoles. Y si decís que seréis fieles a Franco por la común empresa realizada con él y por todo lo que le debéis, aún más fiel debo serle yo, que le debo más que nadie. Yo sé de vuestra lealtad, y contamos la Reina y yo con vosotras para la tarea de hacer esta España Una, Grande y Libre, que todos deseamos”[10].
A pesar de sus palabras, quince meses y medio después, el 1 de abril de 1977, a los treinta y ocho años de aquella Victoria, a la que tanto contribuyó, la Sección Femenina fue suprimida por un Decreto que firmaban el Rey Juan Carlos I y el Presidente Adolfo Suárez González, aquél que había sido Ministro Secretario General del Movimiento.
[1] Ya antes del 18 de julio de 1936 tuvieron bajas por defender sus ideas. Entre ellos: José Luís de la Hermosa, Juan Jara, Tomás Polo Gallego, en 1933 y en 1934, Nemesio García Pérez, Francisco de Paula Sampol Cortés, José María de Oyarbide, Manuel Baselga de Yarza , Vicente Pérez Rodríguez, Matías Montero y Rodríguez de Trujillo, Ángel Abella García, Ángel Montesinos Carbonell, Jesús Hernández Rodríguez, Juan Cuéllar Campos. Todos, solo por defender sus ideas. José Antonio les había pedido que no hubiera represalias, a pesar de contar con los caídos antes nombrados y con centenares de heridos en sus filas. A partir de junio de 1934 la situación cambió, tocaba defenderse de los agresores.
[2] Luis Suárez Fernández: “Crónicas de la Sección Femenina y su tiempo” p. 37
[3] Grupos de pioneros frentepopulistas, ataviados con pañuelo rojo, al modo de los boy scouts.
[4] Alberto Ruíz Gallardón, de 23 años, soltero y vecino de Madrid, vivía en la calle de San Mateo 8 con sus padres, (Víctor Ruíz Albéniz y Julia Gallardón Gutiérrez) pero dada la inseguridad que se vivía en Madrid, se refugió en casa de unos amigos (c/Sagasta 4), donde fue detenido y llevado a la checa de Bellas Artes con los demás, y de allí sacado y asesinado el día 13 de agosto de 1936. Su cadáver apareció identificado en el cementerio de la Almudena o del Este, así llamado en aquella época. Este señor era hermano de don José María Ruíz Gallardón, padre del actual ex-ministro de Justicia.
[5] Ibidem p. 50
[6] Se trataba de una cantidad de dinero tal de dinero que tocaba las disponibilidades en el bando nacional
[7] Ibidem p. 53
[8] El origen de las Margaritas se encuentra en la última guerra carlista. Debe su nombre a la esposa de Carlos VII, Doña Margarita, llamada el Ángel de la Caridad por sus labores sanitarias en los hospitales de campaña, principalmente en el del monasterio de Irache, cerca de Montejurra (La Montaña Sagrada de la Tradición). Las margaritas realizaban generalmente sus actividades en los domicilios e instituciones benéficas de la ciudad como las Hermanitas de los Pobres, la Casa de Misericordia, Hospitales y puestos sanitarios, talleres roperos, para confeccionar uniformes, comedores y almacenes de alimentos, acompañamiento en algún caso a una partida de requetés toda la guerra, distribución de medallas y “detentes” o “detente bala”, escribir a los requetés como madrinas de guerra, almacenamiento y fabricación de armas y explosivos, servicio como “cartero” en pueblos donde había muerto éste, visitas a los tercios para darles ánimo, etc.
[9]Luis Suárez Fernández: Crónica de La Sección Femenina, p. 481
[10] Ibidem p.485