«Señor Pablo Iglesias:
No me preocupa su coleta perfectamente desaliñada al estilo hipi de los 60, ni esa eterna camisa blanca planchada deprisa, ni sus zapatos de progre de los 80, ni que le encante «La estaca», tan pasada como el cara al sol, porque algunos avanzamos y dejamos atrás lo que ya no puede arreglar el presente ni el futuro, como los dictadores y el comunismo de Lenin.
En mis 42 años de profesión he aprendido a leer en las caras de las personas, y he de decirle que la suya me preocupa. Es una máscara perfecta de cinismo, cultura y despotismo, no ilustrado, donde la ternura no tiene espacio, ni los sentimientos como la vergüenza o la compasión. Su mirada nunca mira a nadie, porque está por encima de los demás, y siempre ataca por temor a ser atacado, sin escuchar ni a los suyos que discrepan de usted, pero las sillas de ruedas no le impiden seguir con la mirada en el futuro con el que sueña para usted, en nombre de los demás, algo que ya hemos vivido muchas veces.
Me ilusionó, y en poco tiempo con su conducta me ha vuelto a la cruel realidad. Parece mentira que un profesor tan culto en política no sepa que estamos manejados por altas esferas que posiblemente cuenten con usted para seguir con este proceso mundial de desestabilización que corre como la pólvora. Si me coge usted con veinte años sería un loco fans de sus ideas, pero ya conozco al lobo con piel de cordero y tienen un tufo muy peculiar.
Ya me han cerrado muchos teatros, no se preocupe, si llega al poder contaré con ello, porque veo que las críticas no le sientan bien del todo, pero no me marcharé como otros artistas que en vez de luchar en su patria se marchan a quejarse fuera pagados por el altruismo que usted conoce bien. Señor Pablo Iglesias deseo de todo corazón que no camufle sus ideas tras cortinas de seda iraní ni las aliñe con arepas sin carne, que son como buñuelos de aire. Me duele escribirle esto, porque sigo siendo un utópico idealista, pero cada vez que veo unas declaraciones suyas me siento engañado como una colegiala con su «profe» gay de literatura. «Me gusta Podemos», no me gusta usted.
P:D: No se moleste en llamarme facha, rojo de mierda o cualquier otra lindeza de su vocabulario de los 60 de la facultad de económicas, ya me lo han llamado antes muchas veces, sin reconocer jamás que no me conocían.»