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Notas sobre griegos y cristianos

  (una respuesta al articulo de Thibault Isabel )


Hoy, el hombre de nuestros días se encuentra con una disposición de medios casi infinita para su conocimiento pero, parece ser, que cada vez se extraña más de sí mismo. Esto lo decía muy bien el filósofo italiano Augusto del Noce(1910-1989): La característica de nuestra época es aquella singular unión entre la máxima perfección en los medios y la máxima confusión respecto de los fines [1].

Se nos preguntará: ¿Para que queremos hablar a comienzos del siglo XXI  sobre las diferencias más notables entre griegos clásicos y cristianos?. Para buscar el esclarecimiento a través de los fines.

El gran filólogo de la primera mitad del siglo veinte Wilamowitz [2] ha hecho notar que la palabra theós que sirve para designar el concepto de Dios en los griegos “tiene primordialmente un valor predicativo”.

Es decir, los griegos no afirmaban primero la naturaleza y existencia de Dios como van a hacer luego los cristianos, cuando enunciaban sus atributos afirmando: Dios es amor, Dios existe o Dios es bueno. Para los griegos, por el contrario, al tener el término theós  antes que nada un valor predicativo, afirmaban: El amor es theós, es decir, el amor es un  dios o la victoria es un dios.

 

Lo que querían significar cuando afirmaban que  el amor es un dios, es que hay cosas más que humanas no sujetas a la muerte, es decir,  eternas. Y además, al sostener que el amor es un dios están los griegos afirmando que lo divino no puede revelarse sino a través de un experiencia.  “Experiencia, aquí significa, que los dioses no pueden ser objeto de una invención, ni de una creación del espíritu ni de una representación” aclara Friedrich Georg Jünger en su prólogo al libro de Walter Otto: El espíritu de la religión griega antigua [3].

La segunda gran distinción entre griegos y cristianos es la relación entre Dios y el mundo. Para los griegos, que son politeístas los dioses no trascienden el mundo. Habitan y viven en la naturaleza y sus hábitos son similares a los hombres. Sus luchas y amores inmortalizadas por Homero, Hesíodo y los grandes clásicos del teatro griego nos lo muestran de continuo.

Por el contrario, el Dios cristiano es uno, son monoteístas, y además transcendente al mundo. Dios y mundo son antitéticos. Dios tiene en grado eminente las mejores virtudes de los hombres. Así, si el hombre es bueno, Dios es la bondad. Si el hombre es amante, Dios es amor.

Esta trascendencia infinita la salva la teología cristiana introduciendo la noción de participación, así el hombre participa de la naturaleza divina a través de su alma, que es lo divino en él y lo que lo constituye: anima forma corporis.

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Aparece acá la aguda observación del filósofo español Zubiri cuando afirma: “Para el griego existen el cielo y la tierra; para el cristiano, el cielo y la tierra son el mundo, sede de esta vida: frente a ella la otra vida. Por esto, el esquema cristiano del universo no es el dualismo “cielo-tierra”, sino “mundo-alma”  [4].

La tercera de las diferencias entre griegos y cristianos se da en orden a las fuentes.

Así, la religión griega no es la religión de la doctrina correcta. No tiene ningún libro sagrado cuya adecuada interpretación fuese el saber de los sacerdotes [5], como sucede con la religión cristiana que posee el Antiguo testamento que comparte con los judíos y el Nuevo testamento, que le pertenece particularmente.

Al no tener la religión griega un libro sagrado, lo que hace la ilustración griega con la crítica del mito, no es ninguna oposición real a la tradición religiosa. Lo que realiza es una reinterpretación a través de la filosofía, su invención más genuina, a partir del siglo VI. Esto explica porque en Platón se mezclan la filosofía y la tradición religiosa.

La vieja verdad(los mitos religiosos) y la nueva comprensión (la filosofía) son una sola cosa. El paso del mito al logos no es algo traumático sino una consecuencia natural del propio desarrollo histórico político, cultural del pueblo griego.

La religión griega tiene su esencia en el culto público y la tradición mítica. La religión cristiana perdió el culto público a partir de la Reforma y el Iluminismo para quedar reservada a culto privado. En tanto que la tradición hermenéutica sólo es respetada en parte, y solo en parte, por el catolicismo, cuando acepta el magisterio de la Iglesia.

La cuarta diferencia la encontramos en el sentido de la historia. Así para los griegos ésta es circular mientras que para los cristianos es lineal.

La circularidad griega con su eterno retorno de lo mismo se manifiesta en la teorías de la mnemtenpsicosis o transmigración de las almas- limitada a los seres vivos- o como en la del aión, referida al mundo y su acontecer. Los grandes pensadores cristianos –Nimio de Anquín, Carl Schmitt, Gilbert Durand-  van a recurrir al concepto de eón y explicar así los grandes ciclos a través de las figuras emblemáticas de Zaratustra, Sócrates y Cristo.

Es interesante notar como los términos aión y iuvenis, eternidad y juventud tienen la misma raíz (ayu-yu), que expresa la eternidad como una perenne juventud, como movimiento cíclico. El eón griego es una gran unidad no normalizada de tiempo que indica una plenitud completa.

Puede leer:  La verdadera tragedia de Melilla ... y Ceuta

Para el cristiano, por el contrario,  el eón es Cristo, como plenitud del hombre. Para el griego la inmortalidad se logra cuando, al decir de Aristóteles “un hombre engendra a un hombre”  en tanto que para el cristiano la plenitud se logra en la salvación por Cristo. La salvación y por ende la inmortalidad para el cristiano es personal, en tanto que para el griego la inmortalidad, en el mejor de los casos, es de la especie. Tal como afirma el Estagirita.

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El sabio del mundo griego, el sophós, detiene su mirada en el espectáculo de la totalidad y se detiene asombrada sobre ella, para luego dar una explicación. La admiración, “el darse cuenta” (thaumázo) es el principio del saber, y su sabiduría consiste en vivir conforme a la Naturaleza (homologoumenos tee physei zeen).

El sabio del mundo cristiano, el santo, que tiene mucho de oriental, interpreta el sentido profundo de los acontecimientos a la luz del datum revelado. Su sabiduría consiste en ir más allá de la naturaleza, en sobreelevarla. De todas maneras existe una profunda diferencia entre el santo y el sabio oriental, pues éste último funda su sabiduría en el presagio y aquél no.

La quinta diferencia se da en torno a la muerte y es un poeta alemán Theodor Däubler(1876-1934) quien nos recuerda el rasgo típico de asunción de la muerte para los griegos cuando nos dice: Las plantas nos enseñan el morir suave de los paganos. Los estoicos y su idea del suicidio como un sacramento laico y humanista es la que mejor la representa.

Por su parte la muerte para los cristianos es el final de la vida como peregrinación terrena y consecuencia del pecado original y su sentido último es “estar con Cristo”(Flp.1,23). Los cristianos envueltos en formas sacramentales consideran a la vida como una donación de Dios que debe ser conservada para su honor y salvación. El cristiano es administrador no propietario de la vida, y por lo tanto no puede disponer de ella. El suicidio no le está permitido.

La sexta, y última gran diferencia, se da en el  concepto de logos. Es sabido que este término tiene en el Liddell-Scott, el más prestigioso diccionario de griego clásico, setenta y dos acepciones, lo que hace arriesgada una afirmación unívoca del concepto de logos en los griegos. No obstante lo cual, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el logos es, antes que nada, para los griegos razón y palabra, y que al ubicarse y moverse más allá del mundo sensible, permite la definición del hombre como el animal que posee logos (zoon logos éjon). Por el contrario para el cristiano el logos es Dios quien se encarnó bajo la condición de hombre:“ Y el logos se hizo carne” (Juan, I, 14). Un verdadero sin sentido para la mente griega. La idea de un “logos encarnado”  a la que se confería, además, poder de salvación era incompresible para la mente griega, de allí se explican las burlas en el Areópago de Atenas que sufre San Pablo. El genio cristiano, como muy bien hace notar el mejicano Ramón Kuri es que “Los Padres de la Iglesia van a confiar a los conceptos griegos la compresión de la verdad más antigriega, … al captar la verdad del cristianismo en su afirmación más desconcertante: la de la Encarnación” [6]. Así se presenta la paradoja que el lenguaje griego está presente en el Nuevo Testamento, pero lo que ya no está presente es el logos griego sino el logos cristiano.


[1] del Noce, A.: Agonía de la sociedad opulenta, Pamplona, Eunsa, p.11.-

[2] Wilamowitz-Moellendorff, Ulrich von (1848-1939) quien fue conocido en el ambiente filosófico a través de su escrito La filología del futuro, en donde realiza una acérrima crítica al libro de Nietszche sobre El origen de la tragedia.

[3]  Otto, W.: L´Esprit de la religion grecque ancienne(theopania), Paris, Berg Intenational, 1995.-

[4] Zubiri, X.: Naturaleza, historia y Dios, Madrid, Editora nacional, 1974, p. 162.-

[5] Gadamer, H.: Cfr. Mito y Razón, (1954).-

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[6]  Kuri, Ramón: Logos griego y logos cristiano, en revista Logos N° 100, México DF, enero-abril 2006.-

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Alberto Buela nació en Buenos Aires en 1946. Es un filósofo argentino que ha trabajado sobre tres temas específicos: metapolítica, teoría del disenso y teoría de la virtud. Se destaca como el fundador de la metapolítica en América. Sus trabajos al respecto son múltiples y variados

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