Según los datos proporcionados por la oficina europea de la Organización Mundial de la Salud y el Centro Europeo para la Prevención y Control de las Enfermedades (ECDC), en 2013 se diagnosticaron 29.157 nuevas infecciones en los 30 países de la Unión Europea (UE) y del Área Económica Europea (EEA). Las campañas de prevención no están dando apenas resultados, ya que la tasa de nuevos diagnósticos de infección solo ha descendido en una década de 6,5 por 100.000 habitantes en 2004 a 6,2 en 2014.
El grupo con mayor riesgo de infección
Pero la evolución es muy distinta según los modos de transmisión. Desde hace años, la más alta proporción de nuevas infecciones por VIH en Europa corresponde a hombres que tienen sexo con otros hombres (42%), mientras que la transmisión heterosexual supone el 32% y la de usuarios de drogas inyectables, un 5%.
Más significativo aún es que las infecciones de VIH entre homosexuales han crecido un 33% desde 2004, mientras que la transmisión heterosexual ha bajado un 45% en el mismo periodo. Además, un tercio de los casos de transmisión heterosexual corresponden a inmigrantes de países donde el VIH es endémico.
“La cuestión es por qué no estamos viendo ningún progreso significativo en la reducción de infecciones por VIH durante la última década”, ha comentado Marc Sprenger, director del ECDC. “A juzgar por los datos, vemos claramente que no estamos llegando con suficiente eficacia a los grupos con mayor riesgo de infección por VIH, particularmente a los hombres que tienen sexo con otros hombres”. Por eso, la prevención y el control en este grupo de riesgo “debe ser una piedra angular de los programas nacionales sobre VIH en Europa”.
España: el 55% corresponde a gais
También en España, según los datos de nuevos diagnósticos que acaba de facilitar el Ministerio de Sanidad, el VIH mantiene su expansión. Desde 2008 los casos de nuevas infecciones se mantienen estables en torno a 3.600 al año. En total se calcula que en España hay entre 130.000 y 160.000 personas con VIH, de las que alrededor de un tercio no lo saben.
En España también el modo de transmisión predominante es el de sexo entre hombres, que representa ya el 55% de los nuevos diagnósticos y que va a más, ya que en 2008 era el 45%. En comparación, la vía de transmisión heterosexual es el 28,5% y la de usuarios de drogas inyectables, un 4,4%.
Por eso, después de años con campañas dirigidas a la población en general, ya han empezado a desarrollarse campañas centradas especialmente en el público gay. Pero los datos indican que la epidemia no remite entre ellos. Esto se explicaría por dos factores. La prevalencia del VIH entre los gais es ya muy alta (un cálculo parcial de 2009 del Plan Nacional sobre Sida, estimaba que hasta el 10% podría estar infectado). El segundo es que la existencia de fármacos antirretrovirales efectivos puede haber rebajado la percepción del riesgo del sida, aunque de hecho la enfermedad puede ser mortal.
Sin embargo, a pesar de todas las campañas, cada vez más hombres tienen relaciones con otros hombres sin utilizar preservativos. A esto hay que añadir la promiscuidad con parejas desconocidas, pues, a menudo los encuentros sexuales surgen a través de contactos en Internet. Por si fuera poco, la coinfección por VIH y por enfermedades de transmisión sexual es muy elevada, lo cual favorece la difusión de la epidemia en el colectivo.
Sin protección
Cuando en un colectivo que supone en torno a un 2% de la población se producen más de la mitad de los casos de infección es ineludible preguntarse por la conducta que hay detrás de las estadísticas. Puede decirse que el problema no es el sexo entre hombres, sino que se realice “sin protección”. Pero esto solo traslada la pregunta, pues entonces hay que plantearse por qué precisamente en este colectivo se generaliza un estilo de conducta sexual promiscua que desprecia el riesgo propio y ajeno, y se traduce en consecuencias graves para la salud.
En cualquier otro tipo de enfermedades ligadas a una conducta, los mensajes de las campañas de prevención no dudan en desaconsejar y prevenir ese estilo de vida. Así, debido a que el consumo de tabaco aumenta notablemente el riesgo para la salud, los gobiernos desaconsejan vivamente a los adolescentes y jóvenes que comiencen a fumar, la escuela proporciona abundante información sobre este riesgo, los impuestos sobre el tabaco aumentan año tras año y las advertencias en los paquetes de cigarrillos usan ya sin pudor la palabramuerte.
En cambio, no hay ningún programa de educación pública que trate de reducir la infección por VIH explicando a los jóvenes que la conducta homosexual entre hombres tiene unos riesgos para la salud mucho mayores que las relaciones heterosexuales, ni que la promiscuidad sexual es el caldo de cultivo de la infección.
En vez de advertir contra ese tipo de conductas –igual que se previene contra el tabaquismo–, en los países occidentales los mensajes de los gobiernos, los mass media y la sanidad han desempeñado un papel significativo en la “normalización” de la conducta homosexual. Demasiado a menudo, el deseo de evitar cualquier discriminación y la huida de toda visión negativa de la conducta homosexual han tenido prioridad sobre el cuidado de la salud mental y física de los jóvenes que pueden estar confusos en cuanto a su orientación sexual. En consecuencia, muchos ignoran estos datos tan reveladores sobre la epidemia de VIH y de otras enfermedades de transmisión sexual, lo cual les deja sin protección.
Pero el virus sí discrimina, y aumenta la vulnerabilidad del colectivo gay, especialmente entre los jóvenes. En España, mientras que en la población en general los menores de 30 años representan el 26,4% de los diagnósticos de infección por VIH, son casi el 52% entre los gais.
Si los hombres que tiene sexo con otros hombres son el único grupo donde la epidemia va a más, habrá que plantearse algún tipo de campañas que hagan reflexionar sobre las consecuencias de los estilos de vida que uno escoge.