El pasado miércoles quince de abril el Papa Francisco prosiguiendo con sus catequesis sobre la familia reflexionó sobre un aspecto central: el don que Dios hizo a la humanidad con la creación del hombre y de la mujer y el sacramento del matrimonio.
“Queridos hermanos y hermanas:
La catequesis de hoy está dedicada a la diferencia y a la complementariedad entre el hombre y la mujer. El libro del Génesis insiste en que ambos son imagen y semejanza de Dios. No sólo el hombre por su parte, no sólo la mujer por su parte, sino también la pareja. La diferencia entre ellos no es para competir o para dominar, sino para que se dé esa reciprocidad necesaria para la comunión y para la generación, a imagen y semejanza de Dios. En esta complementariedad está basada la unión matrimonial y familiar para toda la vida, sostenida por la gracia de Dios. El ser humano está hecho para la escucha y la ayuda mutua”.
El Santo Padre especificó que estamos hechos para escucharnos y ayudarnos mutuamente, y es por ello que sin el enriquecimiento recíproco, ya sea en el pensamiento como en la acción, en los afectos y el trabajo, como también en la fe, ninguno puede entender en profundidad que significa ser hombre y mujer.
Reconociendo los aportes de la cultura moderna que ha abierto nuevos espacios y libertades para el enriquecimiento de la comprensión de la diferencia entre hombre y mujer, Papa Bergoglio puso en guardia sobre las dudas y el escepticismo: “me pregunto si la llamada teoría del género no sea también expresión de una frustración y de una resignación, dirigida más a cancelar la diferencia sexual que a confrontarse con ella”.
“La eliminación de las diferencias – subrayó el Papa – es el problema, no la solución”.
De ahí la exhortación a los intelectuales, a no abandonar este tema “como si se hubiera convertido en secundario” en relación al compromiso en favor de una sociedad más libre y justa. Y la indicación de dos puntos que deben comprometernos con urgencia:
“Para superar las dificultades de esta unión, me gustaría indicar dos puntos que nos comprometen con urgencia: Tenemos que hacer mucho más en favor de la mujer, primer punto. No sólo para que sea más reconocida, sino para que su voz tenga un peso real, una autoridad efectiva en la sociedad y en la Iglesia. Segundo punto, me pregunto si la crisis de fe en el Padre no estará también relacionada con la crisis de la alianza entre el hombre y la mujer. De aquí nace la responsabilidad de la Iglesia y de todos los creyentes de redescubrir la belleza del diseño creador de Dios, que imprime también su imagen en el vínculo del hombre y la mujer».