Según la leyenda, Úbeda fue fundada por un descendiente de Noé, Tubal. Los primeros asentamientos que existieron en Úbeda se remontan a la Prehistoria durante las culturas de la Edad del Cobre y del Bronce –III y II milenio a.C. – Se han encontrado también restos de la época tardorromana y visigoda, que hacen suponer la existencia de un pequeño núcleo de población dependiente de la colonia romana de Salaria, conocida como Úbeda la Vieja. En busca de intercambios llegaron a Úbeda los griegos y más tarde los cartagineses, siendo éstos últimos vencidos por los romanos tras largas guerras. Bajo el Imperio Romano la ciudad sería conocida como Bétula (Baetula).
Sin embargo, Úbeda adquiere su verdadera entidad como un importante núcleo de población en época árabe. Es fundada por Abderramán II (822-852), que la llamó Medinat-Ubbadat Al-Arab (Úbeda de los Árabes) y pronto se convirtió en una de las ciudades de mayor importancia de Al-Ándalus debido a su artesanía, comercio y agricultura llegando a encerrar en su recinto más de 35.000 hectáreas.
Con la Reconquista, la ciudad –tras algunos intentos como el de la batalla de las Navas de Tolosa (1212) con Alfonso VIII, ̶ en 1233 es conquistada por el Rey Fernando III «el Santo», quien hábilmente aprovechó la anarquía del reino almohade para su anexión, junto al Reino de Jaén, Córdoba, Sevilla y Cádiz. La toma de Úbeda dio paso a la coexistencia de diferentes culturas (árabe, judía y cristina), y aumentó notablemente su ámbito jurisdiccional. Factor decisivo en este período es su importante valor geoestratégico. Su carácter fronterizo (Granada-Castilla), provoca que los reyes castellanos otorguen numerosos privilegios y concesiones a una nobleza cada vez más poderosa. La ciudad alcanza gran riqueza y esplendor. Sin embargo, en 1368, la ciudad fue asolada a causa de la guerra civil entre Pedro I de Castilla y Enrique II de Trastámara, lo que, en combinación con otras circunstancias, motivó el recrudecimiento de la rivalidad entre los bandos locales, lo que se resolvió cuando los Reyes Católicos tomaron parte en el asunto.
El siglo XVI será la época de máximo encumbramiento de toda la historia de Úbeda, que conoció un importante desarrollo económico por el incremento en la producción agrícola y la diversificación de la industria artesanal. Su situación geográfica y consiguiente dominio de vías de comunicación, su extensa y rica jurisdicción, gran alfoz y presencia de una nobleza cada vez más poderosa, sentó las bases a lo largo de los siglos XIV y XV de la grandeza de la Úbeda del siglo XVI. Al finalizar la conquista de Granada, se produce un desarrollo económico de la ciudad basado en la agricultura y en una importante ganadería caballar y mesta propia, que fundamenta el periodo de mayor esplendor de la ciudad, siendo muy importante la roturación de bosques y puesta en valor de nuevas tierras. La paz y el desarrollo económico lleva consigo un aumento demográfico, alcanzando la ciudad una población de 18.000 habitantes, siendo una de las más populosas de toda España. Comenzando con Ruy López Dávalos, Condestable de Castilla, con Enrique III y Beltrán de la Cueva, valido de Enrique IV, sus nobles encuentran acomodo en altos cargos de la administración imperial.
Tras la nobleza ubetense, y las órdenes de caballería, el siguiente gran estamento privilegiado era el clero. La diócesis de Jaén era enormemente próspera, su mitra, posiblemente fuera una de las más ricas de España, y el clero ubetense tenía altos cargos en ella. También se encontraban un colectivo de vecinos que habían prosperado (judíos o muladíes mayormente) y que genéricamente hubieran sido el germen de una incipiente burguesía. Se trata de profesionales, tales como médicos, sastres, escribanos, boticarios y, naturalmente, un estimable número de prósperos mercaderes. Más abajo, existía todo un variado repertorio gremial propio de un núcleo de población rico y expansivo, mención especial al de los pastores y ganaderos. El ejército y la milicia cerraban este grueso estamento. El último grupo lo formaba un vasto número de labriegos de las tierras de los nobles y pequeños campesinos.
Destaca entre la nobleza muy notablemente, la familia Cobos Molina, cuyo principal miembro, Francisco de los Cobos, ostentará el cargo de secretario del emperador Carlos V, llegando a conseguir el más alto estatus social con la adquisición de varios títulos nobiliarios y una gran fortuna derivada de su actividad administrativa. Con él entra el gusto por el arte en Úbeda, y como si fuera una pequeña corte italiana, de manos del arquitecto Andrés de Vandelvira y sus seguidores, Úbeda se llena de palacios. Otros miembros de su familia, como Juan Vázquez de Molina secretario de Estado de Carlos I, y de su hijo, Felipe II, continúa lo iniciado. También Diego de los Cobos, siguió sus pasos. Con ellos en toda Úbeda arraigan fuerte las corrientes humanistas del Primer Renacimiento y dejan en la ciudad las más importantes obras arquitectónicas del siglo XVI en Úbeda, realizadas por grandes artistas de la época como Siloé, Vandelvira, Berruguete…
Iglesias, palacios y casas señoriales convierten las calles de Úbeda en auténticas obras de arte. Alrededor de la Plaza de Vázquez de Molina se concentran los edificios renacentistas más representativos como, por ejemplo, la Capilla del Salvador, la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, el Palacio de las Cadenas o el del Marqués de Mancera. Sus portadas platerescas, sus galerías de arcos y sus detalles decorativos son una auténtica maravilla. Existe un sinfín más de sorpresas arquitectónicas repartidas por la ciudad. Destacan, entre otros muchos sitios, el Hospital de Santiago, la Iglesia de San Pablo, el Monasterio de Santa Clara, el Palacio Vela de los Cobo, la Casa de las Torres, el Oratorio de San Juan de la Cruz o el Hospital de los Honrados Viejos del Salvador.
Años después, en 1931 fue proclamada la II República en Madrid y en Úbeda al día siguiente; al término de la sesión del Consistorio se iza la bandera republicana al son de la Marsellesa[1] tocada por la banda municipal, lo que no puede sorprender si se tiene en cuenta la existencia en la ciudad de tres importantes y activas logias: la Fraternidad iliturgitana, nº 153, la Concordia, nº 169, y El Taller, nº 103, pertenecientes al Gran Oriente Español de influencia francesa. La provincia de Jaén estuvo particularmente vinculada al Partido Republicano Radical Socialista[2] y luego a Izquierda Republicana, por los que obtuvo representación en todos los Ayuntamientos surgidos de las elecciones de 1931.
En ambos casos es conocida la afinidad de estos partidos con la masonería de modo que algunos cronistas llegan a hacer un símil entre Pilatos y los políticos del momento (del Sanedrín a la Masonería)[3], aunque a veces hablan de Judas-Azaña, el traidor.
A las tres logias que constan en Úbeda, hay que sumar las 6 de la capital, las 9 de Linares, 4 en Baeza, 3 en La Carolina, 2 en Alcalá la Real, 2 en Andújar y una en cada una de las siguientes localidades: Jódar, Pozo Alcón, Valdepeñas, Frailes, Martos, Alcaudete, Quesada, Beas de Segura, Villacarrillo, Espeliu, Aldeaquemada y Pontones, más los Triángulos de Villacarrillo, Torredelcampo, Torredonjimeno, Espeluy, y Castellar[4]. Naturalmente, según sus principios anticlericales furibundos, algunos miembros del Consistorio como José Campos Perabá y Antonio Pasagali Lobo se apresuraron a felicitar al Gobierno por la disolución de la Compañía de Jesús. La conjunción se daba también con Antonio Bermejo Sabalete y José Briones Martínez afiliado a la C.N.T. y al Frente Popular y con Sebastián Sicilia Fernández, quien además de componente del temible SIM, perteneció a la logia Lealtad de Jaén, con el grado 2º y nombre simbólico de Koprokine[5]. De modo que los más extremados de las organizaciones sindicales (U.G.T. y C.N.T.) desbordaban cualquier propósito moderador de los escasos dirigentes rojos en los que no dominaba la mala intención[6].
Durante la dominación marxista fueron encarceladas 2675 personas; de ellos, en los folios 7 a 10 de la Causa General figura la relación de 80 que fueron asesinados allí mismo en el asalto a la cárcel que se produjo el 21 de julio de 1936 más siete sacerdotes, de los cuales, dos, lo fueron por mujeres del Frente Popular. Otros prisioneros fueron trasladados a otras cárceles y checas del SIM donde sufrieron martirio y la mayoría terminaron masacrados en pueblos próximos.
Fueron robadas y destrozadas por los rojos la mayoría de las bibliotecas particulares de la ciudad. Trasladaban a la Casa del Pueblo, donde los clasificaban, quedándose con los que les parecieron bien y los demás los destinaron a la hoguera como en los tiempos de la Inquisición, perdiéndose notables obras religiosas, científicas y literarias. Destruyeron también archivos públicos, eclesiásticos y particulares, de modo que esta actividad se volvió entre las izquierdas en un verdadero deporte, cantado por Alberti en unos versos repugnantes
Así mismo robaron y destrozaron una cantidad notabilísima del Tesoro Artístico Local. Todas las iglesias saqueadas y quemadas la totalidad de sus imágenes, entre blasfemias y sacrilegios inenarrables. Los templos, como en tantos otros sitios, sirvieron de cuadras y garajes. Desvalijaron los 17 o 18 templos que desde el siglo XVI habían acumulado una riqueza en verjas del maestro Bartolomé. Fueron desmontadas tanto la reja que dividía la Capilla Mayor con la nave de la iglesia, ejecutada en Toledo por Francisco Martínez de Villalpando como los canceles de las puertas norte, sur y puerta principal. Retablos, joyas, vasos sagrados, custodias… Quizá entre las pérdidas más irreparables se encuentra el Retablo de la Transfiguración que ejecutara el genial escultor Alonso de Berruguete, cuya factura solo podría compararse con el Sepulcro del Cardenal Tavera, en Toledo. El relieve fue desmontado y sus imágenes del Profeta Elías, del Patriarca Moisés, de los Apóstoles Pedro, Juan y Santiago, quemadas. También se perdió una escultura de la Virgen que coronaba la escena. Solo se salvó de las llamas la escultura del Salvador que centraba la composición, gracias a que los profanadores fueron incapaces de separarlo del muro al que se hallaba anclado. Retablo que fue años más tarde recompuesto por el escultor Juan Luis Vasallo, que lo dotó de la dignidad que le robaron aquel día de Santa Ana, 26 de julio de 1936.
Igualmente fueron destruidas las imágenes del Cristo de la Caída (obra de Montañés), pinturas, cobres de Van Dyck, tablas de Yáñez de la Almedina y de Flandes; centenares de cálices, más de treinta custodias, incluida la de El Salvador de extraordinario valor por su oro y esmeraldas, cinco órganos catedralicios de gran trompetería, ternos de terciopelo con “bordados riquísimos, tapices, alfombras, coros, retablos con verdaderos alardes de talla, todo destrozado y quemado con una inconsciencia y un salvajismo cual no se conoce semejante”[7]. Lo firma en Úbeda el 5 de enero de 1943 el párroco Arcipreste Lcdo. José A. Moreno Cortés
Conocemos de la pérdida de un Ecce Homo de madera, a tamaño natural y factura italiana, procedente del Castillo de Sabiote y que colocaban en una mesa petitoria en el Atrio del Templo todos los Jueves Santos. Nos privaron a las nuevas generaciones de la belleza del púlpito, nunca más reconstruido. E incluso se atrevieron a profanar los cuerpos de los fundadores que reposaban en la cripta familiar.
Surge el debate de lo ocurrido en Úbeda con motivo de la reconstrucción que del San Juanito, única escultura de Miguel Ángel Buonarroti que se conserva en España. ¿Por qué se habla de reconstrucción y no de restauración? En el folleto del Museo[8] se explica “…la escultura se rompió en pedazos y la cabeza fue quemada…” así de claro, se cayó solita de la hornacina, se rompió en pedazos de los que sólo se pudieron recoger catorce fragmentos, el equivalente al 40% de su volumen original. Si se pregunta cómo fue que se rompió, aseguran sin el menor empacho que fue causado por un bombardeo de la aviación nacional. Una mentira más. Se cuenta de esta manera engañosa por el afán “maricomplejines” de “no molestar” a las izquierdas, pero la verdad es la verdad y ésta es que el pobre San Juanito, ̶ como los ubetenses asesinados o el Cristo de la Caída, (magnífica escultura de Montañés), ̶ cayó mártir el fatídico 21 de julio cuando las hordas revolucionarias, cual yihadistas actuales, causaron daños que se valoraron en centenares de millones de pesetas del año 1943[9].
El delicado y complejo proyecto de reconstrucción de la obra era tal, que la Fundación Casa Ducal de Medinaceli, propietaria de la pieza, encargó su restauración al centro más capacitado a nivel mundial para la recuperación de obras realizadas en piedras duras (mármol, granito, obsidiana, etc), el Opificio delle Pietre Dure de Florencia. Se utilizaron para ello métodos novedosos como el uso del láser para limpiar la superficie negra abrasada de la cabeza o la reconstrucción virtual en 3-d de la escultura completa basándose en reproducciones en libros de arte y en fotografías tomadas poco antes de su destrucción. Las partes perdidas fueron realizadas en fibra de vidrio y luego estucadas, entonadas con témpera y selladas con cera y barniz. En total 19 años de trabajo para recomponer lo que los vándalos del 36 tardaron 24 horas en destruir.
Cuentan los biógrafos de Miguel Ángel, Vasari y Condivi, que al volver de Bolonia a Florencia en 1495 su primer encargo fue una estatua en mármol de un “San Giovannino” hecha para Lorenzo di Pierfrancesco de Médicis (primo de Lorenzo el Magnífico) que hoy se identifica con la obra expuesta. El santo aparece representado como un niño de 6 o 7 años siguiendo el ejemplo de la escultura helenística griega.
¿Cómo llegó a España este San Giovannino? En 1498-99 se encontraba en el palacio florentino de Lorenzo Pierfrancesco de Médicis. Heredado por Cosme I de Médicis, quien consiguió establecer en 1537 su poder en Florencia merced al apoyo de Carlos V, aquél se lo agradeció agasajando con la escultura a Francisco de los Cobos, secretario del emperador. Durante 1477-1547 de los Cobos la dejó expuesta en la parroquia de El Salvador, donde ha estado durante cuatro largos siglos sin sufrir daño alguno hasta que llegó el salvajismo revolucionario, consentido, si no alentado, por el gobierno de aquélla que algunos consideran beatífica II República.
La cuantificación de los daños causados es difícil porque al valor artístico de la obra hay que añadir el de la autoría, en muchos casos de eminentes figuras del arte mundial. Por eso, yo propongo que cuando las izquierdas saquen al ruedo lo necesario que es seguir expropiando a la Iglesia, se recuerde la importancia de los daños que causaron y que, en su mayoría de los bienes que pueda haber en un templo, solo es depositaria, como en el caso de San Juanito, o de los muchos bienes procesionales que son propiedad de las Cofradías.
Para terminar diré que, a pesar de los ímprobos esfuerzos que las hordas realizaron para destruir la belleza de Úbeda, ésta es tal, que el 3 de julio de 2003, el Centro de Patrimonio Mundial de la UNESCO, reunido en París, la declaró junto con Baeza (ciudad hermana en belleza y sufrimientos) incluida en la Lista del Patrimonio Mundial. Úbeda y Baeza, (10 km las separan), son todo un símbolo arquitectónico, con construcciones que datan de la época de la dominación árabe y la Reconquista, siguiendo con el Renacimiento humanista español. Son “la reina” y “la señora”, en palabras de Antonio Machado.
[1] GINÉS DE LA JARA TORRES NAVARRETE:Historia de Úbeda en sus documentos Tomo I pág.453 (Obsérvese el saludo masónico y el gorro frigio en el emblema del Partido)
[2] CHECA GODOY, Mª DEL CARMEN:Partido Radical Republicano en Jaén, pg 91
[3] Jean de Ebdete, (sinónimo), recogido en TARIFA FERNÁNDEZ, ALDELA: “Había un Crucificado en esta escuela…Símbolos religiosos, política y opinión pública en la España contemporánea” pág143
[4] LOGIAS MASÓNICAS EN JAÉN: oralazaro@gmail.com
[5] CHECA GODOY, Ibidem
[6] J. PASQUAU: “Biografía de Úbeda” págs. 446-447
[7] Causa General, C.G. 1026, Exp 31, folios 239-240
[8] Esta obra invitada en el Museo del Prado es un programa financiado por la Fundación Amigos del Museo del Prado. La Fundación Casa Ducal de Medinaceli, propietaria de la pieza, ha encargado su restauración, que ha sido realizada enel Centro de Restauración de Florencia (Opificio delle Pietre Dure)
[9] Causa General Ibidem