Todos los asientos del auditorio de la ONU estaban ocupados y había una fila esperando afuera, para escuchar sobre la fabricación de bebés. «Fabricación de bebés en línea, compra y venta de óvulos, alquiler de vientres», dijo Jennifer Lahl. «Ya no engendramos a nuestros hijos, hacemos los hijos, construimos nuestras familias».
Lahl es una enfermera pediátrica que se convirtió en directora de cine. Sus documentales exploran el «mundo feliz» de hacer bebés de formas que desafían la dignidad humana.
La reproducción con intervención de un tercero, o asistida, utiliza los óvulos, la esperma o el útero de otra persona, para crear un niño. Aunque se le llama donación y se dice que es altruista (forma de que una pareja que no puede concebir un bebé tenga una familia) normalmente se intercambia dinero, creándose un incentivo que puede ser coercitivo.
El debate comúnmente se centra en aquellos que quieren un hijo. A comienzos de esta semana, cuando los diseñadores de moda Dolce & Gabbana criticaron los «úteros de alquiler, semillas elegidas de un catálogo», el cantante Elton John arremetió diciendo: «debería avergonzarles apuntar con sus deditos» a las tecnologías reproductivas que utilizan «tanto hetero como homosexuales, para cumplir su sueño de tener hijos».
Lahl decidió fijarse en las mujeres cuyos cuerpos se utilizan para crear y dar a luz a un niño.
Como enfermera, Lahl vio pacientes atrapadas en las consecuencias reales de la reproducción asistida. Algunas mujeres experimentaron graves riesgos a la salud. Lahl produjo el documental «Eggsploitation» («Explotación de óvulos») para analizar una industria que «busca a mujeres jóvenes fértiles, haciendo peligrar de manera temeraria sus vidas por un artículo de consumo… sus óvulos».
«Mi vientre se hinchó tanto que ni siquiera podía respirar», decía una mujer en un fragmento que se mostró al público. «Tomé la decisión de vender mis óvulos. Eso afectó mi capacidad de reproducción», decía otra.
No hay estadísticas ni estudios médicos realizados acerca de las complicaciones que padecen las mujeres que venden sus óvulos.
Otro documental, «Reproductoras: una subclase de mujeres», entrevista a mujeres que fueron madres de alquiler, de manera intencional e incluso no intencional.
Las mujeres fueron atraídas hacia la maternidad de alquiler como un modo de ayudar a un miembro de la familia, a un amigo o a una pareja para que «construyan» su familia. No obstante, la práctica está llena de problemas inesperados y puede volverse trágica ya que el embarazo se trata como un servicio pagado y al bebé como un producto.
Algunos casos de maternidad de alquiler van más allá de lo coercitivo y de la explotación. Una mujer describe a sus hijos mellizos siéndole quitados en el hospital y entregados al padre. Hasta ese momento, ella había esperado criar a sus hijos de común acuerdo con el padre, con quien tenía una amistad platónica. Ella no era consciente de que estaba siendo usada como «reproductora» para él y su pareja gay.
«¿Cómo promovemos la justicia reproductiva para todos en estos acuerdos con terceros?», preguntó Lahl.
Para las parejas que luchan contra su infertilidad, los métodos naturales pueden curar los problemas subyacentes. La dra. Mary Martin habló al público sobre pacientes que prueban métodos modernos costosos antes de acudir a ella. Al poco tiempo, muchos conciben.
«Para que las ciencia nos sirva en vez de herirnos, siempre debemos relacionar lo que podemos hacer con lo que deberíamos hacer», dijo Mons. Auza, representante del Vaticano ante la ONU.
El Arzobispo presentó el panel junto con C-Fam (editor de Friday Fax) para resaltar modos de «concebir hijos que estén completamente alineados con la dignidad de la mujer, del hombre y del niño. Y los problemas que surgen cuando se vuelven populares técnicas que no guardan el debido respeto por la dignidad humana.»