Cuando uno, para significar su papel en la vida pública, se define como «ciudadano» está describiendo la situación insana y antinatural que se produce cuando se considera a cada ciudad como una mera masa de individuos. Pretendiendo resaltar la peculiaridad de cada individuo los ciudadanistas allanan el camino de todas las tiranías posibles. Ser «vecino» en cambio es proclamar con cordura la realidad innegable de que la ciudad se construye casa por casa, familia por familia, calle por calle, tejiendo una red de infinitas relaciones vecinales. En una ciudad o en cualquier otra comunidad política mayor así construida quien esté en la cúspide podrá dirigir, ordenar y arbitrar, pero jamás suplantar la libertad concreta ni manipular el bien común de la vecindad.
