No deja de resultar curioso que los tecnificado siglos XX y XXI hayan aportado a la historia de la literatura un conjunto de magistrales obras literarias catalogadas por la crítica como distopias, así frente a las utopías que caracterizaron el fin de la época medieval y el renacimiento, la sociedad occidental se ha caracterizado en los últimos siglos por explorar las sombras en lugar de las luces de la civilización.
La explicación resulta sencilla si valoramos la diferente concepción de la ciencia entre las dos épocas. En el occidente medieval y renacentista, la ciencia era igual al progreso técnico entendido como aquel progreso que facultaba la consecución de la libertad y comodidad del individuo, sin embargo desde el siglo XX la ciencia ha sido equiparada al progreso técnico sin importar si este progreso aportaba o no mayor libertad al hombre, el progreso se ha convertido en un valor en sí mismo sin atender a ningún criterio finalista.
En el plano político el cambio ha resultado más evidente, así las diferentes corrientes ideológicas posteriores al liberalismo han querido encontrar en el progresismo la palabra mágica para demostrar la bondad de cualquier ideología política; así el cambio por el cambio ha sido el paradigma de las corrientes políticas imperante en occidente, el progreso en si equivale según estas corrientes ideológicas a la mayor satisfacción del individuo. Desde estas concepciones el progreso (y el progresismo) es igual al avance técnico y el avance técnico es simplemente una mejora en los procedimientos técnicos, sin que esta mejora tenga que redundar necesariamente en la mayor libertad y felicidad del individuo.
Hoy traemos a nuestro semanario una de esas obras literarias que avanzaron los grandes riesgos de la sociedad tecnificado del siglo XX. La fuga de Logan, sin llegar a la altura literaria e intelectual de otras obras más conocidas como «1984» de George Orwell, «Un mundo feliz» de Aldous Huxley y «Fahrenheit 451» de Ray Bradbury, sin embargo trata un tema de tremenda actualidad como es el del control de la natalidad y las actuales políticas eugenésicas imperantes en occidente.
La fuga de Logan nos acerca a una futura sociedad (está ambientada en el año 2216), en donde la enfermedad y la vejez no existen. Las ciudades sólo están pobladas por jóvenes menores de 21 años que conocen de antemano el final de sus vidas y así a la llegada de su vigésimo primer cumpleaños la muerte se alcanza voluntariamente mediante un sueño inducido, o mediante la persecución y muerte a mano de los vigilantes.
Cada individuo es marcado en el momento de nacer con una flor que cambia de color según la edad hasta llegar al negro.
En esta sociedad nos sitúan los autores William F. Nolan y George Clayton Johnson. Durante una persecución a vida o muerte el fugitivo Doyle 10, que había llegado a los 21 años, le entrega al Vigilante Logan 3 una llave y repite como una letanía «El Santuario». Éste es un lugar legendario en el que está permitido envejecer pero del que no se conoce nada. Logan decide hacerse pasar por fugitivo para intentar sabotear dicho lugar y su organización, supuestamente comandada por el también legendario Ballard, un viejo que aparece en canciones populares y en poemas subversivos. La llave le pone en camino y le conduce hasta Jessica 6, hermana de Doyle.
Juntos avanzan durante varias etapas por distintos lugares de Nuevos Estados Unidos, presuntos hitos todos ellos en el camino hacia Santuario, pero fuera del férreo control de El Pensador: superordenador diseñado para sustituir los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Ambos fugitivos son perseguidos por Francis 7, compañero en el cuerpo de Vigilantes de Logan.
Finalmente, tras haber estado varias veces al borde de la muerte y en un deplorable estado mental, llegan hasta Ballard, quien les expone que El Pensador ha comenzado a fallar, y en última instancia a Santuario: una estación espacial abandonada junto a Marte.
Durante la travesía de los dos protagonistas el lector puede asistir a la realidad de una sociedad en la que ha desaparecido la vejez, la enfermedad, el amor y el aburrimiento. El amor, es sustituido por el sexo, y la libertad individual es sustituida por la planificación centralizada. Desde la infancia los niños son apartados de sus padres y criados en auténticas granjas escuelas desde las que se trazan los caminos futuros de los niños.
Sin duda alguna lo más deprimente de esta nueva sociedad no es la muerte en edad joven de sus integrantes, ni la falta de libertad de los mismo, sino la falta de esperanza en un mundo mejor; efectivamente el título de la obra es fiel a esa falta de esperanza: la fuga de Logan, es la historia de una fuga, no la historia de un contrarrevolucionario que trata de cambiar la sociedad en la que vive. Ni Logan ni Jessica se plantean en ningún momento liderar una subversión del sistema, sólo se plantean fugarse de una sociedad que les condena a muerte.
Basta analizar nuestra sociedad actual para comprobar que la ficción tiene algo de realidad. Los movimientos políticos surgidos en Europa (y en España con la irrupción de los neocoministas) no hacen más que profundizar en las dos grandes ideas que laten en «La fuga de Logan» a saber: una mayor planificación estatal y por ende una menor libertad individual, y un férreo control de la natalidad mediante criminales procedimientos como el aborto y la eutanasia.
Hoy por hoy la politización de todos los ámbitos de la vida es una realidad a la que ningún partido con representación parlamentaria está dispuesto a renunciar. Ninguno de los partidos defiende el principio básico de la sociedad civil: menos estado, más sociedad. La única diferencia mostrada según los colores políticos es la forma de llevar a cabo ese control estatal, y la velocidad en la implantación de las medidas de control a una sociedad civil que vive cada vez en una situación más precaria.
Poco hay que decir en cuanto al control de la natalidad y las posturas eugenésicas defendidas por la totalidad de nuestros representantes políticos. Poco hay que decir cuando en nuestro código penal está despenalizado la muerte criminal de un feto por el simple motivo de presentar algún tipo de discapacidad.