A pesar del boicot de los partidos políticos y «asociaciones» (financiadas por aquéllos) constitucionalistas; a pesar de la tremenda campaña de desinformación, intoxicación y manipulación por parte de las instituciones y medios de comunicación controlados por el sistema; sin medios económicos, más que la decidida militancia de voluntarios que difundieron una humilde propaganda. Pese a todas estas circunstancias adversas, decenas de miles de catalanes de forma natural y espontánea llenaron el centro de Barcelona desde primeras horas del lunes 12 de octubre. Muchos balcones se engalanaban con los colores rojo y gualda, desafiando las amenazas y violencia de la extrema izquierda, okupa y proetarra, que tiene vía libre en Cataluña.
La campaña del Goliath del sistema contra el David del 12-O pudo hacer algo de mella. Sirva como anécdota cómo muchos parroquianos de una céntrica casa de comidas barcelonesa, de ambiente rugbístico, en la que se improvisó una comida de algunos tradicionalistas, se mostraron contrariados al averiguar a la llegada de éstos con sus banderas que la concentración del 12-O sí se había realizado. La gran mayoría de los presentes hubiese querido asistir, pero por la campaña de los medios de comunicación pensaron que este año no se realizaba.
Desde la insigne casa de La Pedrera, obra del tradicionalista Gaudí que posee elementos de honda significación religiosa (hoy día ocultados por las guías oficiales) descendió por el Paseo de Gracia una marea de banderas catalanas y españolas, junto a una notable presencia de cruces de San Andrés o de San Jorge. Diversos grupos de tradicionalistas participaron en la marcha desde distintas alturas, desde el principio hasta el final, con un grupo mayoritario junto a la pancarta de Somatemps. Fueron muchísimos los catalanes que se quisieron fotografiar con las cruces de San Andrés, las boinas rojas o una preciosa imagen del Inmaculado Corazón de María portado por unos tradicionalistas del Baix Ebre. Muchos catalanes entonaban canciones carlistas, daban vivas a Cristo Rey (de lo que se han hecho eco diversas crónicas de diferentes periódicos y medios digitales) o evocaban la existencia de algún antecedente familiar carlista en su familia. También recibieron el afectuoso saludo de muchos concejales de la Plataforma por Cataluña que organizaron una muy vistosa y colorista comitiva. Diversos medios de comunicación entrevistaron a varios jóvenes tradicionalistas. Llegando a la Plaza de Cataluña algunos tradicionalistas aprovecharon para tomar un café en el mítico Navarra, fundado, como recordó su actual gerente, por los requetés de la Vª de Navarra que liberaron Barcelona el 27 de marzo de 1939 y que siempre fue punto habitual de reunión y tertulia carlista.
En Plaza Cataluña otros tradicionalistas atendían los puestos de venta del cómic Cataluña. La Historia tanto en su versión en catalán como en castellano. Uno de sus autores, Manuel Acosta, no daba abasto para firmar tantas dedicatorias. Los discursos de Plaza Cataluña tuvieron un valor muy desigual, pero la intervención vibrante de Javier Barraycoa fue sin duda la más celebrada y aplaudida. Una arenga sin medias tintas, dejando en evidencia a separadores y a separatistas, fundamentada en firmes argumentos de derecho natural, realizando un llamamiento a la resistencia contra la tiranía y avisando que esta masa del pueblo catalán que se congregaba en Plaza Cataluña era el verdadero enemigo de Artur Más y de los nazionalistas, y no el Gobierno cipayo de Madrid, aliado de la devastación separatista. Ideas fuerza que Josep Alsina, presidente de Somatemps, se encargó de subrayar en su discurso de cierre del acto, en lengua catalana. La interpretación de la Marcha Real fue el colofón de la parte más reivindicativa del acto. Tras éste, diversas asociaciones culturales de hispanoamericanos en Cataluña interpretaron muestras de folclore indígena, mestizo y criollo hasta las 15 horas, que fueron muy aplaudidas por el público que aún se mantenía en Plaza Cataluña con sus banderas catalanas y españolas, y que siguieron dando colorido a todo el centro de Barcelona en terrazas, bares y restaurantes.
La presencia de tantas asociaciones de hispanoamericanos de Cataluña sirve por sí misma de mentís a las imbéciles declaraciones de la «pájara» que Barcelona sufre como alcaldesa, quien se permitió hablar, ni más ni menos, que de celebración «de genocidio»… Quizá por eso en los territorios de la antigua Monarquía hispánica hay 80 millones de indígenas americanos, asiáticos o africanos; muchos de los cuales residen ahora en España y no pocos en Cataluña manteniendo su cultura, costumbres, e incluso lenguas, gracias a la escritura que trajeron los evangelizadores españoles.
Por la tarde algunos tradicionalistas estuvieron en la presentación del libro Cuando éramos invencibles, de Jesús Ángel Rojo, con ilustraciones del pintor catalán de estirpe carlista, trasterrado de su tierra como otros miles de catalanes cuyo arte no es agradable al establishment nazionalista, Augusto Ferrer-Dalmau. Y en la Santa Misa según el rito romano tradicional, donde (como en muchas parroquías y capillas de Barcelona) se veneró a la Santísima Virgen del Pilar, Patrona de la Hispanidad.