No es ya sólo la inicua sustitución oficial del nombre de la Plaza de Vázquez de Mella. Ni el baile (que no es chotis) de placas de calles en que ahora andan envueltos. Ni la adulteración de las cabalgatas de Reyes Magos. Al fin y al cabo, en esto el Frente Popular que, encabezado por Podemos, desgobierna ahora Madrid, no hace sino continuar y acelerar la política iniciada por el PSOE y el Partido Popular.
Es que ahora la han tomado con los mismos inicios de la historia de esta villa. Con el siglo XIII, como muestra la captura de pantalla (información desaparecida de la web oficial del Ayuntamiento de Madrid) efectuada por la Asociación Socio-Cultural Castilla, que ha dado la voz de alarma.
En la campaña contra los cambios legislativos introducidos por el PP (entusiásticamente secundado por Ciudadanos, que pedía más, aunque luego se encogiera un poco) para suprimir juntas vecinales y pequeños municipios, apareció la izquierda oportunista apuntándose a reivindicar concejos abiertos y prácticas democráticas del régimen tradicional. Si hablamos de izquierda oportunista, la palma se la llevan Podemos y sus marcas blancas, como la CUP Ahora Madrid.
Pero desde ese período que llaman Transición, la descastellanización de Madrid, que alcanzó su apogeo con la creación de la esperpéntica «comunidad autónoma», ha sido bandera de la izquierda. Bandera a la que enseguida se apuntó la derecha, por supuesto.
De este modo se hace inconveniente la historia del concejo de Madrid, de su villa y su alfoz, del Fuero otorgado en 1202 por el Rey Don Alfonso VIII, de la castellanidad inequívoca de esta población, de estas tierras, de estas gentes.
Madrid no ha sido protagonista del centralismo liberal que desde el siglo XIX ha ido progresivamente desfigurando y asfixiando a España. Madrid ha sido su principal víctima. Vivió sus tiempos más nobles en aquella Reconquista dura y exigente, villa de frontera, avanzada de la Cristiandad contra la marea mahometana. Y los más gloriosos como villa y corte de la Monarquía hispánica. Sin ser «capital» de un Estado-nación revolucionario, ni de una provincia a imitación francesa, ni de una «comunidad autónoma» con estrellas de cinco puntas. Sin ser cabeza de diócesis, sin tener Universidad (aunque sí estudios universitarios)… Madrid era el centro del mundo. Aquí vivía el Rey católico.
El Rey católico hubo de irse en 1833, usurpado su trono por la misma Revolución que ahora intenta usurpar hasta el nacimiento de esta villa. Por eso, como los carlistas cantamos en el Oriamendi:
Cueste lo que cueste
se ha de conseguir
venga el Rey de España
a la corte de Madrid.