Todo está al servicio de la barbarie que se aproxima,
todo, incluso el arte y la ciencia de este tiempo»
(F. Nietzsche, Consideraciones intempestivas, III, § 4)
Empecemos con una nota etimológica. La palabra ‘progresista’ viene del verbo latino progredior, que significa ‘avanzar’, ‘andar hacia delante’ y por extensión ‘progresar’ en un camino o plan trazado. Lo contrario de un ‘progresista’ es un ‘retrógrado’, del verbo retrogredior, ‘andar hacia atrás’, ‘retroceder’.
Se deduce fácilmente que para que haya progresistas y retrógrados, tiene que haber algo así como un camino y una dirección con dos sentidos, hacia delante y hacia atrás. Y como estas palabras se usan para designar una determinada concepción de la vida, de la sociedad, de la Historia etc. que tienen las personas, se deduce que damos por hecho que la sociedad, la historia etc. siguen un camino, que tiene también un atrás y un adelante.
En el Diccionario de la Lengua Española de la RAE de la edición de 1970 -19ª Edición– se decía del término progresista “aplícase a un partido liberal de España, que tenía por mira principal el más rápido desenvolvimiento de las libertades públicas”. A partir de ese momento (1970) la situación política evoluciona y hace asímismo, evolucionar la definición, de modo que ya en la 23º edición del Diccionario, en su tercera acepción, afirma:“dicho de un liberal español: Del sector más radical del liberalismo, que se constituyó en partido político”, tal como lo conocemos hoy día.
En su evolución histórica el concepto de progreso en el siglo XVI estuvo vinculado con el ascenso gradual hacia formas de civilización cada vez más elevadas, a principios del siglo XVII Francis Bacon lo definió como el avance del conocimiento y la aproximación a la verdad y ya el enciclopedismo francés, en el siglo XVIII, lo asoció con una intensa profesión de fe en el progreso ilimitado de las ciencias, las letras y las artes, desligadas ya de las ataduras del dogma. Era la confianza ciega en las posibilidades de la razón como el motor del progreso humano. Durante el siglo XIX el concepto de progresismo estuvo principalmente ligado con el de libertad. Progresista era el que amaba la libertad y luchaba por su consolidación en la sociedad, reivindica el concepto de “laicismo”, en tanto que doctrina que defiende la independencia del hombre, de la sociedad y del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa. En general, las ideas progresistas suelen ser asociadas a las socialistas.
Para el progresismo, el sistema político ideal es la democracia participativa. En este sentido, el ciudadano cuenta con diversos mecanismos prácticos de participación que van desde la formulación de iniciativas, reformas o soluciones en asambleas ciudadanas o ante instancias ejecutivas o legislativas, hasta la activación de mecanismos de consulta, como el referéndum o el plebiscito, ya sea para la sanción o derogación de una ley, ya para la revocación del mandato de un gobernante.
Conviene señalar una serie de notas características de la actitud progre ante la vida, entre las que podemos destacar las siguientes:
- Simplismo bipolar particularmente en el ámbito sociopolítico. A resultas de los planteamientos basados en él, se han establecido los criterios del «bien» y del «mal» (aunque, por cierto, evitando el empleo de estos términos). Se considera «bueno» lo antiautoritario, lo progresista, lo feminista (en plan más bien radical), lo tolerante (incluso con la corrupción política y excepto con los ajenos al espíritu progre), lo popular, lo natural…, conceptos todos ellos entendidos a la manera modernista. «Malo» es todo lo que se oponga a esa concepción.
- Extrema permisividad moral y tendencia al relativismo en casi todos los planos de la vida. El espíritu progre se caracteriza por un rechazo visceral a toda norma tradicional sobre moralidad de costumbres. La única base de toda conducta sería la libertad (prácticamente) irrestricta, así como un vago respeto al «bien común». Los frutos de ello se ven en su defensa hasta la apología más o menos explícita de toda clase de drogas. Y pasando, claro está, por los abyectos shows de la telebasura y por invención de toda suerte de «opciones sexuales» (entre las que tiende a excluirse, por aburrida, la del matrimonio monogámico estable).
- Desprecio de la religión, enraizado en la Ilustración, pero basado en sus panfletarios (Voltaire, Diderot y compañía) mucho más que en sus mejores filósofos (Rousseau, Kant). Desprecio sistemático que ha llevado a una casi absoluta ignorancia del hecho religioso por parte de las masas.
- Falso progresismo, dado que en la práctica los progres adaptan por completo su visión de la realidad a su concepción previa, superficialísima, y más basada en la conveniencia que en la honesta reflexión. De hecho, es frecuente comprobar que el progre da la impresión de que le importa más defender sus puntos de vista (en la práctica, su estilo de vida) que mejorar realmente la sociedad. Así se explica, por ejemplo, la típica postura progre ante el fenómeno del tabaquismo, del alcohol u otras drogas, y del sexualismo, postura basada en la permisividad (cuando no la promoción), la legalización, la promiscuidad, etcétera. Se rehúye toda «moralina» al respecto (si algo odia el progre es el puritanismo, término que ha logrado connotar de la manera más despectiva). El motivo de fondo es que el progre siente que los consejos morales amenazan su estilo de vida, al que bajo ningún concepto está dispuesto a renunciar. Esta actitud, lejos de progresista y autocrítica, refleja un egoísmo extremadamente reaccionario
- Predominio de un vacuo esteticismo que, desde las artes (supuestamente vanguardistas), ha ido impregnando cada vez más parcelas de la existencia, convertida paulatinamente en una pose: la pose progre, superficial y hedonista, cuyas raíces históricas se encuentran en las versiones más triviales del modernismo, las que trajeron el hiperlúdico posmodernismo presente.
- Negativismo y espíritu de confrontación, derivados del pathos modernista. El típico progre va a la contra: es hipercrítico (o más bien, criticón), burlón, ultrarreivindicativo…siempre que encuentre asenso social a sus posturas. Pues el progre, sin la masa (la «mayoría», la «basca», el «personal», los «colegas»…) no es nadie. De ahí que también hablemos de su…
- Instinto de rebaño. He aquí la diferencia entre el progre y el progresista genuino, equivocado o no. Este último (por ej., el revolucionario coherente) mantendrá sus posturas, personalmente asumidas, aun cuando la mayoría no las acepte. Es persona de principios, no de modas. Puede estar defendiendo un error, pero siente que es su conciencia la que se lo dicta. El progre, en cambio, se mueve al compás de la gente.
Hasta aquí la teoría. Vayamos a la práctica; es decir, observemos lo que, al menos en España, acostumbran a hacer los que se llaman progresistas. En Madrid, y me temo que en todos los ayuntamientos donde gobiernan, sufrimos el mal hacer de estos concejales que actuan como becarios inexpertos pero que suplen su nula preparación con su exceso de odio sectario.
Dicen de sí mismos que “aman la libertad y luchan por su consolidación en la sociedad”, frase peligrosísima porque cualquier bienintencionado puede pensar que se refieren a la libertad en su verdadera y hermosa acepción. Sin embargo, con su acostumbrada habilidad en la utilización del lenguaje, lo transforman hasta reducirlo a una libertad manipulada, adaptada a sus parámetros. Es la explicación por la que inundan Madrid de carteles pidiendo la libertad de Alfonso Fernández Ortega, “Alfon”,[1] personaje con una serie de antecedentes delictivos algunos previos a su mayoría de edad —robo con violencia y agresión—, de acuerdo con los autos y las sentencias judiciales. Ha recibido apoyos de otros destacados miembros de los que se reconocen como afines: el portavoz de Izquierda Unida (IU) en la Comisión de Justicia, Gaspar Llamazares, el de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Joan Tardá, conocían esos antecedentes una vez presentada la iniciativa parlamentaria, asegurando: “Ni conozco los antecedentes ni me importan, se trata de solidarizarse con un ciudadano, al que se criminaliza porque el Gobierno está buscando figuras para criminalizar los movimientos sociales”. Y apostillaba: “No podemos aceptar estos parámetros inquisitoriales, ni que una actuación precedente pueda condicionar la credibilidad de un ciudadano. Este joven es una cabeza de turco”.
La misma calificación ha merecido la actuación del juez que mandó a prisión a dos titiriteros, anarquistas, claro, que en un festival con motivo del carnaval para niños escandalizaron a los infantes, a padres y abuelos que allí se encontraban, cuando en la representación se vio como se violaba a una mujer, se apuñalaba a una monja con un crucifijo, se ahorcaba a un juez apaleaban a unos policías y mostraban una pancarta donde podía leerse «Gora Alka-ETA». Todo un argumentario político para manipular la mente de los niños. Una retahila de los actos delictivos que estos tipos defienden. En Madrid se ha organizado un buen lío. Se pide la dimisión de la concejala de cultura, señora Mayer, (sustituta de Zapata, el partidario de las incineraciones de judíos) y de la alcaldesa Carmena. Sin embargo, estos partidarios de escuchar al pueblo, llevados de su sectarismo, solo escuchan a los suyos, a sus partidarios a los que defienden con uñas y dientes, no porque lleven razón, sino porque son de los suyos; lo que pueda ocurrir a los manifestantes que iban al lado del progre Alfon, si a este le da por estallar sus artefactos mochileros, ni a los pobres niños asustados con el mítin político. Dan la vuelta a argumentos y situaciones, de modo que han conseguido que hasta la fiscalía (que se supone que está para defender al interés general, a los detenidos ya lo hará su abogado), se ha puesto de su lado. Estos “redentores” de España se demuestran dignos sucesores de Largo Caballero “el Lenin español”, aquél que decía “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”. Ni una palabra han dicho las Femen en contra de la violación de la mujer en los títeres carmenitas, ni, por supuesto, contra la violencia ejercida sobre una monja; si bien, por este caso y quizás por corporativismo, se ha oido la voz en contra de sor Lucía Caram.
Otro testimonio de lo que entienden por libertad. En una demostración de su poder dictatorial Ada Colau prohibió los toros y hasta los carteles que anunciando las corridas que, con motivo de las Fiestas del Pilar se iban a celebrar en Zaragoza, se habían instalado en vías públicas barcelonesas. No eran carteles cualquiera. Tenían una gran belleza artística. En ellos aparecían Morante de la Puebla simulando ser Salvador Dalí, El Juli, Alberto López Simón, Diego Urdiales y Alejandro Talavante y eran fruto de la campaña en la que el fotógrafo José Ramón Lozano ha inmortalizado a los cinco diestros que reivindican los valores universales del toreo. Al tiempo que esto sucede, permiten con orgullo que se sigan celebrando los “corre bous”. Aquí no les duele el sufrimiento del animal, aun cuando, al revés que en las corridas, el toro no tiene medio de defensa. ¿Por qué tienen tanta inquina contra el toreo? Porque desde la prehistoria se viene considerando al toro el totem, el icono por el que nuestro país es recordado en todo el mundo. Este es un tema que demuestra el interés por destruir todo aquello que represente o simbolice a España.
Pero lo que más asquea, cuando no repugna, es la arrogancia con la que el progre dispone sobre las cuestiones denominadas “sociales”. Dicen, abortar es lícito y libera a la mujer, ergo, tratar de cohibir o hacer reconsiderar esta opción, es ilegítimo y va en contra del PROGRESO de la humanidad. En este o en un razonamiento similar se fundamenta su credo y la garantía de su denuncia. Cuando alguien, en nuestros días, en la España de hoy, se posiciona a favor del aborto, no debe ocultar su adhesión a una postura perfectamente identificable: aunque sé que ya eres humano, único e irrepetible, por no tener en el presente forma, o capacidad, o sostenibilidad, me niego a reconocerte nada perecido a la dignidad que quiero para mí y sí reconozco a los otro seres humanos que sí se adecúan al patrón arbitrario que he adoptado para calificar lo que es asesinar y lo que sencillamente no lo es.[2] Se reconoce el derecho a la vida a los ya nacidos, no a los que están por nacer. Si la sociedad dedicara a las mujeres embarazadas el dinero que emplea en cuidar de los huevos de buitre leonado o del lagarto de Canarias, muchas mujeres no se verían tan solas y no se dejarían inducir a asesinar a su hijo.
Estos progres consideran el aborto como un acto de liberación y no un acto de irresponsabilidad por parte de los progenitores que se inhiben de sus responsabilidades. Al padre, al que estas feminazis no le reconocen ningún derecho, aprovecha la circunstancia para evadirse; la madre, que lo es desde la concepción, aun habiendo consentido el acto sexual, potencialmente fuente de fecundación, se inhibe en sus obligaciones y busca el amparo de la sociedad con la justificación ética de lo que los progres no quieren considerar asesinato (por homicidio alevoso). Muchos miembros de esta progresía, demostrando una vez más el relativismo practicante que les caracteriza, extienden el patrón de dignidad humana, en sentido estricto, a otros seres o realidades. Ese reconocimiento a lo no humano de la misma consideración de lo humano, convive con la defensa del asesinato de seres en virtud de su estado de desarrollo físico. De ahí que una de sus razones para defender el aborto en general, lo sea “el favor que representa el aborto eugenésico”. A principios del siglo XX, muchos europeos consideraron progresistas –en su actual acepción– las teorías eugenésicas que defendían derivadas del darwinismo social, como por ejemplo, la esterilización de disminuidos psíquicos o, incluso, miopes. Algo que, afortunadamente, hoy consideramos una aberración.
En ese sentido cabe hacer mención a otra de sus “soluciones” como es la eutanasia. No somos modernos porque en la mayor parte de Europa ya la tienen implantada; no dicen, sin embargo que lo que inicialmente se estableció para una situación concreta y excepcional: “solo para enfermedad incurable o mortal a corto plazo», al año siguiente se amplía a personas con enfermedades psiquiátricas y poco después la ampliación a supuestos de personas sanas que no padecen enfermedad terminal,sino que lo piden por simple deseo, aceptándose asi en la práctica simplemente por «sufrimiento vital» , concepto general e impreciso, supuestos peligrosos ya que escapan a cualquier control. En España además, por cuanto no se produce relevo generacional, abundan las personas con derecho a pensión y es sabido que lo que se firmó en el Pacto de Toledo está más que obsoleto y la hucha de las pensiones más que exhausta ¡Miedo da pensar en la fácil solución que darán al tema los progresistas!
La consecuencia inmediata del aplastamiento de los principios que sustentan el orden natural (familia, propiedad privada, moral tradicional, libre comercio), no podía ser otra que la increíble desorientación de las sociedades que lo han padecido. En el estado de cosas actual, se acepta prácticamente como un dogma de fe que la realidad sencillamente no existe, con lo que el hombre se despoja voluntariamente de su principal herramienta de supervivencia: La razón. Si nada es bueno o malo, moral o inmoral, si todo es relativo, si las afirmaciones absolutas son observadas como la demostración del carácter autoritario de quien las sostiene, si no se admite que el ser humano puede conocer la existencia de una realidad objetiva, integrando la información que le proporcionan sus sentidos a través de la razón, entonces el mundo se convierte en algo incomprensible y amenazador, un sitio en el que no merece la pena esforzarse por alcanzar unas metas de cuya moralidad nadie puede responder.
Si el progresismo es la quintaesencia de la ingravidez intelectual, la New Age es su trasunto oligofrénico, lo que la convierte, de inmediato, en una propuesta atractiva para el espíritu contemporáneo, pues ofrece una oportunidad para integrar todos aquellos elementos absurdos que la esquizofrenia postmoderna había dispersado. El movimiento New Age es una corriente cultural (es decir contracultural), cuyo origen se localiza en la costa oeste de los EEUU durante la década de los sesenta, que se basa en una concepción mágica de la realidad, en la que los arcanos de las culturas más disparatadas (atlantes, rosacruces), las terapias más absurdas y una antropología irracional, se trufan con un mesianismo milenarista, un pacifismo ultramilitante y el inevitable toque OVNI, formando una grasienta empanada de imposible digestión. La renuncia intelectual de sus practicantes es tan severa, que dentro del movimiento de la Nueva Era no resulta extraño encontrar a cristianos que creen firmemente en la reencarnación, o estrellas de Hollywood, cuya evidente politoxicomanía y hedonismo no les impide declararse fervorosas seguidoras del ascético budismo zen.
En realidad, la New Age sirve perfectamente a los fines establecidos por los ideólogos de la guerra contracultural, pues su mística, al contrario que la judeocristiana no está basada en la comunión o el crecimiento personal, sino en la disolución total con un evanescente “todo cósmico”. Este carácter decadente de la ética y la estética New Age, que entroniza el relativismo moral y cultural como un valor a perseguir, convierte a esta corriente en un aliado virtuoso de la intelectualidad progresista, en su tarea de dejar a la sociedad sin recursos eficaces contra su propaganda anticapitalista.
Quizás por estas influencias porque es evidente que la caída del bloque soviético, al menos en Europa, hizo que la masonería, desembarazada en parte de ese enemigo, tenga, en los campos político y económico, más despejada su histórica meta de destruir el cristianismo, por lo que son bien visibles sus avances acelerados en España y en el resto de Europa[3]. Se explica así su visceral odio a la Iglesia, quitan los servicios religiosos en la sanidad pública, vuelven al ataque contra la catedral de Córdoba y contra los colegios concertados, no todos, pero sí la mayoría, religiosos. ¿Qué pensarán hacer con las procesiones de Semana Santa? ¿Volveremos a lo ya sufrido en 1931?
Ese odio les lleva a hacer el ridículo en muchas ocasiones. La última, la conocida retirada de la placa en recuerdo de los mártires de Carabanchel: ocho pobres seminaristas que tuvieron que salir huyendo de las hordas de Onda, llegan a Madrid, alguien se da cuenta que están vinculados a la Iglesia, por tan grave mal los detienen y en las tapias del cementerio, las izquierdas constituyentes de la benéfica II República, sin respeto a su minoría de edad, los acribillan solo por eso, por estudiar para ser religiosos carmelitas. Aquel terrible atropello (tan habitual, por otra parte) lo aumentan con este nuevo, aunque para ello violen una propiedad privada. Quieren borrar la memoria de los mártires porque se vuelve contra ellos, sucesores de aquellos salvajes asesinatos.
En este intento de querer suprimir los referentes históricos de la guerra que perdieron, se incluye la actuación talibán de la destrucción del monolito en recuerdo de la actitud del Alférez Provisional. Eso de “CAÍDOS POR DIOS Y POR ESPAÑA” les hace daño, pero por mucho que lo intenten, no pueden anular la historia.
Mayor ridículo ha sido arrancar la placa conmemorativa de José García Vara, colocada, no por Franco, sino por el Centro Social Manuel Montero en 1965 en homenaje a un panadero gallego que consiguió aglutinar a un grupo de compañeros para formar un sindicato que primero fue de izquierdas, con miembros de UGT y CCOO, hasta que, con otros, fundó la Central Obrera Nacional Sindicalista de Falange Española. Fue el primer sindicalista asesinado y este acto, en una emboscada en la Calle Arrieta, en pleno centro de la capital, significó un punto álgido en la escalada de violencia callejera del Madrid republicano de 1935. Es decir, le asesinaron quince meses y medio antes de que algunos militares dijeran ¡Basta ya! a tantas muertes injustas, luego, no se por qué dicen que le es de aplicación la Ley de Memoria Histórica; la explicación está en que lo hacen porque creen que quitando la placa, se olvidarán los crímenes que cometieron.
Unos días antes de estas tropelías, el Ayuntamiento de Madrid retiró la placa que fue colocado el recuerdo que en la glorieta de Rubén Darío, siendo el socialista Juan Barranco alcalde de Madrid, dedicaba al que fue presidente de Cruz Roja Internacional, Enrique de la Mata Gorostizaga.[4] Es necesario señalar que este señor tenía tres años cuando fue declarada la guerra, ¿hay que aplicarle la malhadada Ley de Memoria Histórica?
Llegados a este punto conviene resumir sus contradicciones y paradojas, que son memorables:
*Están contra la pena de muerte, pero defienden el aborto, que causa cientos de miles de muertos, y la eutanasia.
*Hablan de tolerancia, pero no soportan la disidencia y llaman «fascistas» a los que piensan diferente, a los que, si pueden, condenan al ostracismo.
*Dicen que la igualdad es lo más importante, pero ellos se hacen millonarios en el poder.
*Proclaman que están ampliando los derechos de las minorías y, realmente, han amparado a los homosexuales y a otros grupos marginales, pero ignoran los derechos constitucionales de los ciudadanos que, sólo por emplear el idioma español, son acosados y humillados en regiones gobernadas por ellos y sus socios nacionalistas.
*Afirman que la ideología es primordial y exhiben lo que llaman «principios y valores de la izquierda», pero son capaces de pactar hasta con el mismo diablo, renunciando a las ideas, con tal de alcanzar o conservar el poder.
*Fustigan a la Iglesia porque es el único poder que no controlan, tratan de sustituir los valores que defiende el catolicismo por otros nuevos, de manera que la crítica corrosiva del laicismo y del relativismo, genera insolidaridad, deterioro de la familia, egoísmo, crispación y terribles daños a la convivencia.
*Utilizan el dinero para controlarlo todo y emplean las subvenciones para generar clientelismo y sumisión. *Afirman creer en la sociedad civil, pero en realidad la han invadido, asfixiado y colocado en estado de coma. La sociedad civil, tras haber padecido el tratamiento «progre», está arrasada y es incapaz de cumplir su vital papel de contrapeso del Estado. Han invadido todos los espacios sagrados de la sociedad que necesitan desarrollarse en libertad, como las universidades, las cajas de ahorro, los sindicatos, la patronal, las confesiones religiosas, las asociaciones civiles y ciudadanas y gran parte del llamado «Tercer Sector», donde están las asociaciones y fundaciones.
*La progresía, en abierta contradición con sus postulados, no impide que los privilegios de los que están en el poder sean hoy escandalosos, comparables a los que disfrutaban en la época del absolutismo la nobleza y el clero: fueros propios, práctica inmunidad e impunidad, coches oficiales, sueldos elevados a los que no afectan la crisis, acceso y control de los recursos del Estado, etc.
Quizás todo ello llevó a Julio Anguita a definir la progresía con tanta crueldad como precisión cuando dijo que es «ni más ni menos, el sumidero por donde se han ido las ideas de la izquierda. La progresía es quedarse en la reforma de una serie de aspectos sociales, como los matrimonios homosexuales o las medidas de discriminación positiva de la mujer, mientras que se deja intacta una realidad económica injusta» (Diario El Mundo, 31 de marzo de 2006).
Es necesaria más que nunca una rebelión intelectual y moral que desenmascare todo este veneno social y los agentes que lo inoculan. Aunque la tarea es ingente, es posible detectar algunos incipientes movimientos reactivos en amplias capas de la población. Si eso no se produce, conviene tener en cuenta que la única diferencia entre la conquista violenta del poder por una minoría totalitaria, como pretendía el leninismo (y sus sucesores actuales), y la obtención del mismo por caminos difusos previa aniquilación del arsenal moral e intelectual de la sociedad, si finalmente sucede, sólo estribará en que la agonía habrá sido más larga y las víctimas mucho más numerosas.
[1] Su ingreso en prisión de uno de los miembros más activos de los Bukaneros -los hinchas más radicales del Rayo Vallecano- y de las Brigadas Antifascistas de Madrid (BAF), ha sido acogido con indignación por la extrema izquierda, hasta el punto de haber sido adoptado por Podemos como una especie de icono de lucha por las libertades. No parece que para este sector sea relevante que este individuo fuera detenido el 14 de noviembre de 2012, día en el que estaba convocada una huelga general, con un artefacto «explosivo-incendiario» con metralla incluida, de una sofisticación media-alta y de una potencia suficiente para causar daños graves, hecho por el que el Supremo le condenó a cuatro años. Pero sobre todo, o bien desconoce, u oculta, no solo su historial, sino también que este sujeto escribió un mensaje en su teléfono móvil en el que abogaba por causar incidentes ese día para perjudicar a los sindicatos convocantes, UGT y Comisiones Obreras.
«Alfon», pues, se convierte en un símbolo de la «nueva política» de Iglesias, y la detención para su ingreso en prisión en un espectáculo al encerrarse en la Parroquia de San Carlos Borromeo del madrileño barrio de Entrevías, donde lo protegieron 200 personas. Queda la duda de si conocían el auténtico historial del «héroe de la lucha obrera». Porque en el caso de que así fuera, el asunto alcanzaría tintes surrealistas. Para los investigadores, el «modus operandi» de «Alfon» el día de su detención con la bomba estaba perfectamente planificado por los líderes de las BAF. No solo eso; el que llevaba ese artefacto era perfectamente conocido por personas de su entorno, ya que en el anteriormente citado grupo de whatsApp del que formaba parte hay alguien que escribe: «Joder que el alfon tenia lo de puente de vallecas es verdad», y de inmediato entre todos comentan que hay que eliminar a su amigo de ese grupo, lo que en efecto hacen de inmediato. La razón es que pensaban que ese teléfono ya estaba en manos del juez, cuando lo cierto es que el arrestado, siguiendo fielmente las instrucciones que había recibido, no lo llevaba encima precisamente para dificultar la investigación.
[2] https://lalibertadylaley.wordpress.com/2008/12/07/el-pais-lo-progre-y-el-aborto/
[3] Aunque les resulte llamativo, (si no tienen en cuenta el poder de la masonería en la ONU), en el Comité de Derechos de los Niños de la ONU acaba de exhortar a Irlanda a aprobar el aborto sin restricciones. Su informe ha sido acogido favorablemente en el Gobierno irlandés por el Ministerio para la Infancia, ese que supuestamente está para defender a los niños. Ni George Orwell habría imaginado un símbolo mejor de la inversión del lenguaje. El Ministerio de la Verdad en su novela 1984 difícilmente puede tener en el mundo real una réplica más exacta que un Comité de Derechos de los Niños que postula su asesinato por el aborto y un Ministerio para la Infancia, tradicionalmente católico, que aplaude la recomendación y le da curso político.
[4] Enrique de la Mata Gorostizaga: (Madrid, 20 de septiembre de 1933-Roma 6 de septiembre de 1987).Entre 1967 y 1969 presidió la Asamblea Suprema de la Cruz Roja Española, fecha en que pasó a dirigir la Dirección General de Seguridad Social (depediente del Ministerio de Trabajo). Hasta 1975 se mantuvo en este puesto, compaginado con la asesoría de la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes y la secretaría del Consejo del Reino (1971-1976), tras lo cual fue ministro de Relaciones Sindicales en el Gobierno de transición a la democracia de Adolfo Suárez (1976-1977), puesto desde el que suprimió el sindicato único y aprobó los sindicatos democráticos.
En las elecciones de 1977 y 1979 obtuvo acta de diputado por Teruel, dentro de la Unión de Centro Democrático (UCD); formó parte de las comisiones de Hacienda y Presidencia del Gobierno. Más adelante ingresó en las filas del Centro Democrático y Social (CDS). Otra vez presidente de la Cruz Roja Española desde 1978, fue elegido dos veces (1981 y 1985) para idéntico cargo de la Cruz Roja Internacional.