En América Latina y Europa, de formación básica cristiana, el interés por el hinduismo nos viene principalmente a través de las múltiples propuestas del Yoga, que al ser una técnica que proporciona beneficios psíquicos, físicos y espirituales, obtiene unidad a la persona, quedando atrapados y fascinados frente a un tipo de religiosidad tradicional cristiana, que aparece “aparentemente” hueca y ritualista.
Además, de la misma manera que la ciencia moderna hace énfasis en nuestra evolución física, el hinduismo enfatiza nuestra evolución espiritual. Así como gran parte de la psicología moderna hace énfasis en la bondad básica y el potencial ilimitado de la naturaleza humana, el hinduismo enfatiza la divinidad esencial del hombre. Así como la filosofía moderna hace énfasis en la relatividad de todas las aseveraciones de verdad, el hinduismo tolera muchas creencias religiosas aparentemente contradictorias.
Como religión que hace énfasis en la primacía de lo espiritual sobre la realidad material, el hinduismo apela a muchos que están desilusionados con las ocupaciones estrictamente materiales. Esto, junto a la llamada a la “no violencia” (ahimsa), fruto de la pacificación interior, hace al hinduismo tremendamente atractivo en medio de una sociedad injusta, violenta, competitiva y consumista.
Pero, ¿qué es el hinduismo?
El término “Hinduismo”, que se ha comenzado a utilizar en el siglo XIX, es como los occidentales han llamado a un conjunto de religiones que se practican en la India. Los que viven allí llaman a sus creencias la “Ley del orden eterno”, heredada de los videntes de las edades primordiales, la primera y gran cultura India, la Harappa, que se remonta a 4000 años a.C. Sabemos poco de los habitantes y costumbres de los pobladores de entonces del valle del Indus, actual Pakistán. Era una gran cultura semejante a la de Mesopotamia y Egipto, con escritura propia, que continua siendo un enigma por descifrar.
En el hinduismo no hay fundador o un origen claramente determinado. Se trata de un conjunto de cultos, costumbres, ideas y aspiraciones diversas. Se basa en escritos cuya autoría se pierde en el tiempo. No existe ninguna figura que tenga un papel protagonista. Para comprender el hinduismo hemos de bucear en la India.
La religión hindú está íntimamente vinculada a su sistema social y a su historia. El subcontinente indio tiene precisas demarcaciones geográficas. Triangular en su forma, está bañado por dos de sus lados por el océano y cerrado al norte por la cadena montañosa del Himalaya. Esto recuerda los indios la figura de una madre, la “Madre-India”. El río Ganges, el río sagrado, no sólo proporciona agua en el país, sino que es el símbolo de la vida sin fin.
Hacia el año 1500 a.C. los arios ya estaban asentados en la India. Llevaban consigo un panteón de dioses primitivos, principalmente guerreros y masculinos. Se trata de las deidades típicas de cualquier religión arcaica, que explican los fenómenos que el ser humano no entiende. Así encontramos a Indra, dios de la tempestad o Agni, divinidad del fuego. Cabe señalar que los ídolos que representan los fenómenos atmosféricos son los primeros que aparecen en cualquier culto.
En el pensamiento hindú todo individuo, en tanto que persona, es una máscara de un dios que es actor tras todos los papeles y el que juega todos los juegos. Los hindúes no tienen sentido de la Historia. Consideran el tiempo como algo circular, como algo que gira una y otra vez, de manera que lo que sucede hoy es en su conjunto muy parecido a lo que sucedió ayer o hace cien o mil años.
Pensar es algo distinto de sentir, emocionarse o percibir a través de los sentidos. Se trata de manipular símbolos, ya sean palabras, números o signos como triángulos, cuadrados o círculos para presentar acontecimientos que suceden en el mundo real. Para los hindúes hay mucho más de lo que pensamos que hay. Es por esto que creen que el yo real es el Ser en mayúscula, el Ser del universo. Por eso en el nivel de la existencia uno no está realmente separado de lo demás que está sucediendo.
Para los Upanishads, libros sagrados de los hindúes, el Ser es la sola y única realidad sin semejante, y que todo el universo en definitiva es Brahaman. El universo aparece como una multiplicidad de cosas diferentes a causa de “maya”, que es la ilusión, la magia, el arte o el poder creativo. Los hindúes describen la energía básica del universo como lo “desconocido”. Brahaman es desconocido para aquellos que lo conocen, y conocido para aquellos que no le conocen.
El Brahaman es considerado por los hindúes como el ser y centro de todo el universo, y la idea fundamental consiste en que sólo hay un ser. Cada uno de nosotros es ese ser, como uno de los innumerables rayos del Sol. Brahaman tiene todos los rostros que existen: humanos, animales, insectos, plantas y minerales; todas las cosas son el yo supremo que está representando ser cada una de ellas. Si perdemos la visión unitaria del hinduismo entramos en “maya” o poder relativo, o magia, y también “ilusión”, es decir, pensar que dos opuestos están realmente separados entre sí.
El lenguaje del mito consiste en hablar en imágenes más que hablar en palabras un lenguaje llano o descriptivo. Una de las formas esenciales de pensar es la analogía, como cuando al hablar del ciclo de la vida hablamos del invierno o de la primavera de la vida en referencia al ciclo de las estaciones. En la mitología hindú, Brahaman juega un juego a lo largo de periodos llamados “Kalpas”, que dura cada uno de ellos 4.320.000 años. En un kalpa se manifiesta Brahaman y en otro kalpa se recuerda quien es. Y así por toda la eternidad y nunca se cansa.
El dharma, el karma y el samsara.
El dharma, palabra sánscrita que significa “sostener, mantener”, es la ley que mantiene el orden del mundo. Esta noción es tan esencial que sirve para designar al hinduismo: Sanatana dharma, la ley del orden eterno. En el hinduismo el dharma constituye la realidad esencial del cosmos, de la sociedad y del ser humano. Es el orden que reina entre los dioses, atribuyendo a cada uno su propia función e intervención.
En la naturaleza, el dharma es el ciclo de los astros y de las estaciones, que regula la llegada de la cosecha y el brote de las plantas. Es la orden que regula la jerarquía de las castas. Y el orden moral por el que cada persona actúa según su deber, es decir, respetando las leyes de los dioses, de la naturaleza y de la sociedad. El dharma es el funcionamiento armonioso de un universo en equilibrio.
Pero hay fuerzas adversas que amenazan este equilibrio. Forman el a-dharma: todo lo que se opone al orden, el mal. En la sociedad, es la violencia dominadora de las castas superiores que abusan de su situación. En cada ser humano, es la tendencia perversa buscar la ganancia y el éxito. Se trata de aniquilar en la propia persona la ambición y la concupiscencia. Se llega a esto gracias al culto. Así, el dharma es la exigencia de ocupar cada uno su lugar debido en el orden de las cosas, con el objetivo de la liberación personal.
En el hinduismo se cree que cada uno de nosotros se reencarna vida tras vida de forma progresiva o regresiva, según el propio karma, palabra que significa “tú haces”. El karma, es la fuerza “invisible” que emana de todos los actos humanos. Esta energía es la que hace al alma, prisionera de un cuerpo y le obliga a reencarnarse.
El karma es algo así como el balance de nuestros actos: de nuestras buenas y malas acciones. Karma se refiere a la ley de causa y efecto. Según la tradición hindú, toda acción tiene una reacción y una consecuencia, tanto si la acción es positiva como negativa. El karma influye muy profundamente en la mentalidad hindú, porque es el fundamento de la explicación del destino humano. Así, para ellos, nacer en una determinada situación no es una maldición, sino el resultado de los deméritos de una existencia anterior y la posibilidad de obtener una existencia mejor.
La ley del karma afirma que nuestros actos y hasta nuestras intenciones escriben nuestra vida futura. Y nunca cambiaremos esta ley. Pero podemos actuar sobre nuestras intenciones y sobre cada uno de nuestros actos, afectando nuestro porvenir, lo que hace que esta ley no sea tan fatalista como parece a primera vista. Por otra parte, esta ley es una esperanza debido a la certeza de que, al final de las reencarnaciones, se obtiene la liberación, que los hindúes llaman moksha, palabra sánscrita que significa liberación del ciclo del nacimiento, de la muerte y de la reencarnación. La moksha se consigue cuando la virtud, el conocimiento y el amor de Dios eliminan el peso el karma, que es quien exige que el yo vuelva renacer.
El samsara o “flujo de la existencia”, es una palabra sánscrita que indica el ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento, que implica tanto a las personas como el universo entero. Samsara es el lugar donde se renace constantemente como consecuencia del karma acumulado en vidas anteriores, lo que llamamos la transmigración de las almas y que sería mejor llamar transmutación de un cuerpo en otro.
El samsara es esta corriente perpetua que arrastra al alma individual en sucesivas reencarnaciones. Está simbolizado en una rueda siempre en movimiento, o también en la sucesión de las olas de un río incesante. Dado que es imposible que todo el karma de una persona sea experimentado en una vida, las escrituras hindúes afirman que después de la muerte las almas individuales “renacen” en este mundo en otro cuerpo humano o no. El tipo de renacimiento de una persona está determinado por el karma resultante de acciones pasadas.
El Yoga
La palabra sánscrita yoga, se deriva de la raíz “yug”, que significa originariamente poner junto, conectar, unir en un solo todo, generalmente con la intención de llegar a algún resultado. Yoga significa el yugo que mantiene unidos a los toros, para que tiren mejor del carro, y el método psicosomático y espiritual que une a las facultades sensibles e intelectuales del ser humano para llegar a una experiencia interior extática suprema. El Yoga es la completa ausencia del movimiento de la mente.
En el hinduismo se habla de tres caminos de liberación: el camino de la actuación, el camino del saber y el camino del amor a Dios. Con ellos se desarrollaron varias técnicas de acceso a la liberación, que pueden combinarse entre sí y que en la mayoría de los casos se combinan. Yoga no es propiamente una doctrina, aunque supone más de una. Propiamente hablando es un método, aplicable en múltiples contextos, de control de las energías físicas, intelectuales y morales, para conducir al ser humano a la superación de todo lo que es limitado, comprendida su propia naturaleza individual, y liberarse el así del cambio y del dolor sobre la base de una nueva conciencia.
Hay que señalar que no es posible aprender el yoga a través de la propia experiencia independiente ni a través de los libros; no es sólo una práctica, sino una iniciación, y requiere absolutamente la dirección de un maestro o gurú, ya profundamente iluminado, al que la persona que desea iniciarse se confía con un sentimiento sagrado. Sólo para la comunicación oral y la convivencia con el maestro, bajo la irradiación de su energía espiritual, resulta posible practicar el yoga sin errores y con fruto.
Murkti, samyasi y vanaprastha
Un murkti es una persona iluminada que ha alcanzado el estado de moksha o liberación: Sabe quién es. Sabe que en lo más profundo de su persona mora el yo central, frente a otra que está inmersa en la profunda ilusión.
En la vida ordinaria de las comunidades primitivas hindúes existen cuatro castas: la casta de los sacerdotes, la de los guerreros, la de los comerciantes y la de los campesinos. Todo hindú pertenece a la casta en la que nace. Cuando un hombre alcanza su estado de madurez, o a la mitad de su vida, y ha educado suficientemente a su hijo para que se ocupe de los asuntos de la familia, abandona la casta. Se convierte en un descastado samyasi, que sale del pueblo regresando al bosque, convirtiéndose en un vanaprastha.
El vanaprastha, si antes de morir quiere despertar de la ilusión para no tener miedo a la muerte, busca a un gurú, que le enseña yoga, que es el arte de despertar y descubrir que todos nosotros somos uno. En otras palabras: que somos Dios. Por eso, todo escrito místico en realidad son instrucciones. No se trata de describir el universo, a Dios o a la realidad última. Los místicos saben que esto no se puede hacer. Los místicos permanecen en silencio.
El ahimsa, valor central del hinduismo
Ahimsa o “protección de toda vida” es un valor moral central del hinduismo, al ser la vida, en última instancia, divina, lo que justifica el vegetarianismo. La palabra ahimsa procede del sánscrito y ha sido internacionalmente conocida gracias a Mohandas Gandhi, como no-violencia, tanto por su filosofía política, como por sus campañas no-violentas. En sánscrito, este concepto implica no sólo a la acción, sino a la palabra, al deseo y al pensamiento, es decir, a todos y cada uno de los aspectos de la vida humana. Gandhi calificó al ahimsa como “la clave del hinduismo”.
En el hinduismo el ahimsa refleja también el valor y el mensaje espiritual del sacrificio, que forma parte del pensamiento y la tradición hindú. El sacrificio tiene un doble beneficio: Por un lado fortalece todos los aspectos del alma y del cuerpo, capacitándose para vivir de acuerdo con las reglas naturales. Y, por otro, el mundo se genera y regenera continuamente, ya que el mismo universo es un sacrificio agudo y doloroso porque conlleva un tránsito de lo Uno en el múltiple.
Una respuesta cristiana al Hinduismo
De entrada debemos decir que como cristianos estamos de acuerdo con los hindúes en que el remedio último ante el dilema humano es de naturaleza espiritual. Pero más allá de esto, hay poco terreno en común entre el hinduismo y el cristianismo. Notemos algunos de los aspectos de divergencia más importantes.
Primero, el hinduismo carece de la comprensión de que Dios creó este mundo con un propósito bueno. Es común que los hindúes hablen de Dios como trayendo el universo a la existencia simplemente como un ejercicio “juguetón” de su poder. También falta el concepto de Dios como infinitamente santo y justo y como Aquél ante quien nosotros, como sus criaturas, somos responsables por la forma en que conducimos nuestras vidas.
La segunda área principal de contraste entre el hinduismo y el cristianismo es el concepto de la naturaleza humana y la fuente de nuestro distanciamiento de Dios. Según la enseñanza hindú, el hombre es divino en el núcleo de su ser. Él es uno con Dios. El problema es que el hombre desconoce este hecho. Está engañado por concentrarse en este mundo temporal y material, y su desconocimiento provoca acciones que producen un karma malo que nos aprisiona en el ciclo de reencarnación. Sin embargo, para los cristianos, la fuente de nuestra separación de Dios no es el desconocimiento de nuestra divinidad, sino nuestra rebelión pecaminosa contra Dios y su propósito para nuestras vidas.
El último punto de contraste don el hinduismo es el camino de salvación. Según la mayor parte de la enseñanza hindú, la salvación del ciclo de reencarnación se logra por medio de nuestros propios esfuerzos, ya sea a través de las buenas obras, la meditación o la devoción a una deidad. Para los cristianos, nuestra necesidad espiritual es de liberación del juicio de Dios sobre nuestro pecado y de restauración a una vida bajo su dirección y cuidado. Esta salvación puede ser realizada sólo mediante la acción inmerecida de la gracia en beneficio nuestro.
No confundir con el Espíritu Santo
En la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana, de 1989, la Congregación para la Doctrina de la Fe se centra en varias prácticas espirituales orientales y en su inclusión en la vida espiritual de los cristianos, el documento no condena expresamente al yoga, pero recomienda repetidamente prudencia en el uso de prácticas espirituales, meditativas o místicas que estén desprovistas de un contexto claramente cristiano. Por ejemplo, el número 12 afirma: “estas propuestas u otras análogas de armonización entre meditación cristiana y técnicas orientales deberán ser continuamente cribadas con un cuidadoso discernimiento de contenidos y de método, para evitar la caída en un pernicioso sincretismo“.
También afirma que los aspectos corporales como las posturas en el yoga, pueden afectar nuestra espiritualidad: “La experiencia humana demuestra que la posición y la actitud del cuerpo no dejan de tener influencia sobre el recogimiento y la disposición del espíritu. Esto constituye un dato al que han prestado atención algunos escritores espirituales del Oriente y del Occidente cristiano“(nº 26), pero “algunos ejercicios físicos producen automáticamente sensaciones de quietud o de distensión, sentimientos gratificantes y, quizá, hasta fenómenos de luz y calor similares a un bienestar espiritual. Confundirlos con auténticas consolaciones del Espíritu Santo sería un modo totalmente erróneo de concebir el camino espiritual. Atribuirles significados simbólicos típicos de la experiencia mística, cuando la actitud moral del interesado no se corresponde con ella, representaría una especie de esquizofrenia mental que puede conducir incluso a disturbios psíquicos y, en ocasiones, aberraciones morales” (nº 28).
El Consejo Pontificio de la Iglesia Católica para el Diálogo Interreligioso publicó un documento titulado Jesucristo: Portador del Agua de la Vida (2003) al hablar de los muchos conceptos utilizados dentro del movimiento de la Nueva Era señala que el yoga transmite esencialmente la misma realidad: un estado de conciencia alterado que es como un medio para una experiencia trascendente, espiritual.
El problema es que ese contexto es totalmente extraño a la concepción cristiana sobre la naturaleza y propósitos de la oración, meditación y experiencia mística. Más aún, la sola noción de seres humanos uniéndose con una conciencia cósmica divina contradice lo que la iglesia afirma acerca de una verdadera experiencia mística: “Para aproximarse a ese misterio de la unión con Dios, que los Padres griegos llamaban divinización del hombre, y para comprender con precisión las modalidades en que se realiza, es preciso ante todo tener presente que el hombre es esencialmente criatura y como tal permanece para siempre, de tal forma que nunca será posible una absorción del yo humano en el Yo divino, ni siquiera en los más altos estados de gracia” (nº 14).
Debemos ser igualmente cuidadosos sobre la diferencia fundamental entre las experiencias místicas cristiana e hindú: “Para los cristianos, la vida espiritual consiste en una relación con Dios que se va haciendo cada vez más profunda con la ayuda de la gracia, en un proceso que ilumina también la relación con nuestros hermanos. La espiritualidad, para la Nueva Era, significa experimentar estados de conciencia dominados por un sentido de armonía y fusión con el Todo. Así, “mística” no se refiere a un encuentro con el Dios trascendente en la plenitud del amor, sino a la experiencia provocada por un volverse sobre sí mismo, un sentimiento exultante de estar en comunión con el universo, de dejar que la propia individualidad se hunda en el gran océano del Ser” (nº 3.4).