No descubro nada nuevo si me refiero al odio que la izquierda tiene contra la existencia de nuestro país, contra “la idea de España” como nación unida, nuestra España, la de todos, lo que nos une a todos, una tradición, una historia, una lengua en común. Esa idea de España que se relaciona íntimamente con su tradición y con su historia, porque España, tradición, historia y cultura son la misma cosa y no se puede entender una sin las demás. En España y en casi cualquier lugar del mundo, pero en España esa idea está más acentuada, pues eso es lo que nos ha llevado a ser la nación más antigua de Europa, a haber superado los momentos más difíciles como nación: Invasiones, miserias, guerras.
Pues bien, esa idea de España, su cultura, su tradición y su historia están ligados a todo aquello que la izquierda odia profundamente. Por ello siempre he defendido que la izquierda en España además de muy progre es profundamente antiespañola. Odian a España, sencillamente.
Si por ejemplo hablamos de los grandes hombres que ha dado esta nación podemos citar a los Reyes Católicos, a Carlos III, a Pizarro, a Hernán Cortés, a Cristóbal Colón (si es que realmente era español y no genovés), a Cervantes, a Felipe II, a Francisco Franco, a José Antonio Primo de Rivera, y así sucesivamente. Todos ellos son, más o menos, odiados por la izquierda. Pero su odio mayor, el más profundo, va ligado a la Iglesia. No hay cosa que odien más. Bueno quizás a Franco al que no perdonan que ganara la guerra que ellos provocaron. Achacan los males que trajo el enfrentamiento, a la reacción de ciertos militares ante la acción, ̶ los pasos previos (provocaciones, incendios, robos, asesinatos, torturas) ̶ que consintió y alentó la II República.
Todos los episodios gloriosos de nuestra nación son repudiados y escupidos por la izquierda. Las Navas de Tolosa, la batalla de San Quintín, Bailén, la gesta del Alcázar, la División Azul, Krasny Bor, etc… Jamás veremos exaltar o decir algo bueno de estos gloriosos episodios, incluso de las derrotas como el desastre de Anual. Recientemente y haciendo JUSTICIA con mayúsculas en Madrid se inauguró una estatua al héroe nacional Blas de Lezo, el “medio hombre” (por lo que quedaba de él después de tantas heridas en combate), que infringió una derrota a los ingleses que aun esconden. Por supuesto la izquierda se puso de perfil y los nacionalistas catalanes han pedido abiertamente la retirada de esta estatua.
La izquierda se caracteriza por el odio. Viven en el odio, residen en él permanentemente instalados. Odian el derecho a la vida, odian a la Iglesia, odian a los ricos, odian al que le va bien en la vida, odian al que es feliz, odian a las clases medias, odian al que tiene un buen coche, odian al que saca buenas notas, odian al que se esfuerza, odian al pobre que no es de izquierdas, odian al pobre que es de izquierdas pero no les vota, odian a las fuerzas armadas, odian al que es creyente, odian al que va a misa, odian al que marca la “X” en la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta, odian al Rey, odian al Gobierno y al poder, salvo que sean ellos los que estén en él, odian al idioma español, odian la historia de España. Odian A TODO.
A todo salvo a aquello que degrada al ser humano, a la moral y aquello que atenta contra España y contra Dios. Eso lo veneran como una religión presentándolo como algo democrático, moderno y respetuoso, términos que se pueden resumir en una palabreja secuestrada por la izquierda: progresista. Porque esas palabras tan bonitas y antaño con tanto sentido han sido secuestradas y prostituidas por la izquierda hasta el límite que ya no significan nada cuando no son hasta repudiadas por una porción considerable de ciudadanos españoles.
Se podría decir que fue hacia 1970, cuando la guerra civil ya pillaba muy lejos, momento en el que la izquierda en masa decidió que podía sintetizar sus odios, todos cuantos he expuesto y muchos más que me dejo en el tintero, en un solo objetivo: ESPAÑA. ¿Por qué? Porque España es un compendio de todo ello: su historia militar, su historia monárquica, su historia como pueblo cristiano, su unidad como nación más antigua del viejo continente, Europa, su cultura, su unidad, su lengua. España podía ser el centro de sus odios. La nación que venció al comunismo, al marxismo y a la masonería, la nación que civilizó y dio luz a todo un continente.
Si en la idea de España pueden concentrar todos sus odios, si esos odios hay que focalizarlos en una persona esa persona es sin duda Franco. Cuando atacan a Franco, no atacan solo al que fue Jefe del Estado, atacan a la idea de España como unidad, atacan a la Iglesia, atacan a los valores tradicionales a la par que se exalta como modelo alternativo el comunismo, el socialismo o el marxismo y se pone de modelo de gobierno ejemplar aquella nefasta II República.
Entonces resulta que el blanco es negro y el negro es blanco. Así pues, a saber, nunca deberían haber ganado los cristianos sino los moros; España no debería haber sido cristiana sino musulmana; jamás debió ganar Roma sino el protestantismo, los Reyes Católicos fueron unos pre-fascistas y criminales dictatoriales percusores de la Inquisición, Pizarro y Hernán Cortés fueron unos criminales invasores y negreros explotadores que fueron a saquear continentes enteros y Franco un dictador criminal asesino y genocida. No se debería hablar en español sino en árabe, o en catalán o a saber en qué idioma o dialecto. Y así sucesivamente se construye, o mejor dicho, se reconstruye destrozando la historia de España, donde a partir de ese momento Caín no mata a Abel sino que Abel mata a Caín[1].
Es sorprendente la razón que subyace en las últimas “barbaridades” que han perpetrado los becarios concejales del Ayuntamiento de Madrid: el destrozo del monolito a los Alféreces provisionales situado en un entorno protegido por las leyes de Patrimonio, el de quien fue presidente de Cruz Roja Internacional y el arrancar la placa en homenaje a los novicios del Carmelo, sin respetar que estaba situada en una propiedad privada; de manera que a estos pobres primero los asesinaron vilmente siendo menores de edad y luego pretenden que no quede ni recuerdo de ellos.
Pero más asombroso es el atropello que han cometido estos radicales indocumentados con la memoria de José García Vara, por lo que significa retirar el recuerdo a un sindicalista, a un miembro de la clase trabajadora, ésa a la que ellos dicen defender.Desde luego esta acción no puede ser amparada por la Ley de Memoria Histórica que ellos invocan, ya que fue asesinado quince meses y medio antes de que hartos de casos como éste, los militares decidieran promover el Alzamiento. De modo que su vinculación con el franquismo es nula. Franco andaba, por entonces, desesperando a otros militares porque, buen conocedor de lo terrible que es una guerra, defendía la legalidad constitucional pretendiendo (inútil pretensión) que el Gobierno, como en 1934, controlara la amenazante situación.
Este señor García Vara, nacido en Lugo, panadero de profesión, se afilió a la UGT donde, al parecer desempeñó con éxito algún que otro cargo, hasta que, desilusionado por su mensaje antipatriótico y su poca aportación a los obreros, cofundó la Central Obrera Nacional Sindicalista (CONS). Tenía tan buena fama en el Sindicato de la Industria del PAN de UGT que cuando se marchó le siguieron la mayoría de trabajadores. Y no se lo perdonaron.
¿Qué era la CONS? La Central Obrera Nacional-Sindicalista. La organizaron camaradas procedentes del comunismo y del anarcosindicalismo muy desengañados con la labor que estos dos grupos llevaban. Se constituye primero en Valladolid y luego en Madrid a instancia de Ramiro Ledesma. Los Estatutos fueron redactados por Camilo Olcina Álvarez (ex secretario de la CNT en el sector de la telegrafía de la Marina Mercante) y Juan Orellana y su domicilio social (como empezaban y no tenían dinero), quedó ubicado en el de Falange Española de las JONS, en la C/ Marqués de Riscal nº 16.
Desde 1932 las JONS, iniciaron una pequeña actividad propagandística, aunque muy limitada por la oposición republicana y los escasos medios de que se disponía, en la que se defendía una revolución en todos los órdenes: nacional, social y sobre todo sindical.
Así según José Antonio nacería una nueva sociedad en la que “el esfuerzo de todo un pueblo se dirigirá, no a defender las ganancias de unos cuantos, sino a mejorar la vida de todos” y donde el más beneficiado sería el trabajador. Para ello, los sindicatos eran despojados de toda tendencia clasista y de lucha ya que no serían más “órganos de representación, sino de actuación, de participación, y de ejercicio”.
Siguiendo estas premisas, durante 1934, los falangistas implantaron en diferentes ciudades españolas, un proyecto sindical provisional basado en dos centrales: una dirigida a los obreros (CONS) y otra a los empresarios (CENS). Este modelo se entendía como un paso previo para la creación de los “Sindicatos Verticales”, ya que no constituyen una creación definitiva. Son una organización preparatoria de la que se está estudiando para dar cumplimiento al punto nueve de nuestra doctrina. O sea, que proporcionarán los elementos que han de nutrir a los definitivos Sindicatos Verticales por ramas de la producción”.
El sindicalismo falangista iba poco a poco adquiriendo importancia en las calles, sobre todo durante octubre de 1934, ya que, ante la huelga convocada por los sindicatos marxistas, siguiendo su pensamiento contrario a las huelgas y al enfrentamiento de clases, fueron de los pocos obreros que acudieron a su puesto de trabajo.
Días antes de esta huelga hubo una intensa campaña falangista en contra de la huelga y dirigida a los trabajadores del campo. Se repartieron varias octavillas en pueblos y ciudades con el siguiente texto:
“Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, que nunca ha estado, ni estará, contra un movimiento sindical-obrero, declara guerra abierta a esta huelga política anti-española y anti-proletaria, organizada por los que manejan a las masas de trabajadores como instrumentos de su medro personal.
¡Obreros del campo! No permitáis que os paguen jornales de hambre. Pero no permitáis tampoco que vuestros jefes os impongan huelgas de hambre.
Por España, por los obreros, con FE de las JONS ¡Contra la huelga!”
Tras la huelga, los obreros falangistas fueron despedidos. A partir de este suceso las CONS crean una Bolsa de Trabajo. Ello motivó un aumento de afiliados que se tradujo en la aparición de nuevos ramas en el sindicato: oficios varios, ferrocarriles, banca, panaderos, transportes, o artes gráficas (este sindicato llegó a tener 647 afiliados).
El primer triunvirato estuvo formado por:
Nicasio Alvarez de Sotomayor Gordillo y Aguilar: Que procedía de la CNT.[2]
Francisco Guillén Salaya: igual que el anterior, también procedía de la CNT[3].
Manuel Mateo: Que procedía del Partido Comunista.[4]
José García Vara parecía tener un gran futuro en este nuevo sindicato pero las izquierdas no se lo permitieron. Fue asesinado por pistoleros socialistas después de una reunión en el sindicato vinculado al partido de José Antonio Primo de Rivera, porque anhelaba la libertad del que vive en una Patria unida, grande y libre. Fue el primer sindicalista asesinado. Murió en una emboscada en la calle Arrieta el 2 de abril de 1935. El asesinato de tan carismático sindicalista significó un punto álgido en la escalada de violencia callejera del Madrid republicano de 1935. José Antonio Primo de Rivera utilizó su entierro para insuflar ánimos combativos a los suyos y avisar de que esta podría ser la primera muerte de muchas otras. Un preludio de la inminente Guerra Civil.
El franquismo no honró la memoria de García Vara. Para eso hubo que esperar hasta 1965, treinta años después, en que fue colocada una sencilla placa por iniciativa de una entidad como el Centro Social Manuel Mateo, cuya sede en la calle Vergara sirvió como cobertura a las nacientes Comisiones Obreras. Por allí pasaron dirigentes como Marcelino Camacho o Julián Ariza, que hicieron del centro su cuartel general gracias a los oficios de su secretario, José Hernando, un «falangista crítico».
La ignorancia sectaria de la que ha hecho gala el Ayuntamiento de Manuela Carmena a través de su responsable Celia Mayer (cuyo currículum es haber pertenecido al colectivo Patio de Maravillas) va camino de ser de proporciones épicas, como ha puesto de relieve el concejal popular Pedro Corral. Con la actitud de esta gentecilla José García Vara ha vuelto a ser asesinado por las mismas hordas socialistas que han destruido la placa con el objetivo de que, al igual que con aquellos futuros carmelitas y algunos casos más, se olvide la salvajada que supuso su asesinato. Es como si se les asesinara de nuevo. La damnatio memoriae, la “condena de la memoria” ha sido dictada contra todo lo que sea contrario a sus ideas.
La España de hace una pocas (poquísimas) décadas sí era un país civilizado y un remanso de paz comparado con lo de ahora. Hace falta estar cegados por las malas pasiones partidistas de los que por vocación y costumbre siempre reemplazan la verdad que percibe los sentidos por la ideología y sus mantras políticos. No es nada casual que los mismos que llevaron a España a la guerra fratricida del 36 sean también los que están sentando las bases de los nuevos derramamientos de sangre que enlutarán a buen seguro a los españoles no antes de muchos años.
Promueven la acción, dan la bofetada, pero luego se escandalizan cuando se les responde
[1] http://loquequedadeespana.blogspot.com.es/2014/12/por-que-la-izquierda-odia-espana.html
[2] Cilleros (Cáceres) 1900 – Sierra de Gata (Cáceres) VIII.1936 Médico. Cursó estudios de Medicina en Madrid licenciándose en 1931. Fue juzgado el 10 de octubre de 1921 por distribuir propaganda comunista. Afiliado a la CNT desde 1930, fue secretario general de la Federación Local de Madrid, participando el 8 de septiembre del citado año en la fundación del sindicato de Sanidad, del que fue tesorero. Fue detenido el 22 de octubre de 1930 permaneciendo preso en la cárcel de Toledo hasta el 16 de abril de 1931. Nuevamente detenido el 17 de agosto de 1931 por su participación en diversos sabotajes durante la huelga de Telefónica. Expulsado de la CNT por enfrentamientos con los dirigentes de la FAI, el 23 de febrero de 1932 fundó la organización para la mejora intelectual y económica del país TECTRA (“Técnica y Trabajo”). Desde 1933 estuvo afiliado en las JONS, siendo uno de los organizadores de las CONS, hasta su expulsión en enero de 1935 junto a Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo. A partir de entonces su actividad política se circunscribió a su localidad natal y a la zona de la Sierra de Gata. En 1936, siendo presidente de la Casa del Pueblo de Cilleros, fue elegido alcalde el 16 de febrero de ese mismo año. Al producirse el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 huyó al monte donde participó en diversos actos de sabotaje siendo abatido en agosto del citado año.
[3] Francisco Guillén Salaya nació en Gomezserracín, provincia de Segovia, en 1900. Cursó y se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Valladolid. Inicialmente, Francisco Guillén Salaya militó en el sindicato anarquista CNT. Más tarde, como consecuencia de un giro ideológico al conocer la ideología Nacional-Sindicalista, fue cofundador, con Onésimo Redondo Ortega, de las JONS y del sindicato CONS, Central Obrera Nacional-Sindicalista. Fue Escritor y Periodista especializado en la cuestión social.En su obra Anecdotario de las JONS cuenta los hechos acaecidos desde la fundación de la publicación La Conquista del Estado hasta el acto unitario de las JONS y FE, en Valladolid, el 4 de marzo de 1934. Fue Redactor-Jefe del diario madrileño El Imparcial, donde escribía la columna de crítica literaria titulada «Los lunes del Imparcial».
El Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, le sorprendió en Asturias, donde sufrió penalidades y represión por parte de los rojos, hasta la liberación de la provincia. Fue Caballero Legionario, pues ingresó en La Legión. Después de la contienda fue elegido Procurador en Cortes, en representación de la Organización Sindical, elegido por la Junta Extraordinaria de la Delegación Nacional de Sindicatos, en la I Legislatura de las Cortes Españolas, entre el 16 de marzo de 1943 y el 24 de abril de 1946. Creador de la Mutualidad de Prensa y Artes Gráficas de la que fue Presidente hasta su fallecimiento. Gerente de la Prensa del Movimiento. Representante de las empresas periodísticas en el Consejo Nacional de Prensa.
Escribió las siguientes obras: Cartones de Castilla (Colección de cuentos, 1930); El diálogo de las pistolas (Novela, 1931); Parábola de la nueva literatura (1931); La Mujer de cera (Comedia dramática escrita en colaboración con Julio Escobar, 1935); Bajo la luna nueva (1935); Anecdotario de las JONS (1938); Qué son los sindicatos verticales (1938); Historia del sindicalismo español (1941); La economía del porvenir (1945); Luna y lucero (1947); Los que nacimos con el siglo (Biografía de una juventud) (1953); A la sombra de nuestras vidas; infierno y paraíso (1963); ¿Quién gobernará el mundo? Estudio de las ideas y de los pueblos que aspiran a la hegemonía del universo (1964); y La derrota del comunismo. Falleció en Madrid, el día 30 de octubre de 1965.
[4] Mateo era un “revolucionario leninista”, es decir, de la forma más efectiva de hacer la Revolución. Conocía, como aquí se dice, las técnicas más modernas -ya experimentadas, corregidas y mejoradas- de la revolución bolchevique. Conocía también, como describe Enrique Castro, “el sistema de organización del Partido (comunista), sus métodos conspirativos, su táctica”. De ese conocimiento vivieron todos los movimientos revolucionarios marxistas-leninistas que se han producido en el mundo. Todo ello había marcado a nuestro personaje. Sabía de qué iba eso de la revolución; y vivía absolutamente metido en su papel, en su misión. No tenía domicilio; no se guardaban detalles personales suyos, porque los escondía por instinto de supervivencia; no disponía ni de una peseta; apenas se fiaba de nadie; despreciaba las técnicas anarquistas de la revolución, por dispersas, por no ser rigurosas ni ordenadas, por ineficaces, en suma.
Y, por eso, cuando descubrió en José Antonio al hombre que disipó en él todas sus desconfianzas y reservas, se puso -con lealtad ibérica (la antigua devotio) “a sus órdenes”. Su instinto, su conocimiento práctico de las personas, los afectos y hasta la fe que tenía escondidas en lo más íntimo de su alma, salieron de pronto a la luz, de forma natural, confiada, sincera, sin guardarse nada. Se entregó Mateo a la Falange en la persona de José Antonio Primo de Rivera, quien también descubrió lo que guardaba el corazón de Mateo; y vió que era limpio y fiel a toda prueba. Julio Ruiz de Alda, Manuel Mateo y José Antonio formaron el núcleo irreductible, que tenía claro que la Falange existía solo y exclusivamente para hacer la Revolución Nacional