Pilatos se cuestionaba la verdad. Desde entonces pensadores y políticos no han dejado de hacerlo. El sistema en que estamos instalados simplemente ha desistido de buscarla: pasa de ella. El relativismo la reduce al color del cristal con que se mira. Por eso, los técnicos de la «comunicación» se entrenan para vender productos que den poder o dinero, sin parar mientes en la ética. Ya estamos en la precampaña electoral y hemos de aguantar la apología continua de la mentira, de la mentira a sabiendas. De la promesa imposible, pero seductora. A fuerza de suponernos cada vez una edad mental colectiva inferior, consiguen hacer al cuerpo electoral crédulo e irresponsable. Los debates están pensados más como batidoras que reducen las ideas a una pasta homogénea que como metodología en busca de soluciones, de verdades.
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