Cuando se decidieron a hacerlo público, Elthon y su pareja, el director de cine canadiense David Furnish, no tuvieron empacho en pasearse por cuanta alfombra roja y evento público podían. Las entrevistas y fotos ventilando su “amor” estaban a la orden del día en las revistas del corazón y no sólo. Tampoco dudaron en publicitar la llegada al mundo de los hijos que “amorosamente” tuvieron mediante la renta de un vientre y posar para la foto con los niños en brazos. Sabían que, en el fondo, su visibilidad contribuía a la causa gay.
Pero parece que la causa gay no podía contar siempre con el patrocinio positivo de la concepción de “matrimonio” entre John y Furnish.
El periódico británico The Sun consiguió información sobre las andadas de Furnish con una tercera persona que no era Elthon pero que tenía la aprobación de éste. Elthon John quería mantener el asunto en secreto así que llevó el tema a los tribunales en los que inicialmente ganó. El periódico apeló y el Tribunal de Apelaciones le dio la razón. Finalmente el Tribunal Supremo de Inglaterra y Gales dictaminó que el asunto no se trataba de un tema de interés público por lo que la vida privada de John, Furnish y la tercera persona implicada quedaba protegida y de ese modo prohibida la publicación al respecto. De paso, la decisión del Tribunal Supremo refiere que la decisión está también motivada por la privacidad de los dos niños de la pareja.
Desde luego, la sentencia habría quedado en el olvido de no encontrarnos en la era de internet. El hecho lo retomó la publicación americana National Enquirer, gracias a la cual hemos conocido más detalles.
Más allá de todas las vicisitudes del intento fallido para acallar a la prensa hay aquí algo de interés general: la vida privada de las personas. Es cierto que todos tienen derecho a la privacidad pero eso pasa por querer llevar una vida privada. ¿Cómo invocar privacidad cuando libremente has exhibido a unos niños nacidos de un vientre de alquiler alardeando un supuesto derecho para que los homosexuales adopten? ¿Cómo se puede pedir privacidad para una relación objeto de promoción de las uniones entre personas del mismo sexo? Es comprensible que no resulte agradable que las multitudes conozcan que la “pareja perfecta” en realidad no lo es tanto. Sea porque una parte de la pareja convive con una persona más (por muy autorizada que esté por la otra las parejas de tres no existen), sea porque al final la impresión es que hoy más que salida del closet parece encerrada en el armario. En definitiva, parece que es una cuestión de privacidad selectiva