Alguien ha decidido promocionar un monumento al “soldado republicano”, y como la alcaldesa de Madrid no tiene trabajo ni problemas importantes en su agenda, ha decidido delegar en una de las funcionarias que cobra de la nómina municipal, para que estudie la posibilidad de erigir esa cosa.
Al parecer tiene como objetivo reconocer el «honor, gloria, memoria y honra a los soldados republicanos españoles que defendieron la libertad, la democracia, la igualdad, la justicia, la solidaridad y la República contra el fascismo franquista«. Así, con dos… Porque hay que tener sentido de mal humor para decir tales cosas, pero empecemos por averiguar quién es ese misterioso “soldado republicano”.
Como tenemos los suficientes años (hace tiempo que ya no admitimos gato por liebre), y aunque yo era un chaval, tenía la mente muy despejada, puedo decir que la primera Bandera oficial que conocí en mi vida fue la de la Segunda República, la que se izaba todos los días frente a la puerta del fuerte en el que vivíamos antes de la guerra en desierto del Sahara Español y se arriaba al caer la noche. Un par de años después fui testigo del Alzamiento Nacional en Lugo. Con la bandera de la Segunda República salían en los primeros días militares y guardias civiles para echar a los que ya se llamaban “rojos” de la zona del Bierzo, y a ser posible, de Asturias. Aquellos gallegos llegaron incluso al Alto del León, después rebautizado Alto de los Leones, para volverlo a dejar, cuando llegó la hora de los templagaitas, con su denominación anterior. Mi padre fue el que mandaba una compañía del ejército republicano que liberó Bembibre. Y con la columna de Marzo, cooperó para liberar otras localidades, como Cacabelos o Villafranca del Bierzo. Porque el Alzamiento fue contra el criminal y sovietizado Frente Popular.
En gran parte de la zona sublevada, los escritos, discursos bandos, etc terminaban con un “¡Viva España y Viva la República!”, mientras que en el bando del Frente Popular desapareció el “¡Viva España!”, hasta que lo recuperó el coronel Casado, a ver si aplacaba a los vencedores cuando estaban a punto de patear los Nacionales el torpe lema del NO PASARÁN.
Yo cuento lo que vi en Lugo, pero en otras partes de España pasaba algo parecido, porque el ejército de la República era el que se alzaba contra el Frente Popular. Mola pretendía con el alzamiento disolver las Cortes para elegir otras en las que no fueran admitidos partidos políticos comunistas o separatistas, no buscaba un cambio de régimen, sino estabilizar el que había. Y no olvidemos que Franco defendió la legalidad republicana dirigiendo las operaciones militares desde Madrid en el año 1934 para acabar con la sublevación marxista en Asturias contra la República, que no olvidemos que fue una sublevación generalizada en toda España, no sólo en la zona minera.
En julio de 1936, en Barcelona, al ir con la bandera de la República las tropas que marchaban hacia el centro de la ciudad desde los cuarteles de San Andrés en aquel 19 de julio de 1936, los tradicionalistas no se unieron porque su bandera era la rojigualda y detestaban la tricolor, por eso sólo fueron falangistas los que se unieron a los alzados, para acabar aniquilados todos en la plaza de Urquinaona. Mola, sin embargo, aceptó la exigencia de los tradicionalistas navarros, porque eran gente valiosa, combativa y esencial para el triunfo del alzamiento. Y la bandera fue en Navarra la rojigualda desde el principio de la guerra, hasta que al poco tiempo, ya Franco como Jefe del Ejército y del Estado, restauró la Bandera Monárquica de forma oficial, que ya se había cambiado espontáneamente por casi todos los sublevados .
Al fracasar el Alzamiento y desencadenarse la guerra civil que buscaban frenéticamente las izquierdas para instalar en España un sistema soviético, las cosas cambiaron. En los días iniciales de la guerra, las únicas banderas republicanas visibles estaban en el bando Nacional, como lo reconocía George Orwell, combatiente rojo con el POUM. Tanto los comunistas como los anarquistas marchaban con sus banderas rojas o rojinegras, porque ambos despreciaban a la república a la que consideraban burguesa. Por eso era roja la bandera que clavaron los asaltantes rojos en las ruinas de la torre del Alcázar derribada con una mina, o las que capturaban los Nacionales en todos los frentes.
Cuando la guerra se estabiliza y en la zona roja se crea el Ejército Popular, de indudable e indiscutible estilo soviético, los gobernantes del Frente Popular pretenden dar al exterior una imagen de organización y orden poniendo por delante la bandera tricolor. Pero en los frentes, no, allí, donde se batía el cobre y no la propaganda, las banderas eran las rojas.
Debido al fracaso del Alzamiento, se producen cambios en ambos bandos. Ya dijimos que el bando rojo se lava la cara con la bandera tricolor, mientras que en el Nacional, y ya con la influencia de Serrano Suñer en Salamanca, se inicia un orden nuevo, inicialmente con ribetes fascistoides, pero sólo en las formas externas, que en el fondo era profundamente español, y se recupera la Bandera de la Monarquía que también había sido, no lo olvidemos, la de la primera República. Pronto España, con un sistema autoritario, salió de su secular subdesarrollo.
En definitiva, hay una rara confusión al hablar de combatiente republicano, ya que sabemos cuándo lo había sido y también sabemos cuándo dejó de serlo. Pero de lo que no hay duda es de que aquella tropa del Frente Popular jamás “defendió la libertad, la democracia, la igualdad, la justicia, la solidaridad y la República contra el fascismo franquista”. Aquel sistema sovietizado que legalizó las chekas, que arrasó el Patrimonio, especialmente iglesias, conventos o seminarios; que saqueó y robó de forma increíble este Patrimonio que en parte, oliéndose la derrota, quisieron llevar al extranjero para vivir a lo grande; que cometió la mayor persecución religiosa de la Historia del Mundo; las mayores matanzas como la de Paracuellos; que hizo de su zona un infierno…, no pueden ser considerados demócratas, justos, libe-rales…etc.
En zona roja hubo menos voluntarios que en la Nacional, razón por la cual en zona bermeja hubo más llamamientos de quintas que en la Nacional. Y ahora un paréntesis para relatar una anécdota muy curiosa.
En el año 1965, al terminar un curso en la Base de Fort Bliss, en Tejas (EEUU), nos entregaron unos documentos (pasaportes) para poder regresar a “la República Española”. Al tener que rehacer el documento, tanto el funcionario norteamericano de la Oficina de Enlace con los Aliados que redactó el documento como el general que lo firmó, con algunos años de retraso se enteraron de que España no era una república. Más vale tarde… Se cierra el paréntesis.
En definitiva, pese a la aplastante propaganda que pretende, y en parte lo consigue, mentalizar los cansados cerebros de muchos españoles, no hubo combatientes “republicanos”, sino combatientes voluntarios u obligados a defender el sistema soviético del Frente Popular. Por mucho viejito que se asome a la pequeña pantalla contando sus vivencias de defensor de democracias y libertades, la verdad es otra, mucho más dura y real.
Ya tenemos monumentos a los combatientes de las rojas Brigadas Internacionales, uno de ellos organizado por el hijo del genocida en una Universidad, pero los monumentos alzados en memoria de aquellos desgraciados y bergantes de las denominadas “Brigadas Internacionales” se cuenta por decenas por toda España y por todo el mundo. Los hay incluso en Alemania, en los EEUU, en Inglaterra, Escocia, Hungria… Nadie se libra de esta vileza institucionalizada a nivel mundial. Veremos qué nos aguarda ahora, porque en cuanto se abra la puerta al “republicano democrático”, va a faltar espacio público para tanto monumento, porque todo municipio o asociación de vecinos querrá tener el suyo. Los presuntos artistas que nos fabriquen esas cosas, tendrán que afinar mucho para hacer algo todavía peor que lo que por aquí se ha hecho en recuerdo de los que instauraban las chekas.
La realidad es otra, la del último Parte de Guerra: “…. En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo…”. Lo demás son pamplinas organizadas por los eternos perdedores que erigen el monumento (los monumentos) a un ectoplasma.