Vamos a hacer algunos comentarios sobre aquello que se ha denominado, de forma equivocada, “Brigadas Internacionales”. Decimos lo de erróneamente porque los que, según EL PAIS y otros alabadores a tumba abierta, vinieron a España para combatir por la presunta República y por la libertad y la democracia, cuando llegaron a la zona roja española se fueron organizando (aquí) en Brigadas, pero no venían como tales Brigadas.
La información sobre esto “voluntarios” extranjeros es mala, incompleta y sesgada. Por ejemplo, exaltan la figura de Orwell como “brigadista”, que nunca lo fue, y silencian que este escocés que vino a España y se enroló en el trostkista POUM, tuvo que salir desalado y con el rabo entrepiernas por estar ese partido condenado desde Moscú. Los cipayos de Stalin en España se ganaban y se siguen ganando hoy bien el sueldo.
Al bucear por “internet” con motivo al monumento que pretenden erigir en Madrid al (presunto…) “soldado republicano”, del que ya hemos hablado en otro artículo, quisimos recordar a los “soldados”, llamados “brigadistas”, y se nos han puesto los pelos de punta ante dos hechos que son como una pesada losa sobre eso que llaman sociedad española. Un hecho es la sarta de falacias, falsedades, omisiones y mentiras que pretenden ilustrarnos sobre aquellos miserables criados de Moscú. Entre otras razones, porque los hijos de perra (queremos ser suaves en las calificaciones) que redactan estas informaciones, ocultan cuál era el origen y la razón de los “internacionales”, quién las creó y para que servían. Lo otro que nos ha puesto los pelos de punta, es el enterarnos de que sólo en España, los monumentos a los “brigadistas” llegan al medio centenar. Pero es que en el extranjero pasa lo mismo, y en todas partes y países, incluso en los más chocantes, hay monumentos a estos tristes bergantes.
Hemos visto, repuesta en la tele, la película italiana “Sin novedad en el Alcázar”, estupenda realización que vale la pena recordar. Ignoramos la intención del exhibir una película sobre un hecho heroico “nacional” (no llegamos a ver la tertulia posterior). Dicho sea como al paso, en el bando rojo, sometidos al derrotista NO PASARAN, estos hechos heroicos eran impensables. Pues des-aparece, ante la inoperancia del propio Ejército, el recuerdo a este heroísmo del Alcázar, mientras se reparten como garrapatas (que ahora están de moda) las calles y monumentos dedicados a los bergantes “internacionales”.
Ya es célebre el monumento a los “internacionales”, que el hijo de nuestro genocida mesetario ordenó montar en una Universidad española; aunque también hubo otro de rara factura construido en Barcelona, que comentamos hace tiempo en una viñeta. Pero el monumento que más nos llama la atención es el que los albaceteños, no los de flaca memoria, sino los de cerebros vacíos, han erigido en esa localidad, que fue zona muy importante para la organización militar de los ilotas moscovitas. Porque “Albacete” ha dado nombre a un personaje siniestro, André Marty, el “Carnicero de Albacete”, un hideputa notable que se hizo célebre por haber asesinado a más de 500 brigadistas. No a “fascistas” o “franquistas”, no, a voluntarios contra “el fascismo”, pobres desgraciados que cuando llegaron a España se dieron cuenta del engaño de aquellos que les habían reclutado (uno, desde París, un canalla conocido como Pablo Neruda), y pidieron sus pasaportes. Fueron considerados peligrosos disidentes y asesinados o encerrados en prisiones, como la catalana del Castillo de Castelldefels, muchos de ellos asesinados en la vergonzosa retirada del Ejército Rojo a Francia. Este “Carnicero de Albacete se jactó de su dureza criminal cuando, en un informe del Comité Central del Partido Comunista (15 de noviembre de 1937), dijo: “Las ejecuciones ordenadas por mí no pasaron de quinientas». Después siguió siendo, a lo largo de toda su vida, un fiel cipayo de Moscú. Como podemos observar, la jeta de este “Carnicero” cabe perfectamente en el monumento albaceteño, y lo mejoraría notablemente.
Quien tenga estómago, que repase en “internet” el enorme muestrario (aquí pega mejor la palabra catalana “monstruario”) de monumentos a las “Brigadas”. Las del extranjero son notables, como las de Suecia (¿qué tendrá la Suecia actual que ver con papá Stalin?), la de Washington o la de Berlín. Pero si se busca, se encontrarán esos monumentos a héroes de sucio papel mojado en todas partes del mundo.
Meditamos sobre esta circunstancia absurda de exaltar a unos subproductos soviéticos creados en Moscú para meterlos en aquellos países que se resistan a la sovietización, aunque sólo conocemos su intervención en España y su implacable derrota. Y es que tanto por la zona que dominan nuestros partidos, llamemos estatales, como por el extranjero, parece ser que, contra España, todo vale.
Y aquí nadie se mueve…