“En el origen de todo logro civilizado, sea ciencia, sea tecnología, sea progreso, sea libertad, en el origen de cada valor que disfrutamos hoy – incluyendo el nacimiento de los Estados Unidos – encontrarás el logro de un hombre que vivió hace más de dos mil años: Aristóteles.” Ayn Rand.
Cualquiera que posea suficiente formación intelectual (lo cual no es corriente en quienes han sido y siguen siendo víctimas de las leyes educativas “progresistas”) sabe que la cultura occidental se basa en dos personajes claves que existieron hace alrededor de 2.500 años; me estoy refiriendo a Platón y Aristóteles.
Platón y su discípulo, Aristóteles imponen su presencia, se quiera o no se quiera, en la aventura intelectual de los humanos occidentales, tanto el uno como el otro se han hecho notar, influyendo constantemente en la civilización occidental (aparte, indudablemente de la religión judeocristiana) para bien y para mal; y se van alternando a lo largo de los siglos, siendo unas veces referente y otras veces proscritos, dependiendo del momento histórico de que se trate.
Pero si hay un personaje que, aunque una mayoría lo ignore, es el sostén de la Civilización Occidental, ese es Aristóteles. Para muchos el gran desconocido, unas veces repudiado, otras malinterpretado, otras falseado, e incluso “usado” por sus enemigos cuando deciden negarlo, renegar de él. Por más que algunos no quieran reconocerlo, se puede afirmar, sin caer en la exageración que la totalidad del progreso intelectual (base de todos los demás progresos) se apoya en las ideas de Aristóteles.
Se puede afirmar con rotundidad que Aristóteles es el indicador, la herramienta de medición cultural de la historia occidental. Cuando sus ideas fueron influyentes, éstas produjeron una de las épocas más brillantes de la historia; cuando Aristóteles cayó en desgracia, la Humanidad corrió la misma suerte.
La época conocida con el nombre de “Renacimiento” en el occidente europeo, sería el resultado lógico del predominio de las ideas aristotélicas durante el final de la llamada “Edad Media”. Posteriormente tuvo lugar una “contra-revolución” que condujo a los hombres del Renacimiento, nuevamente, a la caverna de su antípoda: Platón.
Hay una cuestión fundamental en filosofía: la eficacia cognitiva de la mente de los humanos. El combate entre Aristóteles y Platón es el combate entre razón y misticismo. Sería injusto no reconocer que fue Platón el que enunció la mayoría de las preguntas básicas – y también las dudas – de la filosofía. Pero sería Aristóteles el que pondría los cimientos, las bases para la mayoría de las respuestas. A partir de Aristóteles la historia de la Filosofía es la historia de la larga lucha de los seres humanos por optar o renunciar, por negar o afirmar la validez de su forma específica de consciencia, de adquisición del conocimiento…
Con Aristóteles se produjo la emancipación del intelecto. Aristóteles es el padre de la lógica, y como tal debería ser reconocido como el primer intelectual de la Historia, el más importante, en el más puro y noble sentido de esa expresión.
Aunque su esquema de pensamiento tuviera restos de platonismo (normal que así fuera, habiendo sido discípulo de Platón), el incomparable hallazgo de Aristóteles, radica en que él fue quien definió los principios básicos para una visión racional de la existencia y de la consciencia del hombre: que hay sólo una realidad, la que el hombre percibe; que existe como algo absoluto y objetivo (es decir, es independiente de la consciencia, los deseos o las emociones de quien la percibe); que la tarea de la consciencia del hombre es percibir, no crear, la realidad; que las abstracciones son el método que tiene el hombre para integrar su material sensorial; que la mente del hombre es su única herramienta de conocimiento; que lo que es, es, y además no puede ser contradictorio.
Sí, no es exagerado afirmar que debemos estar eternamente agradecidos a Aristóteles.
Aristóteles tuvo la valentía de enfrentarse a Platón y afirmar que sólo existe una realidad: el mundo de cosas concretas en el que vivimos, el mundo que los humanos percibimos a través de los sentidos físicos. La realidad se compone, no de abstracciones platónicas, sino de entidades individuales, concretas, cada una con una naturaleza definida, cada una obedeciendo a leyes inherentes en su naturaleza. El universo de Aristóteles es el universo de la ciencia. El mundo físico, desde su punto de vista, no es una proyección de sombras controladas por una dimensión divina, sino un reino autónomo y auto-suficiente. Es un reino ordenado, inteligible, natural, accesible a la mente del hombre.
En tal universo, el ser humano no puede acceder al conocimiento mediante relevaciones especiales que vienen de otra dimensión; no hay lugar para intuiciones inenarrables, que no pueden explicarse con palabras, revelaciones del “más allá”. Aristóteles repudia los elementos místicos de la epistemología de Platón, y se convierte en el padre de la lógica y el defensor de la razón como el único medio de conocimiento que tiene el hombre. Aristóteles afirma que el conocimiento debe basarse en, y derivarse de, los datos de la experiencia sensorial; debe ser formulado en términos de conceptos objetivamente definidos; debe ser validado por un proceso lógico.
Pese a que no lo reconocieran, los científicos de hace varios siglos basaron sus avances, sus descubrimientos en teorías aristotélicas. Fue Aristóteles quien formuló por primera vez los principios para construir definiciones correctas. Fue Aristóteles quien identificó el hecho de que sólo lo concreto existe…
Y basándose en todo lo indicado hasta ahora, Aristóteles afirma que una buena vida es aquella llena de realización personal, y que los humanos debemos disfrutar de los valores de este mundo, haciendo uso de nuestra mente, al máximo, y trabajando cada cual para lograr su propia felicidad personal aquí en la tierra. Y en ese proceso debe de ser consciente de su propio valor. El orgullo, escribe Aristóteles – un orgullo racional en uno mismo y en su propio carácter moral – es, cuando se logra, la “corona de las virtudes”. Una persona orgullosa no niega su propia identidad, no se niega a sí mismo, no renuncia a existir; no se borra desinteresadamente –de forma “altruista”- en la comunidad., siguiendo el esquema del Estado Platónico, la “República” de Platón.
A lo largo de la Historia, la influencia de las ideas aristotélicas siempre ha estado en la dirección de la libertad individual, de la liberación del hombre del poder del Estado. Aristóteles -a través de John Locke- fue el padre filosófico de la Constitución de los EEUU y por lo tanto de la economía de libre mercado, también llamada “capitalismo”.
Por el contrario, fueron Platón y Hegel los antepasados filosóficos de los diversos totalitarismos y los llamados “Estados del Bienestar”, los regímenes de la Alemania de Bismarck, o Hitler, o los regímenes marxista-leninistas en sus múltiples formas.
Tal como afirma Karl Popper en “La sociedad abierta y sus enemigos”, Platón es el precursor de todos los gobiernos totalitarios; Platón era enemigo de la sociedad denominada “abierta“, es decir, de aquella sociedad en la que los individuos pueden elegir su futuro, su vocación y su profesión sin tener que depender del Estado.
No hay futuro para la Humanidad salvo que se produzca un renacimiento de la filosofía aristotélica, una filosofía para la vida aquí, ahora, en la tierra, en la que impera la realidad de la existencia, la soberanía de la razón… Están en juego, nada más y nada menos que la supervivencia de nuestra especie, el futuro de la Humanidad.
Hay que elegir de nuevo entre Platón o Aristóteles, ese es el dilema.
Sócrates fue el primer “héroe liberal”, el primer mártir de la libertad de pensamiento y de expresión; y por el contrario su discípulo, Platón comete una terrible traición al escribir “La República”, al mostrarse partidario de una sociedad dogmática, represiva, autoritaria, estatista, intervencionista, jerarquizada, en la que todo está absolutamente reglamentado, hasta las relaciones sexuales y el control de la natalidad. Platón nos describe una forma de vida en la que su maestro hubiera sido ejecutado mucho antes que en la democracia ateniense, sin lugar a dudas…