El Cristo de la Buena Muerte fue sacado el pasado sábado por la mañana en procesión por el centro de Barcelona a cargo de miembros de la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios. Los veteranos, sin uniforme pero con camisetas de color verde con el escudo de la legión y la bandera de España, comenzaron la peculiar procesión fuera de «plazo» en la plaza de la Catedral y desde ahí han marchado por las estrechas callejuelas del barrio gótico hasta la plaza de San Jaime, sede del Ayuntamiento y la Generalidad.
La comitiva ha sido acompañada por cerca de medio millar de personas hasta el centro de la citada plaza, donde se ha leído un manifiesto elaborado por la entidad «Somatemps» en el que se denuncia la «cristianofobia» de las autoridades catalanas tras la prohibición instada por varios ayuntamientos del desfile procesional de los legionarios con el Cristo de la Buena Muerte durante la pasada Semana Santa.
El sacerdote Custodio Ballester, rector de la parroquia de la Inmaculada, en el Hospitalet del Llobregat y capellán de la Hermandad,destacó en su intervención el diferente rasero de las administraciones respecto a las demostraciones de religiosidad y ha reclamado que no se censuren las expresiones de fervor católico.
Por su interés reproducimos integramente el manifiesto leido en la plaza de San Jaime.
CONTRA LA CRISTIANOFOBIA Y POR LA UNIDAD DE ESPAÑA
¡NUESTRO DERECHO A EXPRESARNOS! ¡NUESTRO DEBER DE DEFENDERNOS!
¡Por España, me atrevo!
En una sociedad en el que a muchos se les llena la boca reclamando todo tipo de derechos, debemos recordar que todo derecho se funda en un deber previo. Hay derecho a la vida, porque existe el deber de respetarla. Hay derecho a la educación, porque los padres tienen el deber de educar a sus hijos. Tenemos derecho a expresarnos, porque nos obliga el deber de defender la verdad. Y Tenemos derechos políticos porque existen deberes comunitarios. Esta verdad tan elemental quieren borrarla de nuestras mentes y almas, precisamente aquellos que alardean de defender todo tipo de pseudoderechos que nada tienen que ver con la naturaleza humana ni la comunidad política. Proclamar derechos sin reconocer deberes, es simple demagogia para manipular las sociedades.
Entre los deberes más importantes del ser humano se encuentran los de reconocer lo que le debemos a Dios en cuanto nuestro Creador; e igualmente aceptar lo que debemos a nuestros padres y por extensión a nuestra Patria. En la filosofía y teología tradicionales, a estos deberes se les llamaban las virtudes de religión y piedad. Por estas dos virtudes, uno reconoce su limitación esencial pues su ser se debe a otros ya que nadie “se hace así mismo”. Sin embargo, aceptar nuestra realidad finita pero a la vez trascendente, nos descubre también nuestra dignidad y grandeza. Dios y Patria son dos realidades que nos imponen deberes, pero a la par nos garantizan derechos inalienables. Son dos realidades que no nos someten, sino que nos elevan de nuestra contingencia y nos dignifican. En la filiación con la familia, la Patria y Dios, hallan nuestras vidas su sentido y plenitud. Y esto bien lo saben quienes quieren esclavizar almas y pueblos, atacando la familia, la Patria y la Religión.
Hace decenios, por no decir siglos, se vienen sucediendo embestidas contra estos primigenios deberes: reconocer al verdadero Dios, amar a la Patria y salvaguardar la vida y la familia. En los últimos años las inquinas y odios se han acentuado llegándonos a recordar tristes épocas de persecución religiosa, no tan lejanas en el tiempo. Desde las escuelas, los medios de comunicación, las instituciones y las legislaciones, se agreden constantemente los sentimientos religiosos más íntimos así como los principios constitutivos de nuestra identidad patria. Igualmente, asistimos impávidos a la demolición institucional de la familia. Quienes teorizan y ejecutan estas acometidas se creen dioses con el derecho de manipular hombres y sociedades a su antojo. Su proyecto no es el de forjar patrias de hombres libres, sino esclavos individualistas, apátridas y materialistas sin sentido trascendente de la existencia. ¡Qué fácil es así dominar a hombres y mujeres! … creando masas en vez de gobernar y forjar pueblos.
Pero hay algo más grave aún que queremos denunciar públicamente. No se ataca a cualquier religión, sólo a la cristiana. En toda Europa se ha desatado –de forma organizada- una oleada de “cristianofobia”. Ello refleja el resentimiento que se está sembrando contra las propias raíces que fundamentaron nuestra civilización. Preguntémonos qué religión es atacada y sabremos cuál es la verdadera. Los que defienden sincretismos, falsos ecumenismos, agnosticismos, multiculturalismos y tantos otros “ismos”, desprecian con un odio visceral el cristianismo. Su tan presumida tolerancia se convierte en persecución implacable; su entusiasmo por otras culturas se transmuta en odio a propia y lo que representa en cuanto que resto de la civilización cristiana.
Que la emergencia de la “cristianofobia” en España coincida con la explosión de los separatismos no es casualidad. No son corrientes de pensamiento separadas sino que convergen, pues su enemigo es el mismo: la España católica. No caigamos en el error de creer que los movimientos separatistas aman las imaginarias naciones que sus mentes delirantes han creado. El fin del separatismo es asesinar nuestra Patria; aniquilar el patrimonio histórico y espiritual que gestó la Hispanidad como encarnación de la Cristiandad. Esta es su única razón de ser, pues una vez deshecha nuestra verdadera identidad y espiritualidad, seremos entregados a la devastación de los totalitarismos materialistas, llámese capitalismo globalizado, llámese comunismo.
Si el sentimiento patrio, aunque íntimo, es por su naturaleza público y se visibiliza en nuestras señas de identidad, igualmente pasa con la religión. La intimidad de nuestra fe, también exige su manifestación pública. Y esto lo entendieron generaciones enteras de hombres sencillos cuya única norma vital era el sentido común. De ahí que nuestras villas y ciudades, en los momentos más señalados, se llenaran de procesiones y manifestaciones públicas de la fe popular. Y lo hacían no porque se arrogaran un derecho subjetivo, porque lo entendían como un deber para con el Altísimo. Nuestra religión no es únicamente la de un Dios invisible, sino también la de un Dios encarnado y crucificado. Un Dios entregado a nosotros en el sacrificio de la cruz por nuestra salvación.
Por ello este Santo Cristo crucificado tiene el derecho humano y divino de ser procesionado, porque nosotros tenemos el deber de anunciar públicamente que la salvación ha llegado a los pueblos. Igualmente, nadie puede eludir el deber de defender la Patria, que está siendo disgregada material y espiritualmente. He aquí nuestros dos amores: Dios y Patria, por ellos vivimos, por ellos nos ofrendamos. Y en esta plaza, corazón de la Ciudad Condal, Cap i casal de Cataluña, proclamamos nuestro derecho a expresarnos libre y públicamente y nuestro deber ineludible de defender nuestros principios hasta sus últimas consecuencias.
¡VIVA LA ESPAÑA UNIDA Y CRISTIANA! VISCA LA MARE DE DÉU DE MONTSERRAT!
VISCA SANT JAUME, PATRÓ D’ESPANYA!
¡VIVA EL SANTO CRISTO DE LA BUENA MUERTE!
Barcelona, Pza. San Jaime, sábado 22 de abril de 2017.