(Agencia ZENIT) “La contraposición entre las concepciones de un Estado rádicalmente ateo y el surgir de un Estado rádicalmente religioso en los movimientos islamistas, conduce en nuestro tiempo a una situación explosiva, cuyas consecuencias sentimos cada día”. Cuatro años han pasado de la renuncia de Benedicto XVI al pontificado, pero su lúcida visión sigue iluminando.
Con estas palabras el papa emérito se ha expresado en una carta enviada a los participantes a un simposio en su honor, que se realizó ayer 19 de abril, en Varsovia, con el título: “El concepto del Estado en la perspectiva de la enseñanza del cardenal Joseph Ratzinger”. El encuentro ha sido organizado por los obispos polacos y tiene el patrocinio del presidente de Polonia, Andrzej Duda.
Benedicto XVI indicó que sintió conmoción, gratitud y felicidad por este reconocimiento. Y en su carta al hablar de “situación explosiva” a propósito del enfrentamiento entre ateísmo y fundamentalismo islámico hace un llamado a los cristianos: “Estos radicalismos exigen urgentemente que nosotros desarrollemos una concepción de Estado que convenza, que soporte el enfrentarse con estos desafíos y pueda superarlos”.
A quien hoy gobierna las naciones y las instituciones cristianas la tarea es recoger el testimonio de Rátzinger mirando a dos grandes figuras que “Polonia ha dado a la humanidad”: el cardenal Stefan Wyszyński y san Juan Pablo II.
El su mensaje, Benedicto XVI subraya que estos dos hombre de la Iglesia “no solamente han reflexionado sobre tal tema, sino que han cargado sobre sí el sufrimiento y la experiencia viva, y por lo tanto siguen a indicar el camino hacia el futuro”.
Por su parte el papa Francisco apreció el simposio en honor de Benedicto XVI, patrocinado por la Fundación Ratzinger y por la agencia católica polaca Kai, y envió un mensaje firmado por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, en el que subraya la “benemérita obra de su querido predecesor”. El deseo del papa Bergoglio es que este evento despierte “un renovado empeño por un diálogo respetuoso y fecundo entre Estado e Iglesia, teniendo en vista la construcción de la civilización del amor”.
Los trabajos en Varsovia, de los cuales ha tomado parte entre otros el cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, fueron abiertos con una relación del padre Federico Lombardi, director emérito de la Oficina de prensa de la Santa Sede y actual presidente de la Fundación Ratzinger. Lombardi indicó que el simposio quiere rendir homenaje a Benedicto XVI y agradecerle por su servicio a la Iglesia, y “mantener viva la herencia de su pensamiento y de su inspiración espiritual”.
Recordó su advertencia en septiembre de 2011 al Parlamento alemán, “sobre las terribles consecuencias” de un ejercicio del poder desvinculado de la conciencia de su naturaleza relativa, y que por lo tanto no se reconoce más responsable de “un orden moral objetivo” o sujeto “a un fundamento superior al poder”.
Benedicto XVI -recuerda aún el ex portavoz vaticano- ha enfrentado estos temas con coraje, señalando como “la negación de Dios o su olvido, la marginación de la religión de la vida pública y de toda perspectiva trascendente de la cultura, son en realidad causas de un proceso muy negativo y de graves riesgos para la vida de la sociedad y la defensa de la dignidad de cada persona humana”.
El papa alemán, lo subrayó varias veces, a costo de no recibir aplausos sino “fuertes oposiciones”, pero “con la convicción de que decir eso era su precisa responsabilidad hacia la actual evolución cultural de la sociedad europea y del rol de Europa ante la historia del mundo”.
Entonces -recuerda nuevamente el padre Lombardi a propósito del pensamiento de Ratzinger- que el Estado y la Iglesia tienen que compartir “el empeño” para llegar a la verdad a través de “la razón humana”. Por lo tanto esta última “no tiene que cerrarse en el límite del positivismo sino, justamente para poder encontrar y hacer justicia y lograr la paz en este mundo, tiene que quedarse con confianza y coraje, abierta a los grandes horizontes de lo humano, de su sentido y de sus fundamentos”. Se trata de una positiva colaboración entre la fe y la razón. “En esto -concluye Lombardi- la fe ofrece a la razón su ayuda, y la razón a su vez tutela a la religión del grave riesgo de los integralismos”.