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Historia

Los sucesos de Poal. Víctimas y verdugos

Hoy, 28 de junio de 2017, las izquierdas que quitan placas, calles, monumentos y cruces a la memoria de los inocentes asesinados en 1936 por los de su ideología, han conseguido de un gobierno, que ha desvirtuado sus principios fundacionales, que el Congreso en pleno rinda homenaje a los causantes de tanta masacre, algunos ajusticiados después de juicio legal y no como ellos hacían por justicia popular.

En este “juego” de dar vuelta a la Historia[1], el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España durante la etapa de Rodríguez Zapatero, creó el Portal de Víctimas de la Guerra Civil y Represaliados del Franquismo con el fin, como siempre tratan de hacer las izquierdas, de contar lo sucedido como a ellos les viene bien, de modo que si solo se ojea el portal, queda la idea de que todos esos buenos chicos relacionados, han sido represaliados por Franco, sin culpa alguna. Las referencias a sus acciones son mínimas y, a veces, remiten a expedientes de difícil localización. Pondré solo dos ejemplos: De Macarro del Castillo, conocido como Marcos Ana, solo aparecen dos entradas. En una de ellas se menciona el indulto sin hacer mención a la causa que motivó su encarcelamiento (4 asesinatos probados). El otro ejemplo es el de Jaime Olivé Setó del que solo se dice que era miembro del comité revolucionario local de Poal y que en informes de autoridades locales aparece como sospechoso de ciertas actuaciones. De modo que se da a entender que las detenciones, que no siempre sucedieron, porque en ocasiones el individuo había huido, lo fueron por represalias y no por justicia.

Es por ello que, siempre que en los trabajos se conozcan denunciados, daremos a conocer al tiempo que los de sus víctimas, el nombre de sus verdugos.

Fernando Macarro, alias Marcos Ana, de asesino durante la Guerra Civil a icono de la memoria histórica.

Empezamos hoy por los sucesos de Poal.

Se trata de un pequeño municipio español de la provincia de Lérida, situado en la comarca de la Plana de Urgel, entre  Bellvís y Liñola, a  27.3 km. en dirección a Barcelona. Pertenece al partido judicial de Balaguer.

Tras el alzamiento del ejército del 18 de julio de 1936 se formaron, como en todas las zonas donde fracasó la sublevación, grupos armados de voluntarios civiles organizados por determinados grupos políticos, sindicatos o asociaciones de izquierdas (PCE, PSUC, POUM, CNT, UGT). A  ellos se unieron  los restos de los cuerpos de seguridad que por diversas razones se mantuvieron fieles a la República en determinados casos (Guardia Civil o Guardia de Asalto).

Se organizan las columnas de Ascaso, Durruti y Ortiz. Las tres lucharon en este amplio frente de Aragón. La de Ortiz desde Valencia se dirige hacia Teruel, Durruti pretende Zaragoza y Ascaso quiere tomar Huesca junto a las tropas del coronel Villalba y ambos son responsables de las masacres de Barbastro. Comprometidos también en esas actuaciones estuvieron Cristóbal Alvaldetrecu, Gregorio Jover y Domingo Ascaso, más el que luego sería uno de los maquis libertarios en Cataluña entre 1945 y 1953, José Luis Facerías. Entre los internacionales se encontraban los alemanes anarquistas del grupo DAS (Deutsche Anarcho-Syndicalisten) ”Eric Mühsam” y los alemanes marxistas de la Olimpiada Popular que dirigía Hans Beimler. Los italianos de izquierda se integraban en los grupos “Giustiza e Libertá” y Batallón Matteotti liderados por Carlo Roselli y Fausco Falschi. Los italianos anarquistas formaron el “Batallón de la Muerte” o “Centuria Malatesta”[2], mandado por Camilo Berneri, Candido Testa y Fausto Nitti. Esta tropa es la responsable del asesinato (no muertos en combate) de 244 personas no combatientes, sólo en Barbastro. El obispo de la diócesis, religiosos, sacerdotes diocesanos y personas civiles no afines a sus ideas o vinculados a la Iglesia, fueron masacrados.

Desde el primer momento se organizaron además en todos los pueblos dominados por la izquierda, los llamados comités revolucionarios. El de Poal lo componían Ramón Macía Costafreda, José Tarragona Cucurull, Miguel Escolá Prats, Isidro Reñé Costafreda, Jaime Oliva Soto, Mariano Montal Josa, durante cuya actuación fueron detenidos y, posteriormente asesinados y quemados en Lérida, los sacerdotes don Pedro Niubó Badía, natural de Poal y párroco de Termens y don Ramón Mateu Abril, sacerdote catedrático de Solsona. En el asesinato figuran como colaboradores, los miembros del comité de Bellvis: Luis Maciá Sol, Canot del Bayo, Francisco Visa, Blanquet de la Brígida, el pequeño de María Valls, Gassol, Manuel Puigfel y Baldomero y Narciso Fita. En total, doce personas contra dos, uno de 36 y otro de 68 años.

A otro sacerdote, cura ecónomo de Poal, de 57 años, decidieron darle el conocido “paseo” y lo llevaron a Pobla de Segur, donde, a los dos días de comenzada la guerra, le asesinaron.

Organizados dichos comités revolucionarios,  a los seis días de comenzada la guerra, fueron incendiados todos los objetos del culto y profanados todos los ornamentos sagrados de la Iglesia parroquial. En este destrozo participaron además de los tres miembros del comité de Poal ya mencionados, las siguientes personas: Manuel López Parra, José Pascual Civit, Ramón Graells Reñé, José Reñé Costafreda, Blas Reñé Olivart, Isidro Reñé Costafreda, Miguel Bonet Farré, Mariano Montal Josa, Ramón Torres Bosch, Jaime Oliva Betó, Dionisio Espinet Miró.

En septiembre de 1936, a los anteriores, se unen José María Camats Sans, Manuel López Parra, Vicente Monatl Josa, Melitón Aguilar Castellá, José Monell Civit, Sebastián Gené Canels y Ambrosio Reñé Guasch para saquear los bienes de las siguientes personas de derechas: Adela Gaya, viuda de Gassol, Eduardo Brufau Estalella, Emilio Salvia Aragón, José Vilamajó Seriol, Ramón Miret Roig, los hermanos José y Ramón Espinet Cardona y al que había sido concejal y alcalde Ramón Maciá Barios.

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En este terrible ambiente tiene que desenvolverse solo, sin dinero, un novicio de 15 años Miguel Gil Imirizaldu, estudiante del monasterio benedictino de El Pueyo (Huesca) cuando los religiosos encargados del mismo fueron masacrados por las turbas al llegar éstas a Barbastro. Muchos años después, habiendo profesado como P. Plácido María y empujado por conocidos que les parecía asombroso como pudo salvar tantos obstáculos, contó sus vivencias en el libro “Un adolescente en la retaguardia”. En él cuenta todo lo que tuvo que pasar desde que aparecen los milicianos en Barbastro hasta que puede llegar a casa de sus padres en Lumbier en enero de 1939.

Él, junto a otros cinco chicos aspirantes, todos menores de edad, iban de los 12 a los 15 años que era los que él tenía en el momento en que se inician los hechos se preparaban para benedictinos. Esa minoría de edad les salva a los cinco de ser masacrados como sus mayores, hermanos de Congregación, pero se les deja en libertad en territorio hostil y sin ningún medio para poder sobrevivir.

Miguel se maneja como un chico listo y avispado a pesar de las limitaciones que su vida desde los diez años en el monasterio, supone para su desenvolvimiento en un mundo en guerra, rodeado de milicianos con unos valores tan alejados de los suyos. Habría que añadir el sufrimiento que le suponía el recuerdo de sus padres y el de sus hermanos en religión, que habían sido muertos después de ser maltratados gravemente. Tuvo suerte. Asegura que su querida Virgen de El Pueyo le protegió. Debió ser cierto porque en el tiempo en que empiezan a llamar a las quintas más jóvenes, consigue marchar, para evitarlo, de Barbastro a Caspe, luego a Lérida, Balaguer, Corbins y Termens todos en zona de guerra, huyendo, como puede, de los enfrentamientos y del alistamiento en el ejército republicano.

El 7 de marzo de 1938 el Ejército nacional  rompió las líneas contrarias en el frente de Aragón y con ello comenzó una avalancha militar a la que los republicanos no fueron capaces de oponer una resistencia organizada. Resultado de esto, conquistaron una vasta zona de Aragón y a principios de abril entraron en territorio catalán. Por el norte, el avance franquista llegó hasta el río Segre y tomó algunas poblaciones. En Lérida se organizó una cerrada defensa por la 46ª División de Valentín González “El Campesino”. El avance del ejército de Franco se vio detenido prácticamente y a partir de entonces todos sus intentos de cruzar el río se verían entorpecidos salvo en Lérida y Serós, donde lograron establecer cabezas de puente sobre el río.

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Entre el 31 de marzo y el 3 de abril de 1938 en los alrededores de la ciudad de Lérida y en sus calles se enfrentaron más de 20.000 hombres. Se produjeron combates durísimos que dejaron un trágico balance. Algunas fuentes sitúan en 950 las bajas entre los nacionales, y una cifra que podría acercarse a las 4000 en el bando republicano, entre muertos, heridos y prisioneros. La ciudad cayó finalmente el 3 de abril.

Más al norte, sí pudo continuar el ejército nacional su avance y ocuparon las localidades de Balaguer (donde establecieron otra cabeza de puente), Camarasa y Tremp, en la cual había grandes instalaciones hidroeléctricas que proporcionaban la electricidad a Barcelona y todo su entramado industrial, vital para la guerra. Esto constituyó un gran mazazo para los republicanos porque les privó de su fuente de energía principal, y en consecuencia les obligó a echar mano de los viejos hornos de principios de siglo. Los cortes de electricidad y una actividad industrial irregular se hicieron habituales.

Junto a sus últimos benefactores que la Virgen de El Pueyo pone a su lado, llega Gil Irimizaldu a Poal, donde al fin, se encontrará querido y protegido por una familia desconocida que le acoge como a un hijo y con la que él participa en los trabajos de la casa en la medida que su ignorancia de las faenas agrícolas le permite. Se encarga, entre otras tareas de suministrar agua a la casa, pues aunque todas las del pueblo disponían de buenos servicios, incluso de agua en todas ellas, al dominar el pueblo los anarco-revolucionarios, éstos les cortaron el suministro a aquellos vecinos de afiliación o simplemente simpatía, derechista. Sin agua y sin luz. Miguel habla de tener que iluminarse con carburos y candiles.

A poco de su llegada reciben la noticia de que el vecino de 42 años, antiguo alcalde del pueblo, Ramón Maciá Barios, al que en septiembre de 1936 le habían expoliado sus bienes, no contentos con ello, le habían asesinado. Apareció su cadáver el 17 de abril de 1938 en Utxafaba (Lérida) con diversas heridas de arma de fuego, entre ellas en la cabeza. En el folio 3 del expediente de la Causa General dedicado a Poal, consta que los autores fueron: el teniente jefe de las milicias Sr. García (sin más datos), Gerardo Solano López, Benigno Cunillera Torrent, Blas Solé Pujol, Ramón Pereta Escué. Y como inductores, cómplices o encubridores muchos del comité revolucionario del pueblo que ya habían actuado en ocasiones anteriores: Mariano Montal Josa, Ramón Torres Bosch, José María Camate Sans, José Monell Civit, Jaime Oliva Setó y José Reñé Costafreda. Y entre los nuevos, Ramón Brils Artigas, Andrés García Ortega, José Reñé Olivart, Enriqueta Costafreda Niubó, y las hermanas Herminia y Lidia Reñé Costafreda.

Ante la dificultad de los avances, el 24 de mayo  el Estado Mayor republicano cursó nuevas órdenes para las tropas de la zona: los ataques militares se concentrarían en el sector de Balaguer para intentar acabar con la cabeza de puente mientras que al norte se debería cortar la carretera de Tremp para concentrarse en la conquista de esta posición. La situación republicana no mejorará y el día 27 las fuerzas del Ejército Popular pasan a la defensiva. La Aviación nacional, inactiva al comienzo de la ofensiva republicano por encontrarse participando en la campaña del norte y por la climatología, se traslada a la zona e interviene en el contraataque franquista. Su participación acabará resultando decisiva. Finalmente, el 1 de junio se aborta la ofensiva en la zona del Ejército del Este mientras la 43ª División republicana se retira hacia sus posiciones iniciales en la Bolsa de Bielsa ante la creciente superioridad del ejército de Franco.

El comité revolucionario de Poal tomó una drástica decisión como venganza por esta situación. El 20 de julio de 1938 practicaron 26 detenciones entre los vecinos cuyos hijos habían logrado pasar la frontera y luchaban en el ejército nacional; algunos de ellos fueron puestos en libertad a los pocos días, otros fueron encarcelados en prisión, batallón de trabajadores y batallón disciplinario.

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Los historiadores vinculados a la izquierda nunca mencionan los campos que las izquierdas utilizaron para retener a sus prisioneros. En este caso, se menciona la existencia de los mismos y las personas que fueron internadas en ellos, pero sin determinar dónde se encontraban situados, ni su nombre o número, ni las condiciones en que mantenían a los prisioneros. En el folio 7 de la Causa General, referente a Poal se menciona que Juan Pérez Salvia falleció al poco tiempo de ser ingresado en un Batallón disciplinario. De Francisco Farré Pons dan más detalles de cómo se actuaba en dichos batallones al afirmar que murió “a consecuencia de los malos tratos de que fue objeto” pero tampoco precisan más datos,

Ocurre lo mismo con el Batallón de trabajadores en el que represaliaron a José Ticó Esteve, Juan Eroles Mayoral, Ignacio Segura Aldomá y Antonio Farré Pons quienes permanecieron en él hasta la liberación de Cataluña por el ejército nacional.

José Vilamajó Seriol, Emilio Salvia Aragós, Ramón Bonell Ribera y José Farré Escolá, fueron encarcelados y condenados, sin detallar cargos, a seis años y un día de prisión, en Seo de Urgel. Todos cumplieron la pena hasta la liberación de la ciudad por las tropas de Franco.

Los miembros del comité que participaron en la detención, fueron los ya mencionados por otras tropelías: Mariano Montal Josa, Jaime Oliva Betó, Ramón Torres Bosch, José Reñé Costafreda, José Camats Sans, Ramón Brils Artigas, Andrés García Ortega y José Monell Civit.

Por último, el 3 de octubre de 1938 la familia que con tanto cariño acogió al novicio Gil Irimizaldu, pasó por el dolor de perder a un miembro de la misma, Jaime Escolá Prats, asesinado por “el mando del Ejército rojo de Borjas Blancas” (Lérida)  (f.3 de Poal en Causa General), dejando viuda y tres hijos pequeños, el menor, casi un bebé.

Al contrario que la mayoría de las izquierdas, no relatamos estos hechos por morbo ni mucho menos por odio, lo hacemos porque estamos muy de acuerdo con Georges Bernanos cuando dijo:

El verdadero odio es el desinterés, y el asesinato perfecto es el olvido.

Recordemos, pues


[1] Si dudan de esta afirmación, observen como actúan y cuentan los sucesos que están ocurriendo en Venezuela.

[2] Según Vicente Guarner el Bastallón de la Muerte fue entrenado en una masía de Sant Adriá del Besós y que fue equipado y financiado por la Generalitat a petición de Diego Abad de Santillán.

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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