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El ejército de Charlie Gard,  la vida y la libertad

Ha surgido, en defensa de la vida del inocente, un auténtico ejército de opinión al que el Daily Mail llama EL EJÉRCITO DE CHARLIE. Una iniciativa provida, de oración a nivel mundial y de presión ante las autoridades británicas y europeas que, agrupado bajo el hashtag #JeSuisCharlieGard, batalla para que al niño no se le aplique la “cultura de la muerte”.

El término «cultura de la muerte” se refiere a una mentalidad, a una manera de ver al ser humano y al mundo, que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por parte de los más fuertes y poderosos, aquellos que tienen voz y voto. El término «cultura» de la muerte fue acuñado por el Papa San Juan Pablo II en su Encíclica El Evangelio de la Vida, publicada el 25 de marzo de 1995.

Aunque en realidad esta barbaridad comenzó en el umbral mismo de la historia, ha sido en los últimos siglos cuando ha asumido unas características sin precedentes. Estamos frente a una realidad más amplia. “Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y –podría decirse– aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarla con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias» (El Evangelio de la Vida, núm. 4).

El Papa inteligente y santo vio venir el problema. El aborto, la eutanasia y la manipulación de embriones son los ejemplos más tristes de esta situación que describe el Papa. Ya no se trata principalmente de una matanza de seres inocentes por medio de guerras y atropellos bélicos, sino de una silenciosa y sutil, pero aún más nefasta destrucción de la vida humana, que cuenta incluso con la aprobación de un gran sector de la sociedad, con el amparo de la ley y que es perpetrada precisamente por algunos de aquellos que se supone sean los primeros defensores de la vida: los médicos y otros profesionales de la salud.

Se caracteriza, por tanto, eso que llaman “cultura” por formas de atacar la vida humana inocente e indefensa por parte de los fuertes y poderosos, siendo una de sus características fundamentales la eugenesia. Es decir, la reproducción planificada y sistemática de los seres humanos de forma tal que se reproduzcan los que son «superiores» y que no se reproduzcan o que se eliminen los «inferiores». Se desarrolla esta idea a partir del libro «La exoneración de la destrucción de la vida carente de valor» del psiquiatra Alfred Hoche y del jurista Karl Binding publicado en Alemania en 1922. En él ya expresaba la idea de que existen personas cuyas vidas «carecen de valor» -por causa de enfermedad, limitaciones físicas o mentales, sufrimiento, vejez, etc.-, que influyeron en los programas eutanásicos y de eliminación de los judíos y de otras personas por parte de los nazis. Estos intelectuales alemanes, personas en posiciones de poder, definieron quiénes merecían vivir y quiénes no. Luego, otros se encargaron de llevar su diabólica mentalidad a la práctica.

Aquél sistema político fue y en teoría sigue condenado, pero en esta hipócrita sociedad en que vivimos, al tiempo que lo reprueban se acepta que se lleven a la práctica sus ideas.

Y después de la eugenesia, la eutanasia. La Declaración sobre la eutanasia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicada el 5 de mayo de 1980, documento no sólo específicamente cristiano, sino por eso mismo, también humano, explica sus argumentos apelando a la razón y a la ciencia y la define “como cualquier acción que de suyo o en la intención cause la muerte con el objeto de presuntamente eliminar los últimos sufrimientos”. Por consiguiente, la eutanasia es matar directamente, es un homicidio, un crimen. Nunca está justificada. Pretenden alegar que este tipo de homicidios se realizan para eliminar los sufrimientos del paciente. Por ello se le ha llamado eufemísticamente «muerte por piedad». Sin embargo, está resultando una amenaza creciente en países como Holanda y Estados Unidos. En España están tratando de legalizarla. El argumento en la base de la ideología a favor de la eutanasia es el mismo que en el del aborto: «Yo soy dueño de mi cuerpo» y también, “una persona tiene el «derecho» a matarse (o a pedir que la maten”, porque ella es la que lo ha decidido. Este es un argumento circular y por tanto falaz.[1]

Pero en el caso que nos ocupa, el del bebé Charlie Gard, es más cruel. Él no tiene capacidad para pedir la muerte y sus padres gritan al mundo tratando de defender su vida. En las fotografías se ve al pequeño durmiendo, sin señal de sufrimiento, sólo con ayuda de un respirador, ese que el inmisericorde juez ha mandado retirar. Lo que en Inglaterra no permiten hacer con una mascota, pretenden hacerlo con este pobre bebé: dejar que muera por asfixia.

En este mundo materialista que solo cuenta el dinero, entiendo la postura del Hospital para no seguir pagando los costes del tratamiento del bebé, que se limita a aplicar al niño la respiración artificial y los cuidados paliativos; pero no puedo entender que el hospital no permita a los padres llevar al pequeño a Estados Unidos donde un hospital se ofreció para realizar un tratamiento experimental que costearían los padres con la ayuda generosa de muchos donantes. La movilización del “ejército de Charlie” ha motivado al hospital Bambino Gesù propiedad del Vaticano, a ofrecerse para acoger al pequeñín. De modo que ha llamado al Gran Hospital Ormond Street donde se encuentra el niño, para preguntar si se le puede trasladar a Roma. De manera incomprensible el hospital británico ha contestado “que por motivos legales no puede trasladar al niño”[2].

Los padres, desesperados, han recurrido al Tribunal de Estrasburgo en busca de amparo, pero éste ha respaldado a sus colegas británicos  asegurando que “no existen posibilidades de éxito” con el tratamiento experimental y que realizárselo al pequeño “sólo causaría a Charlie aún más daño”. Sin embargo, la madre de un niño que padece la misma enfermedad y que también había sido desahuciado por los médicos hizo un llamamiento a los jueces para que lucharan por la vida de Charlie. Su hijo Emanuele tiene hoy nueve años y hasta pinta cuadros. “El principio que debe guiar al ser humano “es proteger y defender la vida de este niño, ya sea unas pocas horas u ochenta años”, decía esta madre.

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Ante esta situación surgen dos cuestiones: el tema de la Libertad Individual y el de la bioética

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En cuanto a la libertad: ¿Está el Estado por encima de los padres? Tiene autoridad legítima para obligar a un padre y una madre a desenchufar los aparatos que mantienen vivo a su bebé cuando aún queda una tenue y remota posibilidad de tratamiento? ¿Pueden conculcar la obligación de los padres a cuidar y defender a su hijo? ¿El Estado tiene la prerrogativa de prohibir a los padres intentar un último recurso en favor de la vida de un hijo? ¿Dónde queda el respeto a la libertad individual? Y suponiendo que el Estado tuviera tal autoridad, ¿en qué se basa ésta? ¿En qué principios se fundamenta ese tipo de Estado? Se trata de un Estado, supuestamente democrático, que se arroga el poder sobre la vida y la muerte de sus ciudadanos; una contradicción que solo se justifica por la dependencia que los gobiernos europeos mantienen con el NOM y sus normas eugenésicas.

De modo que nuestro pobre Charlie está secuestrado porque médicos y jueces no permiten que abandone el Ormond sino después de muerto. Se han convertido en señores de vida y hacienda como en la Edad Media.

Respecto a la bioética: La soberbia con que mantienen los doctores su actitud respecto a Charlie como absolutos poseedores de la verdad, lleva a preguntarse si la razón última de la negativa a que sea trasladado no estará en el miedo a que su diagnóstico sea contrastado por otros doctores más eminentes.

Parece, en verdad, que el caso del bebé es de difícil tratamiento, pero como afirma el pediatra genetista Domenico Coviello, director del laboratorio de genética del hospital Galliera de Génova “no se puede suprimir la vida de un niño solo porque ‘no sea posible curarlo’, porque no se sepa ‘si sufre’, porque no se sepa ‘qué efectos podría tener sobre el niño una terapia experimental’»Tiene necesidad de ser acogido, aún más si padece una enfermedad genética o malformativa. Y a su sufrimiento no se ha dado ninguna respuesta concreta, se le ha negado la base mínima de la piedad humana decretando que, si sufre, no vale la pena vivir«. “La labor del médico es curar, dar esperanza, pero sobre todo acompañar en la enfermedad a las personas sin hacer números o casos clínicos, con una deontología que responda a su misión principal: curar. Debemos usar la genética de forma ética: para salvar al hombre. Y cuando no lo conseguimos, acompañarlo». La historia de Charlie Gard es la historia de un poder violento, el ejercido por la ciencia ante lo desconocidola ciencia que no sabe ni puede ayudar a Charlie, se sirve de la ley para eliminarlo, para eliminar un problema.

De modo que el caso de Charlie no solo es importante por la ternura que desprende su caso, ni por la cuestión bioética, es muy importante y afecta a todo el mundo, porque está en juego una cuestión de derecho: la libertad, la autonomía de los ciudadanos de un Estado; más aún: estamos hablando de la propia concepción del Estado y de sus prerrogativas sobre los ciudadanos.

Los incansables miembros del Ejército de Charlie han hecho llegar sus voces al Vaticano y ha producido algún que otro tantarantán en las altas instancias. El presidente de la Pontificia Academia por la Vida, y Rector del Instituto Juan Pablo II para la Familia, Mons. Vincenzo Paglia, (de quien multitud de italianos provida y profamilia llegaron a pedir su dimisión por alabar la figura de Marco Pannella[3]), con la habitual discreción con que se manifiestan los monseñores altos cargos, se refería al caso Charlie, y, sin llegar a dilucidar la cuestión moral de fondo, concluía con unas palabras de cercanía a quienes luchan porque se permita al niño seguir un tratamiento en Estados Unidos ya que en otros casos similares de niños con su patología ha permitido salvar vidas e incluso pueden realizar actividades ordinarias.

Y el mismo Papa, a última hora del viernes 30 de junio envió un tweet que cuesta trabajo pensar que no se refiera al caso Charlie Gard“Defender la vida humana, sobre todo cuando está herida por la enfermedad, es un compromiso de amor que Dios pide a todos los hombres”.

Pero el más duro y directo en sus críticas a las instituciones por su actuación en este caso, ha sido el cardenal Carlo Caffarra (experto en temas de matrimonio y familia)[4]: “Hemos llegado a los últimos límites de la cultura de la muerte. Son las instituciones públicas, los tribunales, quienes deciden si un niño tiene o no el derecho a vivir. ¡Incluso contra la voluntad de sus padres! Hemos tocado el fondo de la barbarie”. Y añadió: “¿Acaso somos hijos de las instituciones, o les debemos la vida? ¡Pobre Occidente! Ha rechazado a Dios y su paternidad y se encuentra entregado a la burocracia! El ángel de Charlie ve siempre el rostro del Padre. 

Deteneos, en nombre de Dios. De otra forma, os digo, con Jesús: ‘Sería mejor que os ataseis al cuello una rueda de molino y os tiraseis al fondo del mar’” (Mc 9, 42).

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[1] Adolfo J. Castañeda (VHI): http://www.arbil.org/

[2] Según declaraciones de la directora del Bambino Gesú divulgadas por Radio Vaticana. Alfa y Omega 4/07/2017

[3] Giacinto Pannella,( nacido el 2-mayo-1930 en Teramo, Italia; fallecido el 19-5-2016 en Roma). Más conocido como Marco Panella, fue un político y periodista italiano, histórico dirigente del partido de los Radicales Italiano y famoso adalid de la cultura de la muerte en Italia. Fue eurodiputado y dirigente del Partido Radical Transnacional.

[4] Cardenal Caffarra: (N. 1-6-1938 en  Samboseto di Busseto, Italia) En 1980, fue nombrado experto en el Sínodo de los Obispos sobre el Matrimonio y la Familia, y en enero de 1981, el Papa San Juan Pablo II lo nombró fundador y presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Se desempeñó como consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante cinco años a partir de 1983. También tomó parte en un estudio sobre ingeniería genética instituido por el Ministerio de Salud de Italia. En 1988 fundó el Pontificio Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia en Washington DC, y posteriormente en México y España. Es  Académico correspondiente extranjero de la Real Academia de Doctores de España. Fue creado y proclamado cardenal por Benedicto XVI en el consistorio del 24 de marzo de 2006.

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Licenciada en Geografía e Historia, fue profesora hasta su jubilación.

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