El día 11 de marzo de 2004 un grupo de mal nacidos provocaron una masacre en Madrid que causaron 197 fallecidos y 2062 heridos, de ellos 250 de gravedad, al provocar el estallido de once bombas casi al unísono, en los trenes de cercanías.
De ese gran atentado se ha inculcado a la gran masa de opinión pública que fue cosa del yihadismo, sin embargo, pudimos seguir las declaraciones en el juicio y estudiar las conclusiones, por lo que algunos seguimos sin estar convencidos de la tesis oficial; es más, nos reafirmamos en nuestras suposiciones de que fueron víctimas de un golpe de Estado.
Los golpes de Estado para que salgan bien, es decir, consigan sus objetivos: llamar la atención mundial sin que las “cabezas pensantes y organizadoras” se vean claramente implicadas porque para eso tienen a sus “tontos útiles”, llevan su tiempo de preparación y la realización de varios pasos de los que hoy solo mencionaremos los tres que consideramos decisivos:
1.-Asesinato del comandante Isaac Gabaldón, su hija y su chófer en las cercanías de Talavera de la Reina. No se extrañen. Era básico acabar con el recopilador de las fichas y hacerse con los archivos del comandante encargado de investigar sobre los masones , “durmientes” o no. Con dos objetivos: proteger a sus miembros e ir preparando el “cambio” de la sociedad hacia unos planteamientos más progresistas. Se demostró que el atentado fue llevado a cabo por masones.
2.-Asesinaron a Carrero Blanco, al conductor de su coche oficial, José Luis Pérez Mógena y al escolta, Juan Antonio Bueno, en joint venture ETA-CIA. La conexión de la CIA con ETA fue facilitada por el Partido Nacionalista Vasco. Un informe de los servicios secretos españoles asegura que el explosivo utilizado era C4, “fabricado en Estados Unidos para el uso exclusivo de sus Fuerzas Armadas“. La unión con el grupo investigado por Gabaldón viene dada por la adscripción a uno de los más exclusivos y selectos grupos masónicos, la Sinarquía[1], de dos altos miembros de la Administración USA, Henry Kissinger y Vernon Walters, los cuales realizaron sendas visitas a España ante la avanzada edad y frágil salud de Franco preparando la situación a su muerte; la última de Kissinger dos días antes del atentado a Carrero.
Los americanos, Secretaría de Estado y la CIA, preocupados por nuestra posición estratégica, diseñaron un plan porque querían tener la seguridad de que, con el final del franquismo, aquí no iba a pasar nada que estuviera fuera de su control. De las conversaciones dedujeron que Carrero Blanco era un obstáculo en la dominación militar y un cerrojo para la democratización al considerarle fiel seguidor de la política de Franco, lo que, al parecer, no interesaba a aquel grupo. Con el asesinato de Carrero, la Administración Nixon eliminaba la oposición del almirante a la renegociación sobre las bases militares y a la entrada de España en la OTAN.
También cancelaba la amenaza de una colaboración del gobierno español con el francés para compartir la fabricación de armamento nuclear. Y además aumentaba la necesidad que el príncipe Juan Carlos tenía del apoyo de Washington. Estados Unidos establecía las condiciones de lo que iba a ser su intervención para conducir la transición después de la muerte de Franco, Sáhara incluido.
Sin embargo, a la Sinarquía y otras ramas del mismo árbol no les parece suficiente. Hay que dar una nueva vuelta de tuerca para que España se integre en ese nuevo organismo que proponen, el NOM, para el que España no reúne los méritos necesarios. De ahí las leyes LGTB, los ataques a la Iglesia, el feminismo radical que empobrece a las mismas mujeres, el aborto y la previsible ley de eutanasia, muy necesaria para nivelar la descompensada pirámide de población.
3.- 11 M : Y esa nueva vuelta se produjo el 11 de marzo de 2004 con el terrible atentado. El tren de Santa Eugenia es el único que sufrió una sola explosión terrorista. El de Atocha sufrió tres; el de Téllez, cuatro; y el de El Pozo, dos. Además, en el tren de Atocha y en el andén de El Pozo hubo otras dos explosiones provocadas por los Tedax al desactivar sendos artefactos encontrados en los vagones.
Después de otras varias tentativas por cambiar el gobierno de forma menos bestial, el poderoso grupo se decidió por la forma más drástica en el momento más oportuno para sus intereses, a poco tiempo de las elecciones, a las que la gente conmocionada y debidamente macerada su opinión por prensa y televisión, acudió a depositar su voto totalmente traumatizada.
Objetivo logrado. A España, como dijo Alfonso Guerra, “no la conoce ni la madre que la parió”. Las víctimas caídas en el camino para conseguir estos fines son consideradas incómodas “daños colaterales” porque les recuerdan un hecho que quieren que se olvide.
Esta incongruente (por decirlo suavemente) sociedad en la que estamos sumergidos, reivindican con gran fuerza lo sucedido hace 82 años y la represión de la guerra civil, pero no tanto lo de hace 14. ¡Selectiva memoria!
¡¡Concédeles, Señor, el descanso eterno y que les ilumine tu luz perpetua!!.
[1] En su tratado L’Archéomètre («El Arqueómetro»), Saint-Yves utilizó la noción de sinarquía para describir el gobierno por parte de los miembros de una sociedad secreta (la Agharta).