Para hablar de los expuestos en el título, que me parece sugestivo, deberé aclarar unos pocos puntos de su vida que me parecen interesantes y que servirán para enmarcar lo que después voy a exponer.
Tolkin católico inglés fue instruido en la cultura española y en el español por el padre F.J. Morgan, jerezano, y como la mayoría de los católicos ingleses de su tiempo simpatizó, o tal vez me quede corto, con la causa de los sublevados durante nuestra guerra civil de 1936-39. Incluso alguno que no era católico y que había vivido la guerra de Cuba como corresponsal, llegó a decir que si él fuera español también estaría del lado de Franco (puesto que ahora hablo de Churchill todos sabemos cómo cambió de opinión en cuanto encendió un nuevo puro).
Publica “El Señor de los Anillos” en 1954-55 después de terminada la II Guerra Mundial y por supuesto nuestra guerra civil y cuando el intento de publicación en 1937 de su obra “Silmarión” no fue precisamente un éxito.
Tolkin divide la obra que nos concierne en tres libros y el tercero, y último, se titula “El regreso del Rey”. Creo que esto es ya indiciario y si comenzara a decir más, sólo de ello, supondría por mi parte una mente calenturienta; pero ahí lo dejo, pues doy por hecho que los lectores conocen, como he dicho, el pensamiento católico y amante de la Tradición de nuestro autor, junto con las circunstancias históricas que acabo de apuntar. ¿Mera casualidad?
Continuando con lo nuestro, nos encontramos con los indicios de catolicismo que siembra por nuestro libro y que podemos ver o, mejor, leer cuando Aragorn, Légolas y Gimli se introducen en el bosque de Fargorn. Allí Gandalf después de esa especie de resurrección-purificación, es encontrado por los tres pero no es reconocido hasta que, gracias a lo que dice el mago y un gesto del mismo, los ojos de Aragorn se abren, llegando éste a exclamar “¿Qué velo me obscurecía la vista? ¡Gandalf!” A mi entender el paralelismo con el episodio de los discípulos de Emaús es claro. No olvidemos que éste episodio se enmarca dentro del capítulo titulado “El Caballero Blanco” que como es lógico dará más juego con el Señor Santiago y por lo tanto con España, y no continúo más a la espera del momento oportuno (Las dos Torres).
Durante el sitio de Gondor, y los desvaríos de Denethor, Gandalf dice a Peregrin para explicar el hundimiento moral de Denethor “la morada de su espíritu se derrumba” en lo que manifiesta cómo el cuerpo es morada del alma a la vez que explica que sólo el cuerpo, la morada del alma, es quien desaparece (El retorno del Rey). No obstante lo anterior, no hay espacio para la duda cuando los elfos dan a la Compañía unas galletas llamadas “lembas” “o PAN DEL CAMINO” que tal como se dice en libro “es más fortificante que cualquier comida preparada por los hombres y más agradable que los bizcochos de miel de los Beórnidas”, además “una sola basta para que un viajero aguante en pie una dura jornada”. Podemos ver aquí una más que similitud con el Viático, pues eso significa en buen castellano y mejor español: camino; tal como se lee en el diccionario, es una prevención en especie, o en dinero, de lo necesario para un viaje; sentido que aún escuché a un colega argentino a lo que los españoles hubiéramos llamado dieta. De este concepto se da a los moribundos la Eucaristía como pan que les da las fuerzas para el “viaje que importa, el último” y que evidentemente fortifica más que ningún alimento y es manjar de ángeles. Como diría el Maestro el que tenga oídos para entender que entienda, pero no es nada complicado.
Como hemos dicho arriba Tolkin era amante de la Tradición, con mayúscula, “cuando el recuerdo de los viejos Reyes ya se ha borrado en la hierba”, por Bree aparecían de vez en cuando unos Montaraces del Norte (uno de ellos será Trancos) que “traían noticias de muy lejos y contaban historias olvidadas que eran escuchadas con muchos interés”. Será casualidad pero aquello de “fieras montaraces que confesadas y comulgadas atacan al hombre” me suena familiar como igualmente lo es aquello de echarse al monte, aunque actualmente se diga frívolamente; como casualidad puede parecer que Trancos o sea Aragorn sea Montaraz y como casualidad puede ser que Aragorn es lo mismo que Aragón.
Indiciario es en este contexto la carta que envía Gandalf a Frodo en el Poney Pisador y le escribe referido a Trancos :
No es oro todo lo que reluce,
ni toda la gente errante anda perdida;
a las raíces profundas no llega la escarcha,
el viejo vigoroso no se marchita…..
una luz asomará en las sombras,
el descoronado será de nuevo rey.
Creo que lo de las raíces profundas y el viejo vigoroso no son mera casualidad cuando se asocian, porque así lo están en el verso, al regreso del Rey que aquí se anuncia. Posteriormente es Trancos quien afirma que “los herederos de Elendil (al finalizar el libro sabremos que él es el heredero de Elendil y por tanto el Rey legítimo) no olvidaron el pasado”, lo que se aplica perfectamente a los defensores de la Tradición y a sus adalides. Paralelamente afirma que hubo una guerra “que acabó con el Reino del Norte” y el paralelismo con el Reino creado por don Carlos V y don Carlos VII en el Norte, durante la primera y tercera guerras, es notable.
Igualmente me atrevo recordar el milagro de la Virgen de Rocamador que puede verse en la colegiata de Sangüesa y que relata los favores de la Virgen a un caballero devoto suyo, que en peligro de muerte al ser perseguido por sus enemigos invocó a la Virgen y ésta provocó una crecida en el río Aragón que arrastró a los perseguidores salvando así al sangüesino. Una reproducción del milagro puede leerse en el vado de Rivendel en el río Bruinen a un caballero llamado Frodo que huía de Nueve Jinetes Negros y que serán arrastrados por una misteriosa crecida del río.
Como todos sabemos lo que pasó a finales del siglo XVIII y durante el XIX mucho más no puedo avanzar con referencia a los tiempos de Tolkin, y por tanto he aquí una muestra de su concepción de esos tiempos en los que “los Días Antiguos han terminado…un nuevo Poder está apareciendo”, “la Raza de los Reyes …está casi extinguida”. Sabe de la lucha de la Tradición y de sus defensores, que acabamos de ver, contra las fuerzas del mal aquí simbolizadas en Sauron y en el Ojo Oscuro (en otras partes del libro aparece como Gran Ojo) en total paralelismo con la liberal-masonería y el ojo que la simboliza, si nos fijamos en el billete de un dólar, que busca ¡oh casualidad! el anillo del Poder Único, o sea, el Poder sobre la Tierra Media que es lo mismo que decir sobre la Tierra en este estudio. Conocedor de lo que supuso el liberalismo masónico y sus retoños bastardos, socialismo y comunismo, me pregunto si éstos son representados por los orcos, fieles servidores del OJO QUE TODO LO VE.
Para vencer en la lucha Gandalf ve en Trancos su gran referente, pues pertenece “al pueblo de los viejos Reyes”, que Frodo cree desaparecidos, ya que para él, Trancos no es sino un Montaraz. ¡Sólo un Montaraz! exclamará Gandalf. “Eso son justamente los Montaraces: los últimos vestigios en el Norte de un gran pueblo” lo que no impide que Aragorn eche de menos “los jardines de los Reyes de antaño o se pregunten si “¿contemplarán los hombres el Árbol de Plata”, del que ya hablaremos posteriormente.
Cierto es que, en la tradición hasta ahora expuesta y que parece incidir en nuestra patria, hay una que no se puede aplicar a los Reyes de las Españas y que hace referencia a las propiedades sanatorias de los Reyes. Esta tradición existía y se decía de los merovingios y la vemos en el Retorno del Rey después de la batalla de Gondor cuando en la “casa de curación” una anciana a la vista de los heridos dice: “¿Ójala hubiera en Gondor reyes como los de antaño, según cuentan! Porque dice la tradición: Las manos del rey son manos que curan. Así el legítimo rey podría ser reconocido”, a lo que Gandalf responde que “tal vez un rey haya regresado en verdad a Gondor”. Vemos pues que se habla de tradición y de legitimidad, y si hasta ahora al hablar de tradición o tiene un contexto genérico o se infiere más a España, sólo una explicación se me ocurre para entender esta cita aparentemente extemporánea; don Carlos VII fue el jefe de la casa de Borbón, renunciando a sus derechos al trono de Francia en el momento que eligió ser Rey de España, pues por el tratado de Utrech las dos coronas no podían unirse. Esto no impidió que el duque de Chambord lo nombrara su sucesor.
Para concluir la sinopsis de la Tradición en el Señor de los anillos sólo me queda citar lo que al final del Retorno del Rey escribe Frodo en el libro que acaba de concluir: “La caída del Señor de los Anillos y el Retorno del Rey…..junto con extractos de los Libros de la Tradición, traducidos por Bilbo en Rivendel”.
Sin querer, a pesar de mi voluntad y debido a mi flaqueza he expuesto arriba a identificaciones con España, como ha sido la aventura del vado de Rivendel sobre el río Bruinen y que casi parece un calco de una tradición de Sangüesa, que ¡oh casualidad!, se encuentra en el Camino. Así pues tengo que acabar mi explicación, inacabada, de Gandalf “el Caballero Blanco” que, cosa de las circunstancias, monta un caballo que evidentemente es blanco y que recuerda lo que a los chiquillos se les preguntaba en las escuela sobre ¿cuál era el color del caballo blanco de Santiago? Evidentemente el Caballero Blanco, pues de blanco también se representa a Santiago Apóstol, tiene que vencer una batalla que se daba perdida apareciendo en el último momento en el abismo de Helm para derrotar así a los orcos; o haciendo huir a los Nazgul en el sitio de Gondor.
En las Dos Torres aparece el bosque de Fargorn cuya peculiaridad me recuerda a la selva de Irati (desde aquí animo a visitar esa reliquia de la masa arbórea de Navarra y por tanto de España, al igual que la colegiata de Sangüesa no muy lejos del mismo). Esto sería una intuición infundada si no analizamos más a fondo dicho bosque impenetrable, además de morada de unos seres que se autodenominan, ents. Después del encuentro, del que ya hemos hablado, en el bosque de Fargorn entre Gandalf, Aragorn, Gimli y Légolas, Trancos le dice a Gandalf referente a los ents: “¿Entonces son ciertas las viejas leyendas sobre los habitantes de los bosques profundos…?” a lo que Légolas continúa aclarando que “Bárbol, el nombre del ent jefe, no es más que la traducción de Fargorn a la legua común, por lo que, el Bárbol es Fargorn guardián del bosque”. Los lectores vascongados no tendrán dificultad identificar a Bárbol con lo que sus mayores llamaban el Basajáun (el señor del bosque) y que, los que no lo somos, hemos leído en el libro titulado “Amaya o los vascos en el siglo VIII” escrito por el ilustre carlista navarro Navarro Villoslada, en el siglo XIX, y en el que Teodosio de Goñi cree encontrarse frente a dicho señor del bosque o Basajáun.
Creo que no es casualidad y si lo enmarcarmos en la Europa de los siglos XVIII y XIX , aún menos, que “en el Sur, el reino de Gondor (¿las Españas o parte de ella?) duró mucho tiempo (más que en resto de Europa)…..La ciudad capital era Osgiliath, Ciudadela de las Estrellas que el río atraviesa de parte a parte”. La alegoría sacada de Estella (Estrella-Lizarra), capital del Estado carlista de don CarlosVII, atravesada de parte a parte por el Arga, en el Camino, como Sangüesa y en medio de la ciudadela formada por las montaña que la rodean y que algunos autores militares denominan “el Cuadrilátero de Estella” parece no difícil de intuir. Y para continuar la siembra no siempre coherente de indicios, porque éstos no tienen por qué serlo, sino únicamente apuntar que se han tomado para dejarlos dispersos, continúa el mismo relato anterior: “Allí en los patios del Rey crecía un árbol blanco… y el árbol se secó”.
Acostumbrados a ver la película y tal vez a no leer el prólogo de los libros se me escapó y pasó fuera de mi entelequia en una primera lectura lo siguiente: “La Comarca en ese momento apenas tenía gobierno. Las familias cuidaban en general sus propios asuntos y dedicaban la mayor parte del día al cultivo y consumo de alimentos. En otras cuestiones eran por lo común gente generosa, tranquila y poco ambiciosa, de modo que las heredades, granjas, talleres y pequeñas industrias tendían a conservarse invariables durante generaciones. La antigua tradición hablaba de un rey…y atribuían al antiguo rey todas las leyes esenciales y por lo general las aceptaban de buen grado, ya que eran los Preceptos (como ellos decían) antiguos y justos”. A mí esto me semeja un relato sintético de la vida de buena parte España de principios del siglo XIX en lo que respecta a los fueros municipales y gremios, pero evidentemente puedo tener una imaginación calenturienta; no obstante como decía uno de mis mayores: “una vez casualidad, dos coincidencia, tres esto huele raro y cuatro aquí hay una colilla luego alguien ha fumado”. A mi modesto entender el colillero está lleno.
Un poco de ceniza más podemos ver en el parlamento que hace Faramir en el capítulo titulado “Una ventana al Oeste”: “De los Rohirrim hemos aprendido a amar la guerra y el coraje como cosas buenas en sí mismas, juego y meta a la vez; y aunque todavía pensamos que un guerrero ha de tener inteligencia y conocimientos, y no sólo dominar el manejo de las armas y el arte de matar, consideramos no obstante al guerrero superior a los hombres de otras profesiones”. Sin duda Tolkin había leído el Quijote y no como la mayoría de los españoles, pues esto parece un calco de la loa a la carrera de las armas que Cervantes pone en boca de don Quijote.
Hasta ahora he ido recogiendo la siembra que Tolkin ha hecho de Tradición, evidentemente católica, y además española, tal vez centrada en la experiencia histórica que vivió y limitada por un conocimiento del carlismo amplio, para un extranjero no historiador, pero incompleto, lo que ya se ha intuido, pero que ahora quedará más patente.
El resumen del Señor de los Anillos puede quedar como sigue: Aragorn, Rey legítimo de Gondor que está en manos del Senescal y que detenta el poder, será ayudado por los Montaraces y los caballeros de Rohan a recuperar el trono, pero para ello tiene que derrotar a Sauron el Señor Oscuro (el Ojo Oscuro que todo lo ve). Sólo así se recuperarán la libertades del pueblo, simbolizadas por el Árbol Blanco del Gondor, que está secó, y que únicamente volverá a nacer o reverdecer cuando venga el legítimo Rey, el cual deberá tener las dos legitimidades, la de origen y la de ejercicio. Todo ello inserto en una lucha entre el bien y el mal y en la que evidentemente vence el bien.
Mutatis mutandi o cambiando lo que hay que cambiar, “Don Carlos”, Rey legítimo de las Españas, y cuyos mayores tuvieron la capital de su Estado en Estella como reducto al sur de Europa de los Viejos Reyes, tiene que recuperar el trono de las Españas en poder de una monarquía usurpadora que lo detenta. En esa tarea será ayudado por los montaraces del Norte (los peligrosos que confesados y comulgados atacan al hombre) y por los caballeros de Rohan (¡oh casualidad! segunda esposa de don Carlos VII) cuyo patronímico claramente forzado, rohirrim, suena a “boina” roja. El gran enemigo de esta lucha será la liberal-masonería y sólo cuando ésta sea vencida y el legítimo Rey sea proclamado se recuperarán las viejas leyes simbolizadas por el renacimiento del árbol seco de Guernica.
La legitimidad de Aragorn (don Carlos) es defendida por Gandlf cuando dice: “Y aquí a mi lado está Aragorn hijo de Arathorn, heredero de Reyes” y sostenida por él mismo ante los rohirrim cuando mantiene que él es “Aragorn hijo de Arathotn y me llaman Eleassar…heredero del hijo de Isildur, hijo de Elendil de Gondor (las Españas)” y, ante lo cual Eomer jefe de los rohirrim lo acepta “dando un paso atrás con una expresión reverente en la cara”. Esta aceptación es más que supuesta por los Montaraces del Norte que mandados por Halbarad Dúnadain buscan a su legítimo Rey del que conocen el nombre, pero no sus facciones preguntándole personalmente quién era Aragorn; cuando éste se identifica y se ponen a su servicio les reconoce como suyos y les pregunta la causa de su venida, pues no les ha llamado. Estos le responden que desean ir a la guerra con él. Es preciso resaltar que los “Montaraces están poco acostumbrados a las ciudades y casas de piedra”, ¿será que los carlistas nunca domeñaron una ciudad de importancia?
La movilización de los rohirrim en el capítulo titulado “el acantonamiento de Rohan” recuerda a la masiva movilización general de los navarros en el 36. Igualmente sabemos que meses antes del levantamiento, diversos oficiales del ejército pasaban por los Círculos juramentando a los requetés a fin de que se comprometieran a movilizarse cuando la guerra se iniciara. Así pues dice Théoden a los rohirrim: “Lejos os encontráis de vuestros hogares, y ya tenéis por delante el fuego y el enemigo. Vais a combatir…pero la gloria que ganéis será vuestra para siempre. Habéis prestado juramento: ¡Id ahora a cumplirlo en nombre de vuestro Rey!” Y como en el 36, para desgracia de España y del carlismo, y después de la desbanda de los detentores, se dejó la cuestión sucesoria para terminada la guerra; así pues, dice Aragorn sobre igual asunto: “No entraré (en la ciudad, aquí las Españas), ni reivindicaré derecho alguno hasta tanto se sepa quién prevalecerá, nosotros o Mordor”.
Es ¿circunstancial que el Senescal de Gondor, que como estamos viendo representa a la dinastía usurpadora, se llame Denethor, cuya similitud con “detentador” es sospechosa? No olvidemos que nuestro autor conocía el español, como hemos explicado anteriormente. En este contexto, cuando Pippin y Gandalf llegan a Gondor, y éste le reclama prudencia en el lenguaje, le dice al hobbit que “no es prudente, hablarle en demasía de la llegada de aquel que puede reivindicar derechos sobre el trono (no es prudente por cierto, cuando vienes a darle a un poderoso señor la muerte de su heredero tal como siempre han reclamado los Reyes Legítimos de las Españas)”.
El mismo Denethor conoce su ilegitimidad cuando rechazando la ayuda que le ofrece Gandalf para la defensa de la ciudad dice a éste que “el gobierno de Gondor, Monseñor, está en mis manos y no en las manos de otro hombre, a menos que retornara el rey”. Evidentemente el detentador no quiere luchar contra Sauron, la masonería liberal, cuando se entera de que la ayuda va a venir de Aragorn. Cuando a Denethor le queda clara cuál es su situación recrimina a Gadalf que “con la mano derecha intentaba traer aquí a ese Montaraz del Norte, para que me suplantase. Pero óyeme bien Gandalf… yo no seré un instrumento en tus manos. Soy Senescal de la casa de Anárion. No me rebajaré a ser chambelán ñoño de un advenedizo. Porque aun cuando pruebe la legitimidad de su derecho, tendrá que descender de la dinastía de Isildur. Y yo no voy a doblegarme ante alguien como él, último retoño de una casa arruinada que perdió hace tiempo todo señorío y dignidad”. Con lo expuesto está haciendo un retrato de la dinastía usurpadora que se sabe Puig-Moltó, que sabe dónde está la legitimidad y quién es el legítimo y aunque éste sea un auténtico Borbón descendiente de Felipe V, el detentador no va a ceder.
Evidentemente el viejo de Guernica representa la época en la que las Viejas Leyes eran respetadas y esa añoranza la vemos reflejada cuando Gandalf exclama: ¡cuando el Árbol Blanco y el Árbol de Oro florecían aún!” pues al igual que ellos se secaron, las Viejas Leyes desaparecieron y con su desaparición llegaron los tiempos convulsos. De esta añoranza podemos leer más adelante: “Quisiera ver el Árbol Blanco de nuevo florido en las cortes de los Reyes y el retorno de la Corona de Plata”. Señalar que aquí sólo se cita un árbol y así sucesivamente como cuando se dice que “en el Patio del Manantial antaño floreciera el Árbol Blanco” y en el centro del patio, “encorvado sobre la fuente, se alza un árbol muerto”; está claro que el árbol florido, que ya no florece, se relaciona con unos tiempos mejores; igualmente ¿la corona de plata hace referencia a la de la Reina Católica, que de este material lo tenía rechazando una de oro? Cierto es que siempre hemos sostenido que sólo nuestros reyes son dignos de sentarse en el trono de san Fernando, pero igualmente podría decirse del trono de Isabel, la Católica.
Antes de la batalla final, Légolas identifica a Aragorn con el Señor del Árbol Blanco, a lo que poco comentario tengo que añadir, y cumplida la batalla con la derrota de Sauron, el Ojo que todo lo ve y lo que queramos añadir, las águilas anuncian en Gondor la caída de Sauron (como estoy más que mosqueado, no sé por qué estas águilas me son familiares) de la siguiente manera:
“El Rey ha entrado trayendo la victoria
porque vuestro Rey retornará
y todos los días de vuestra vida
habitará con vosotros
…………
Y el Árbol marchito volverá a florecer
y él lo plantará en sitios altos.”
Cuando proclamado Rey y aún el árbol no había florecido se lamenta ante Gandalf de eso y de que su obra puede no tener continuación, a lo que Gandalf le ruega que vuelva la mirada al terreno yermo y “entonces advirtió que algo crecía en medio del desierto; y bajó hasta allí, y vio que en el borde mismo de la nieve despuntaba el retoño de una árbol de apenas tres pies de altura…Un retoño del más anciano de los árboles…Entonces Aragorn posó suavemente la mano en el retoño…y lo levantó sin dañarlo y lo llevó consigo a la Ciudadela. Y el Árbol marchito fue arrancado de raíz, con deferencia, y no lo quemaron, lo depositaron en…para que reposara en silencio. Y Aragorn plantó el árbol nuevo en el patio al pie del manantial y pronto empezó a crecer vigoroso y lozano”. Creo que estas palabras no necesitan comentario alguno.
Como nos ha faltado ver la coronación, contaremos que acercándose los hobbits con Galdaf a ver al Rey, aquél les dice que pronto lo verán y preguntado por ¿quién era? Gandalf responde: “El Rey de Gondor (España para nosotros) y Soberano de las Tierras Occidentales”. ¿Acaso necesita más explicación lo de las Tierra Occidentales?
Para terminar me gustaría que nos fijáramos en la ceremonia de la ¿coronación? “Entonces Faramir se levantó y habló: Hombres de Gondor… he aquí alguien que ha venido a reivindicar derechos de realeza. Ved aquí a Aragorn hijo de Arathorn… Elessar de la Estirpe de Valandil, hijo de Isildur, hijo de Elendil de Númenor ¿Lo queréis por Rey y deseáis que entre en la ciudad y habite entre nosotros? Y el Ejército todo y el pueblo entero gritaron sí con una sola voz”. Lo que hemos visto no parece una consagración ni una coronación pura, sino una proclamación, esto es se le reconoce como Rey pues en él se da la legitimidad (peculiaridad española, pues sólo los Reyes españoles eran proclamados), el resto de la ceremonia ya no es sustancial, como se puede leer en el libro.
Para termina mi disertación deciros que en un libro de Tolkien puede leerse a efectos de prueba del nueve:
“Un trono sin Rey
un Rey sin corona”
Pero eso lo tendréis que averiguar vosotros, no querréis que os lo ponga fácil.
El protagonismo en el Señor de los Anillos: entre la épica y la Lumen Gentium