Editorial de la Revista Reino de Valencia nº 112-113
Tras un año del 1 de octubre, fecha que por desgracia no podemos olvidar, debemos hacer examen de conciencia. Esa fecha no pasará a la historia por el heroísmo y fortaleza del separatismo catalán, sino por la traición de funcionarios del Estado (entre ellos los Mozos de Escuadra) y la debilidad patente del gobierno del momento.
Con una voluntad firme y un deseo de frenar lo irrefrenable de la pasión separatista, el gobierno de Mariano Rajoy debió determinar la aplicación del artículo 155 de la Constitución, por no mencionar otros. La toma de decisiones gubernamentales fue de mal en peor. Un 155 descafeinado, breve y convocatoria de elecciones. Los experimentados en las lides políticas sabíamos que eso era una tirita que pronto caería y la herida supuraría.
Igualmente, el señor Rajoy, viéndose venir una moción de censura que iba a perder, no convocó elecciones, sino que le cedió el sitio a uno (más) de los peores gobernantes que hemos tenido. Así, lo que la sociedad catalana había conseguido durante cuatro años, movilizarse sin ayuda de partidos políticos, contra el separatismo, se echó a la borda en pocos meses.
De nada sirve lamentarse. Hay que aprender y seguir luchando. En esta cuita, en la que nos jugamos no sólo la unidad material de España, sino el alma de lo poco vivo que queda en ella, no podemos descansar.
Contemplamos ahora cómo el proceso que ha llevado a Cataluña al borde del precipicio se está acelerando de forma muy peligrosa en Baleares y el Reino de Valencia. La hoja de ruta es la misma: adoctrinamiento a través de la inmersión lingüística, control a través de subvenciones de la cultura, utilización de los medios de comunicación públicos para implementar su hegemonía cultural.
Todo ello acompañado del relanzamiento de “Los Países Catalanes” como proyecto global pancatalanista. El Reino de Valencia no puede caer en esta trampa que ha fracturado y deshecho moralmente a la sociedad catalana. Hemos de aprender del pasado y una de las claves es detectar el caballo de Troya que representa el partido socialista. Sin un Partit dels Socialistes de Catalunya buena parte de los males que azotan el Principado, no hubieran llegado nunca. Ahora se las dan de patriotas constitucionalistas y salvapatrias, o mejor salvaestados. Pero lo cierto, es que son los verdaderos asesinos de España. El independentista no deja de ser un hereje (pues no pueden vivir sin “España” como enemigo imaginario), el socialista es un apóstata y desea matar el origen de lo que le dio el ser.
Se acerca la batalla de Valencia. Una batalla en la que las autoridades valencianas nacidas de pactos electorales no disimulan sus simpatías por los golpistas catalanes. El arte subvencionado de Antoni Miró en La Marina Real de Valencia es elocuente al respecto: exaltación del independentismo y demonización de las fuerzas españolas del orden. No descubrimos a estas horas el papel de Acció Cultural del País Valencià i Escola Valenciana, entre otras entidades, fuera y dentro del sistema educativo valenciano y su sostenimiento con caudales públicos: sacar las consecuencias políticas de las afinidades lingüísticas reconocidas por las leyes vigentes. Una sola lengua implica una sola nación: la vieja excusa para la anexión de Austria al III Reich. Su equivalente actual es la República de frenopático en que algunos quieren convertir “el Principat”.
La movilización de efectivos separatistas que se disponen a “tomar el Cap i Casal” el 9 de Octubre no es precisamente discreta. Si perdemos esa batalla, el pancatalanismo se asentará y se convertirá en piedra de toque para encender un “guerracivilismo” que ya estamos oyendo llegar.
¿Qué hemos de aprender del 1 de octubre pasado en Cataluña y su referéndum ilegal permitido y fingido?
Lo que hemos aprendido es que la sociedad se puede rebelar contra la ignominia, contra la traición de la casta política, que lo que verdaderamente temen los partidos es que la sociedad de pueda organizar y defenderse sin ellos. La partitocracia -que dice representar la sociedad- es la enemiga de los pueblos. ¡Qué vigente se hace nuestro lema: más sociedad y menos Estado! Y Si el Reino de Valencia aprende de los errores de aquellos catalanes que ingenuamente creyeron que los Partidos constitucionalistas iban a acabar con el separatismo, entonces habremos dado un paso de gigantes.
Es hora de preparase. Posiblemente la unidad de España no se juegue en Cataluña ni Vascongadas, sino en el Reino de Valencia.
Avant!