Por Evaristo PALOMAR * | Publicado en Reino de Valencia nº 112-113
De probabilidades hablaba Amón en data tan significada como la del 18 de julio, en el Diario Oficial de la Inhumanidad Socializada (léase, El País). Es el caso que se la tienen jurada a quien habiendo jurado -guardar y hacer guardar- no juró, sin embargo, la negación de todo principio que es la norma del 78.
Ahora, si se trata de establecer las probabilidades lo conveniente es delimitar respecto de qué. Desde luego, no hay probabilidades en que Juan Carlos muera fuera de su cama. Estas fueron satisfechas: eran manifiestas. Lo que resultó no fue un vaticinio, sino un reloj: desde Fernando VII, ningún Borbón ha fallecido en su alcoba. Enfatizado por el hecho de que Franco sí lo hiciera.
Lo que resulta indiscutible es que Juan Carlos llegó a la Jefatura tras Franco y por éste. En el sentido del 18 de julio. Esto es, de la traición al 18 de julio tanto por parte del primero -Juan Carlos-, como por parte del segundo – Franco-.
Proclamado tras el 22 de noviembre como motor del cambio, resultó el Gran Timonel del extremo sudoccidental de la península europea. Y como tal motor, el movimiento mismo; que, al contrario que en Aristóteles, moviendo era movido. Hasta su remoción… Por lo que las probabilidades no parece que vayan en el sentido de un tribunal popular, si bien los muertos anuncian nuevas tumbas.
Y así, la megafonía oficial al plantear las probabilidades hace una llamada de atención a quien no siendo motor de nada es simple corifeo de todo. Esto es, al sucesor, Felipe de Borbón y Grecia. Tiene contra sí su propio bautismo. No el de la fe democrática; sino el de la fe católica, pues quien le acunó fue precisamente aquel cuyos restos tienen conjurado exhumar. Y atención, no por una revolución popular, sino mediante un Decreto Oficial. ¡¡¡En 2018!!!
[*] Profesor de Filosofía del Derecho y Derecho Natural. Universidad Complutense de Madrid.