Luego del acto de los sindicatos vinculados al camionero Hugo Moyano en la Basílica de Luján, con misa y todo, el economista José Luis Espert afirmó: Iglesia, sindicalismo y peronismo, un trío que está en el centro de nuestra decadencia. Pero se aferra a continuar y continuar. Triste.
Esta visión lineal de la historia política argentina de los últimos 70 años fue y es compartida por muchos sectores de la sociedad: desde comerciantes a banqueros y de intelectuales a terratenientes.
Pero, ¿es cierta esta afirmación? ¿El combo de Iglesia, sindicatos y peronismo es la causa de la decadencia argentina?
Tratemos de desmenuzar los términos del problema. La Iglesia no es una, hay muchas iglesias. Hay para todos los gustos. Está la conservadora, la progresista y la tradicionalista, que son los menos. Ya en el siglo XVI el gran teólogo y exégeta, Juan Maldonado, (que los franceses se quieren quedar con él y lo llaman Jean Maldonade) español de Burgos y descubridor de las aguas de Spa en Bégica junto con su amigo, el filósofo bon vivant Malebranche, definió a la Iglesia como un complexio oppositurum, un conjunto de opuestos. De modo tal que la Iglesia nunca es “toda la Iglesia”, salvo cuando el Papa habla ex cátedra.
Lo cierto es que involucrar a la Iglesia, sin destacar algún matiz, es un error grosero. El hecho es que en Argentina después de casi 500 años, sus aportes positivos a la sociedad en su conjunto son cuantiosamente superiores a sus desaciertos. No voy a escribir sobre esto pues existen cientos de libros sobre el tema. Hay que estar muy prejuiciado para no verlo.
El sindicalismo tal como lo tenemos hoy día comenzó a funcionar a partir del decreto ley 23.852 del 2 /10/45, el de la “suficiente representatividad”, que otorgaba al gremio que mayor afiliados tenía, la potestad de representar a la actividad u oficio. Luego en el año 1955 la ley 14.250, la de las convenciones colectivas de trabajo, daba al sindicato con personería gremial el poder de negociar él solo dicho convenio.
[mks_pullquote align=»left» width=»300″ size=»15″ bg_color=»#000000″ txt_color=»#ffffff»]No pusieron en práctica los tres principios que fundamentan al Estado y dan razón de ser de la actividad política: el de bien común, el de solidaridad y el de subsidiariedad. Al no hacer eso, no hicieron peronismo, hicieron cualquier cosa.[/mks_pullquote]Con los años los sindicatos argentinos han constituido un entramado social formidable, que brinda todo tipo de servicios a sus afiliados y, en muchos casos, también a los que no lo son. Salud, educación, recreación, asistencia financiera y jurídica, etc. Alguien ha observado que el sindicato, en algunos casos, está con el afiliado desde su nacimiento hasta su muerte.
Y esto viene sucediendo desde hace 70 años. No poder apreciar en su justa medida el aporte de los sindicatos a la sociedad argentina en escuelas, universidades, hospitales, sanatorios, centros de capacitación en oficios, centros de recreación, y mil actividades más, es estar muy prejuiciado.
En cuanto al peronismo, lo que hizo el primer peronismo fue una verdadera revolución que afectó a todos los ámbitos de la sociedad. El segundo, el del 73-76, nacionalizó las bocas de expendio y nos dejó sin deuda externa y con el índice más bajo de desocupación. El problema radica en el tercer peronismo, el que viene desde la restauración democrática del 83 para acá. Ese peronismo perdió el rumbo: se hizo liberal con Menem; demócrata cristiano con Duhalde y socialdemócrata con los Kirchner. Este al ser un pseudo peronismo, un falso peronismo la acusación de Espert no lo alcanza, simplemente, porque no es peronismo.
Es que estos cuatro presidentes, Menem, Duahlde y los dos Kirchner, que gobernaron en nombre del peronismo lo que menos hicieron fue peronismo. Hicieron otra cosa. No tuvieron en cuenta la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación como última finalidad de la acción del Estado, ni tuvieron en cuenta el principio de solidaridad que nos unifica a todos en un solo cuerpo: la nación argentina a la que sentimos por igual cuando rige el principio de concordia interior. Y menos aún tuvieron en cuenta el `principio de subsidiariedad, el que puede más ayuda a hacer al que puede menos.
No pusieron en práctica los tres principios que fundamentan al Estado y dan razón de ser de la actividad política: el de bien común, el de solidaridad y el de subsidiariedad. Al no hacer eso, no hicieron peronismo, hicieron cualquier cosa.
La decadencia argentina, economista Espert, nace de un sistema que funciona tanto en los aparatos del Estado como en las organizaciones de la sociedad civil que es: el de la promoción del mediocre. (se puede ver en Internet este trabajo)
La Iglesia antes del Vaticano II se ocupaba de promover a sus hijos más inteligentes para que estudiaran o aprendieran oficios, pero luego los curas se transformaron en sociólogos y esto se dejó de lado.
Las colectividades también lo hacían, los italianos, españoles y franceses promocionaban y patrocinaban a sus mejores hijos, pero ya no existen más pues se integraron al ethos nacional. Yo tengo una explicación pero como es políticamente incorrecta me la reservo.
La idea de decadencia se caracteriza porque siempre se puede ser más decadente, no tiene límite para abajo. Y esta decadencia de la que Ud. habla, Espert, tiene como padres y causales profundas a aquellos que tienen más; como colectividades autocentradas que solo promocionan a sus hijos y descartan al resto. Como los grandes y enriquecidos banqueros que solo se miran el ombligo y siempre se están despegando de los destinos de su sociedad, aquella que los hizo multimillonarios.