La segunda guerra carlista o de los Matiners tuvo un doble origen. En primer lugar, la política nefasta de Narváez y, en segundo lugar, la no finalización de la primera guerra carlista. El primer punto puede resumirse en cinco aspectos: el aumento demográfico; dificultades agrarias; un cambio en la propiedad de la tierra; una política centralizadora; y las quintas forzosas. Estas dificultades socio-políticas y económicas animaron a carlistas, progresistas, demócratas e inadaptados a unirse y a luchar contra ese aciago gobierno. A esa heterogénea agrupación política se la denominó latro-facciosos o monstruoso hermanamiento.
Si bien son claras las circunstancias que motivaron en enfrentamiento bélico debemos preguntarnos: ¿Por qué se sostuvo la guerra? ¿Quién la inició y quien la finalizó?
En Memorias sobre la guerra de Cataluña, el Capitán general de Cataluña, Manuel Pavía, marqués de Novaliches, escribe: “el partido carlista, que ha fijado su visita en éste país, utiliza y aprovecha circunstancias que les son tan favorables, porque, prescindiendo de que en los pueblos puede o no encontrar simpatías, la miseria de las clases obreras se prestan a sus misas, en cuanto que todos los necesitados y disgustados se acogen a donde encuentran medios de subsistencia”. ¿Qué quería decir Pavía? Apunta un dato importante que va asociado al hecho que los Matiners tuvieran un relativo éxito a comienzos de la guerra. Una sociedad inmersa en la pobreza y con dificultades para su subsistencia, se unió a las partidas carlistas para mejorar su situación económica.
Las palabras de Pavía deben entrecomillarse pues, el éxito de los Matiners estuvo en el pueblo. La política llevada a cabo por ellos, también conocidos como montemolistas, era clara: no molestar a los pueblos, ni a la población civil, es decir, su objetivo eran las instituciones gubernamentales, pues sólo ellas tenían dinero. Para que molestar al pueblo y presionarlo monetariamente si ellos, como pueblo, conocían la carencia económica del mismo. Así, atacaron ayuntamientos, hombres ricos, diligencias, y al ejercito gubernamental. Esa política fue el arma donde residió el éxito del ejército carlista.
Fernando Fernández de Córdova, en sus Memorias Íntimas, es de la misma opinión de Pavía: “Sabía bien que ellos no peleaban sólo por don Carlos, cuya bandera no despertaba en sus corazones el antiguo entusiasmo, sino por huir de la miserable vida de emigrados á que su estrella les reducía”. Teniendo en cuenta las palabras de Pavía y Fernández de Córdova, uno puede pensar que la guerra se sostuvo para que la gente pudiera malvivir hasta que las circunstancias económicas del país mejoraran. Por lo tanto, como escribió Pavía: las facciones serán exterminadas cuando el país lo quiera. Si bien es cierto que una parte del país se levantó en armas como consecuencia de la difícil situación económica, no es menos cierto que la gran mayoría lucharon por la misma causa que les llevó a empuñar las armas en la guerra de los siete años, eso es, el restablecimiento de la monarquía española en la figura de Carlos VI.
Fundamentar la derrota en la situación económica del país sería plantearla como una revolución económica, desvirtuando el grado ideológico que comportó. A un factor económico debemos añadirle la superioridad del ejército gubernamental y al cansancio de la sociedad. Recordemos que Cataluña había estado en guerra desde 1833 a 1849. Este factor favoreció el desanimo de la gente y mermó la ilusión de los primeros tiempos. La paz o el retorno a la normalidad fue una pieza clave para que las partidas carlistas empezaran a no ser bien vistas por el pueblo catalán.
Así y todo, la guerra de los Matiners evolucionó en dos periodos diferenciados entre sí y que, por las connotaciones de cada uno, deben analizarse por separado. Si en 1846 se movilizaron mosén Tristany, Pitxot, Ros de Eroles, Griset y Vilella, el somatén general de diciembre de 1847 hizo pensar que la guerra había finalizado. En un primer momento se pudo especular que sólo era un caso aislado o, mejor dicho, la continuación de los actos ya vividos en el transcurso del período de 1840 a 1846. Incluso Pavía notificó a Narváez que la guerra había finalizado. Pavía se equivocó. La tregua sirvió para que Rafael Tristany y Ramón Cabrera reorganizaran el ejército carlista y reactivaran la guerra en abril de 1848. Y es en este segundo período cuando el gobierno se da cuenta de la situación y pone todos los medios a su alcance para ganar una guerra que, en un primer momento, los cogió desprevenidos. El final de la guerra sí que estuvo motivado por el cansancio generalizado. Ahora bien, la motivación que les llevó a luchar está enmarcada en un contexto ideológico más que en una crisis económica.