El pasado sábado miles de personas se manifestaron en Alsasua para explicitar su apoyo a la Guardia Civil y defender la españolidad de la tierra navarra. Un hecho que en cualquier país medianamente civilizado entra dentro de la normalidad, sin embargo, en España, es cuestionado por una izquierda política que prefiere la violencia, al orden, y la venganza, a la justicia, y que prefiere que las calles estén tomadas por los violentos y los incontrolados.
Pero la historia tiene más miga de lo que parece, pues son los propios partidos que concurrieron a la manifestación de Alsasua (Ciudadanos, Partido Popular y Vox) los que empezaron a manipular el necesario apoyo a la guardia civil. Son precisamente dichos partidos lo que han dividido al pueblo español en dos grupos: los constitucionalistas, y los no constitucionalistas. Para estos partidos los constitucionalistas son los supuestos defensores de la unidad nacional, frente a unos secesionistas que quieren romper España.
Pero la realidad es una bien distinta: muchos de los que estamos a favor de la unidad de España, no nos podemos catalogar como constitucionalistas, pues precisamente la Constitución del 78 es la responsable de muchos de los males que actualmente padecemos. La única división posible en este momento histórico es la de patriotas españoles y no patriotas españoles.
Ahora bien, no aceptando esa división entre constitucionalista y no constitucionalistas, lo que sí que ha quedado claro en la política española es que hay dos bandos claramente delimitados: los que apoyan a las víctimas del terrorismo, y los que apoyan a los terroristas, los que apoyan la unidad nacional, y los que la quieren romper.
Alsasua, como otros pueblos navarros, vascos y actualmente catalanes, vive instalada en un régimen de terror, un terror sin sangre, pero con miedo, con mucho miedo. Un régimen de terror que obliga necesariamente a los ciudadanos a tomar partido por uno de los bandos en liza; y que nadie nos malinterprete, la bandería no es empeño nuestro, es el resultado de la política guerra civilista que inició el señor Rodriguez Zapatero, y que ha provocado que las minorías violentes se sienten envalentonadas, y con el apoyo insustituible de un Partido Socialistas en claro retroceso histórico.
En este nuevo escenario es sumamente preocupante la apuesta realizada por el señor Pedro Sánchez, que no ha dudado en poner a los suyos en la misma barricada que el carnicero de Mondragón.
El PSOE, al atacar la manifestación de Alsasua por considerarla errónea y provocativa, ha tomado una clara postura: el PSOE ahora es del carnicero de Mondragón y sus secuaces.
Desde luego que el pueblo español debe agradecer la sinceridad del nuevo ejecutivo, que ya sin caretas, prefiere apoyar a los agresores de unos jóvenes guardias civiles, que a las novias de estos mismos guardias civiles que posiblemente se sientan desatendidas por un gobierno inquino, pero que tienen que tener la seguridad del apoyo de la parte sana y mayoritaria del pueblo español.