Por cierto, que tengo que exponerles una duda que me ha surgido desde el otro día en el que pasé por los carmelitas de Ayala, por la iglesia entre Velázquez y Núñez de Balboa, donde recé un pequeño espacio de tiempo y cogí a mi paso una estampita con el retrato de nueve carmelitas mártires, recientemente beatificados en Tarragona.
Por detrás vienen sus nombres y lugar de nacimiento en fechas que van de 1894 a 1917. No aparece la fecha de su martirio, ni el lugar donde tuvo lugar, ni quién lo ofició siquiera, ni quién o quiénes fueron los asesinos, que es algo fundamental en cualquier causa por asesinato con ensañamiento, lo que se entiende por martirio de toda la vida y todo eso, porque alguien lo hizo, que eso es de cajón, porque tuvo lugar y eso a quien lo oculta y no dice ni medias verdades siquiera, no sólo le hace cómplice del asesinato, sino también hasta coautor o colaborador necesario y muy principalmente sembrador oficial de la confusión y de la mentira cuyo padre, no lo olvidemos nunca, es el mismo Belcebú. A su servicio, señor Satán. ¡Allá los responsables cuando rindan cuentas! Que eso llega.
¿Por qué se oculta la fecha, los autores y el lugar de un martirio, que ni siquiera de ejecución sumaria, sino por escurrir la responsabilidad de alguien que te tiene pillado por donde no debe? ¿Un sodomita o que es tu superior? ¿O estamos tontos? ¿Qué se pretende con eso? No me cabe duda que nada bueno. ¿A nadie le interesa? A mí sí, que la iglesia católica es el refugio, el seno en el que quiero morir cuando Dios disponga, aunque se llene de cobardes y falsarios que atentan contra el mismo Cristo, que ya los expurgará. Esto no es ni medio normal. Lo único cierto es que la ceremonia de beatificación tuvo lugar en Tarragona.
A propósito de esto y para intentar aclarar lo que sucedió, he leído en internet sobre el asunto en una web que se llama Orden de los carmelitas, he tecleado –pueden consultarla si no me creen- y veo que esos nueve son la punta del iceberg de un grupo de 522 mártires que llaman “del siglo XX” (cambalache, problemático y febril), por lo que deduzco que no fue Diocleciano quién lo hizo, ni Primo de Ribera, ni Atila y que no fue un accidente de autobús, porque tendrían que haberse despeñado unos diez autobuses. Tal como lo oyen. Fue una barbaridad cruel y despiadada perpetrada por las hordas bolcheviques republicanas, a la vista gorda de los gobernantes de la II República, la venida con un golpe de estado en el 31.
Y como hace unos días vi en TV que el señor que fue ministro de Defensa, don José Bono Martínez, aseguraba en el mismo programa y por dos veces que Franco había sido un asesino, me pongo en el pellejo de un señor que ha nacido en 1978, como mi hijo y claro, pienso que estos 522 martirizados carmelitas –parece ser, porque nada es claro en esta página- lo fueron por los franquistas, falangistas, requetés y regulares y entonces me pongo como un animal y no sólo deseo que le exhumen, sino que le arrastren por la calle como a Chapalangarra.
Esto es así. ¿La finalidad? La ceremonia de la confusión propugnada por los comunistas y los masones de los cojones, el relativismo reinante en la Iglesia de Cristo, el mariconeo y que Franco era muy malo y que procuró que el que la hizo la pagase debidamente y así no la repitiese a la primera de cambio.
¿Qué significa esto? ¿Es memoria histórica? ¿Es el demonio? ¿Nos hace libres esto? ¿A quién? ¿Es lo mismo ocho que ochenta? Pue sí.
Me vuelve a la memoria lo de “así paga el diablo a quién le sirve” no hay otra y me da vergüenza declararme católico. Es la primera vez que me pasa esto en mi vida que ya lleva tiempo.
No puedo evitarlo. ¿Quién puede?