La irrupción de Vox en el Parlamento regional con 12 escaños ha alborotado el gallinero. Como, según el manual al uso de corrección política, parece que los votos no tienen el mismo valor ni merecen igual respeto al margen de la coloración política, el bloque izquierdista que podría ser desalojado de la Administración andaluza después de 40 años ha puesto el grito en el cielo y ha convocado la yihad (que no la cruzada) contra la supuesta amenaza fascista. Pues fascista viene a ser todo el que se opone con alguna probabilidad de eficacia al plan de dejar a España irreconocible “hasta para la madre la parió”. Por lo visto Vox reúne todos los males sin mezcla alguna de bien. Pero si su emergencia provoca tanta urticaria habrá que esperar lo que da de sí su retórica.
Lo que no han conseguido en las urnas quieren lograrlo en las calles, tras las pancartas, que es donde mejor se mueven, desarrollando el discurso guerracivilista y revanchista.
Aplique el lector al caso las reflexiones del Profesor Barraycoa.
No cabe hacerse demasiadas ilusiones sobre las tres fuerzas de centro y derecha que han obtenido la mayoría de escaños, pero hacemos un llamamiento a su patriotismo y a su responsabilidad para que, superando intereses partidistas, lleguen a acuerdos que permitan un gobierno regenerador y estable. Puede que sea pedir demasiado. La larga historia del PP y la breve de Ciudadanos y el origen de Vox no dejan mucho margen a la esperanza. No nos extrañaría comprobar de nuevo la capacidad de la política liberal y socialista de crear combinaciones impensables que den al traste con las ilusiones de los votantes.
El tiempo dirá cómo hemos de dispensar aplausos y pitos.