Los niños de la calle, en la Ciudad de México, son «invisibles: nadie los ve», explica el padre Francisco Crisanto, sacerdote diocesano al frente de la «Fundación San Felipe de Jesús» (FSFJ), que hace años reorganizó la obra «Hogares Providencia» del sacerdote escolapio español Chinchachoma. «Hacerlos visibles fue su gran mérito», dice el padre Cristanto. Apenas llegó a México, el padre Chinchachoma estableció contacto con los niños de la calle. Venían de la provincia y dormían en parques, en terrenos abandonados, en estaciones de autobuses, debajo de puentes. El padre Chinchachoma «se acercó a ellos con respeto, con afecto, los abrazó, los llamó por su nombre». Así es como creó Hogares Providencia.
El padre Crisanto los recibió por más de un año después de la muerte de Chinchachoma. Anteriormente, él mismo había fundado la «Fundación San Felipe de Jesús» para niños de la calle, a petición de una parroquia. «Me conmovió ver venir a los niños: estaban sucios, drogados…». Así comenzó la Fundación que tomó el nombre de la parroquia donde fue creada, «una parroquia muy pobre, cerca de la estación central de autobuses. Un lugar ideal para los niños de la calle. Pero no los había visto antes», asegura el sacerdote.
Los primeros 15-20 niños dormían en los bancos y en el atrio de la iglesia… hasta que, gracias a los familiares del famoso comediante «Cantinflas» (Mario Moreno) y a su fundación fue posible establecer un comedor. En 1999 el padre Crisanto asumió la dirección de los Hogares Providencia del difunto Padre Chinchachoma, que en ese momento albergaba a 144 niños y jóvenes en 14 casas, que en el momento de su renuncia se habían convertido en 17, con 200 invitados. Cuando volvió a dirigir la FSFJ, «la realidad había cambiado».
«Hoy en día trabajamos principalmente en la prevención, porque ya casi no hay más niños en las calles. En la Ciudad de México hay menos de mil, mientras que en la época eran 6 mil. Ahora se detienen en las ciudades de provincia, y los que están en la calle, usualmente, tienen una familia a cuya casa regresan por la noche, aunque sufran de pobreza afectiva, emocional y moral. La mayoría de ellos trabajan. Muchas son reclutados por las mafias, a menudo, para la prostitución. «Son buenos chicos, limpian los parabrisas en los semáforos o hacen otros trabajitos. Y llevan el dinero a casa», explicó don Francisco.
La Fundación apoya a un miles de menores, con terapia psicológica, actividades deportivas y artísticas; y les ayuda a «desarrollar la resiliencia para hacer frente a las dificultades. Sobre todo, como decía el padre Chinchachoma, les damos lo que más necesitan: amor y atención, sin los cuales son víctimas de las drogas, el alcohol y de la violencia». La amenaza de la delincuencia ha puesto en peligro a la Fundación: hace un tiempo un educador fue secuestrado y otros dos golpeados, a raíz de la denuncia contra un falso centro de rehabilitación que reclutó a niños y los obligó a trabajar.
El personal de la FSFJ sale a buscar a los niños y los lleva a la Fundación donde intentan integrarlos en el sistema educativo. «También vamos a la escuela para ayudar a los que tienen dificultades para integrase y para trabajar en la prevención de la adicción». Sin embargo, la joya de la corona es un programa de apoyo a los abuelos, que sustituyen cada vez más a los padres -quienes trabajan todo el día, en una ciudad de distancias inmensas – en el cuidado de los nietos. «Está funcionando muy bien. Es un acompañamiento ocupacional y emocional. Se sienten más lúcidos y presentes, y su salud también ha mejorado.
La Fundación se sostiene gracias a las donaciones de productos que vende a terceros. Las ayudas estatales han disminuido con la crisis económica, pero el padre Cristanto tiene la esperanza de que el nuevo gobierno, como prometió el Presidente a los actores sociales, contribuya a buscar soluciones conjuntas. En 20 años, la Fundación San Felipe de Jesús ha atendido a más de 13 mil niños y adolescentes de la calle. En la actualidad, opera en los distritos con mayor presencia de menores vulnerables, en los centros escolares y en los centros de día.