En la primera página de un diario bilbaíno, ocupándola en su mitad, aparece la noticia de quince mujeres protestando de las graves consecuencias que ha tenido para ellas la implantación de anticonceptivos mecánicos intrauterinos.
Si no hubieran aceptado su implantación. Ahora no tendrían motivo de queja. Así de sencillo, parece una perogrullada. Pero tenían muchos motivos para no haber incurrido en una conducta errónea.
La “Humanae Vitae”, promulgada hace varios lustros, los prohibía terminantemente. Lo hacía por razones de índole moral. Pero es que, siempre, lo moral favorece la salud. Así como es nocivo lo inmoral.
Los carlistas venimos repitiendo que, si el primero de nuestros principios es “Dios”, no lo mantenemos como una expresión de piedad filial. Sino porque apartarse de Dios y sus leyes es altamente perjudicial para la sociedad. Aquí tenemos un ejemplo.
Dios es creador del universo. Ha promulgado unas leyes para su buena marcha. Las podemos comparar al libro de instrucciones de cualquier aparato que adquirimos. Es absurda la pretensión liberal de organizar la sociedad prescindiendo de las leyes eternas de Dios. Pues eso es lo que estamos haciendo.
Que protesten, si quieren, las afectadas sobre algo cuya culpa principal recae sobre ellas. No excluimos la de los médicos que realizaron los implantes. Pero a nosotros que no nos digan nada. Si antes de aplicarse los implantes nos hubiera pedido un consejo, se habrían reído del que les habríamos dado. Y no decimos “ríe mejor quien ríe el último”. Porque el mal ajeno nos mueve a la compasión; no a la risa.
Carlos Ibáñez Quintana.
Este artículo se publicó primero en Ahora Información: Implantes intrauterinos