Debo coincidir con el gran historiador Carlos Canales sobre su afirmación sobre las guerras: todas ellas tienen un motivo económico, directa o indirectamente.
Hace apenas unas semanas me invitaron, como observador, a un encuentro entre especialistas en seguridad y estrategia sobre los CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD (LOW INTENSITY CONFLICT), lo que traducido al común de los mortales vendría a significar: “guerras organizadas y programadas).
Un enfrentamiento armado de alta intensidad, una guerra total, entre naciones del denominado primer mundo, resulta hoy día bastante improbable aunque no imposible. Improbable porque la evaluación de daños post conflicto no responde adecuadamente a ninguna de las tablas que manejamos. Es decir, lo que podría plantearse como una guerra controlada, podría irse de las manos y causar más destrozos de los previstos ¿Por qué calculamos los daños bélicos? Resulta muy sencillo, al igual que durante la segunda guerra mundial, al llegar la paz es necesario reconstruir el país afectado y ello supone unas grandísimas inversiones con beneficios aún mayores; además de la retención en manos del inversor de la influencia política. Parece un análisis muy frío, pero así es la realidad.
En la actualidad estamos asistiendo a una serie de guerras de “baja intensidad” en Yemen, Siria, Libia, Iraq y Ucrania entre otros.
Yemen es el campo de batalla donde se destroza un país paupérrimo sin influencia alguna en el teatro mundial, pero usado por Irán y Arabia Saudí para intentar imponer su zona de influencia en el ámbito islámico. El vencedor de esta lucha, wahabismo contra chiismo, impondrá sus postulados radicales a la mayor parte del mundo musulmán. No olvidemos como Arabia Saudí envió miles de imanes a todos los lugares del Globo para que su visión del islam resultara predominante y el uso del árabe se generalizara en países como Afganistán.
Siria, Iraq y Libia son platos diferentes con salsas similares; con el añadido de fuertes componente tribales que: 1) No están dispuestos a someterse a algunos países y 2) Sectores amplios de sus clases más privilegiadas, simpatizantes con el mundo occidental, mayoritariamente los que vienen de los diferentes partidos nacionalistas de corte socialista como el BAAS.
Ucrania sigue en guerra con Rusia, aunque no aparezca en los medios de prensa. Tengo amigos sobre el terreno que así me lo confirman. La “anexión” de Crimea y Sebastopol por parte del Vladimir Putin a su particular “corona” republicana viene dada por la influencia de los rusos desplazados a Donbass durante el criminal régimen de la URSS con la expulsión y aniquilación de sus habitantes naturales, los tártaros. Este órdago a la grande de Putin ha resultado tener unas consecuencias de miserias diversas para Crimea, porque Kiev ha cortado a la población todo suministro básico de agua, gas y electricidad. Pero, por suerte para todos y aunque nos pese, la cobarde OTAN no ha entrado al trapo, ya que de lo contrario podría haber supuesto un desastre para toda Europa el enfrentamiento militar entre ambos bloques.
Regresando a los conflictos de baja intensidad, las conclusiones de la reunión a la que asistí, son claras: 1) Este tipo de guerra tiene una duración extremadamente larga. 2) No hay guerra sin armas. 3) No hay armas sin dinero. 4) No hay dinero en los países pobres. 5) La financiación descarada de estos conflictos vienen a cargo de los países más favorecidos y de la industria que se aprovecha de ello. 6) Las muertes y los abusos contra la población civil, son incontables. 7) Los campos de refugiados crean levas para el reclutamiento fácil. 8) Los más radicales salen de estos campos. 9) La falta de formación y cultura atrae escandalosamente al reclutamiento de muchachos a los que fanatizan y 10) Estos fanáticos pueden ser y son, la punta de lanza de futuros atentados en la acomplejada Europa.
También analizamos lo que podría llegar a suceder en Europa y ciertamente, los resultados resulta bastante escalofriantes. Podemos llegar a tener verdaderos puntos fuertes de futuros conflictos sociales que deriven en partidas armadas con territorio propio y alejado de las leyes de los países de la vieja, acomplejada y cobarde Europa.
Por Manel Rodríguez (analista político) | Manresa, Barcelona