No es sólo por ser español. No es una simple idea romántica y fantasiosa mía, es que lo creo firmemente. El mundo necesita a España. Por su posición geográfica, por su historia y sobre todo, por su concepto de »Hispanidad».
Por supuesto, al mundo (y menos a los propios españoles), poco les puede ayudar esta España hundida. Esta España sin rumbo, dividida en 17 »reinos de Taifas», con un gobierno central destructor y para nada defensor de la patria. Con la mayoría de su clase política sin visión, corrupta y entregada parece ser a las políticas del extranjero, ayudando a convertir a nuestro país con el tiempo, aparte de una simple provincia de la UE, en uno dedicado al sector servicios, a un simple »bazar» europeo y a crear también, de paso, una España totalmente anticristiana. Sólo ciertas élites anglosajonas y, por supuesto, la criptocracia luciferina que se escuda en su mayor parte detrás de ellas, quieren y necesitan una España así.
No cabe la menor duda ya de que esta gran nación necesita una reforma profunda, política, social, económica. Un regreso a los valores y estrategias que la hicieron grande en el pasado. Un regreso a esa España cristiana, tradicional, civilizadora de medio planeta, adaptada, por supuesto, al s. XXI.
Marcelino Menéndez Pelayo, en el epílogo de la Historia de los heterodoxos españoles, lo sintetizó muy bien cuando dijo:
»España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio…; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vetones o de los reyes de taifas. A este término vamos caminando más o menos apresuradamente y ciego será el que no lo vea.» Que razón tenía…
Por eso, lo primero que debería hacer España es resolver sus problemas internos de una vez, para poder afrontar y redirigir su política exterior con fuerzas renovadas.
Luego, uno de esos primeros grandes pasos exteriores, sería colaborar en la creación de una mancomunidad, de base cristiana y antiliberal, que englobe a todos los antiguos territorios hermanos, españoles y portugueses, para poder convertirse con ello en una especie de poder »moderador» y contrapeso a nivel mundial. Todos esos antiguos territorios y actualmente países, colaborando a través de esa organización, todos juntos, económicamente, militarmente y políticamente, con el objetivo a largo plazo de traer, si es posible, »la cordura a este mundo».
Debe ser uno de nuestros principales objetivos exteriores (puede que el principal) de España, ayudar a crear y formar parte de una organización así. Aunemos voluntades entorno a ese proyecto común. Colaboremos todos, para ser respetados y tenidos en cuenta de nuevo mundialmente.
