El diario El Español se hace eco de un triste aniversario que pasa desapercibido para los medios de comunicación, ya que no es políticamente correcto recordar que ETA mató también a carlistas y tradicionalistas defensores de la españolidad de las provincias vascas.
Gorka Angulo nos recuerda que el 27 de diciembre de 1978 la banda terrorista ETA asesinaba en Ondárroa (Vizcaya) a José María Arrizabalaga Arcocha, jefe de las Juventudes Tradicionalistas del Señorío de Vizcaya. Le mataron en la biblioteca municipal donde trabajaba como funcionario.
Por el crimen de Arrizabalaga (y otros) fueron condenados Juan Carlos Gorrindo Etxeandia, José Antonio Etxebarri Ayesta y José María Sagarduy Moja, detenidos en 1980.
Gorka Angulo destaca que Juan Carlos Gorrindo Etxeandia (uno de los condenados) destaca en su perfil biográfico su faceta literaria como autor de diversas obras, pero no mencionan ni palabra de su paso por la banda terrorista, resultando curioso que en la biblioteca de Ondárroa se pueden leer algunos libros suyos, pero no se puede leer nada que recuerde al funcionario asesinado hace 40 años.
Igualmente el artículo recuerdo el triste peregrinaje de la familia de la víctima, pues 17 días después del asesinato se fueron del pueblo y nunca más volvieron. Miguel Ángel Arrizabalaga, hermano de la víctima, había sido alcalde de la localidad pesquera casi ocho años, entre 1969 y 1977, y también diputado provincial. En 1971 le quemaron su perfumería y arreciaron las amenazas. El exregidor ondarrés tuvo que asistir al funeral de dos compañeros suyos en la diputación vizcaína asesinados por ETA: el presidente de la misma, Augusto Unceta-Barrenechea, y el alcalde de Galdácano, Víctor Legorburu.
Ya exiliado tuvo que acudir en 1979 al funeral de otro amenazado y desterrado: el exalcalde de Bedia y fundador de Alianza Popular en Vizcaya, Luis María Uriarte. Los Arrizabalaga se fueron inicialmente a Alicante, después el exalcalde puso un negocio agroalimentario en Albacete que no dio el resultado esperado. En 1993 recuperó una plaza de funcionario en excedencia que tenía en la diputación vizcaína y volvió para vivir discretamente hasta su jubilación.
El autor del artículo recuerda igualmente que el asesinato de José María Arrizabalaga supuso que los que públicamente pensaban como él comenzaran a marcharse de Ondárroa amenazados por ETA,a privatizar su pensamiento o a recurrir al exilio interior por miedo. Otros decidieron resistir al terrorismo nacionalista. Fue una limpieza étnica o una depuración ideológica en toda regla. La Guardia Civil evitó el asesinato de un íntimo amigo de Arrizabalaga, también carlista.
Carlistas que hablaban euskera bastante mejor que castellano, con todos los apellidos vascos, votaban en régimen de clandestinidad a partidos de la derecha españolista más neta. En la intimidad de sus hogares quedaban auténticos museos de la Tradición con fotos del pretendiente, boinas, banderas españolas y banderas blancas con el aspa borgoñona.
Durante muchos años la bandera española aparecía sin complejos en numerosos balcones de Ondárroa en fechas señaladas. De puertas adentro de esos balcones no faltaban los recuerdos del crucero Baleares. Resistiendo a la Ley de Memoria Histórica queda todavía un monumento deteriorado en recuerdo de los 18 muertos y desaparecidos del pueblo en el Baleares, cuyo hundimiento fue la única victoria marítima del bando republicano en la Guerra Civil. La villa marinera fue el municipio de España que más voluntarios (48) dio a lo que los carlistas locales llamaban “boina roja de los mares”.
En 1978, los seguidores de la Comunión Tradicionalista intentaban organizarse en Vizcaya con el utópico objetivo de conseguir presentar alguna lista en elecciones locales. Ese mismo año ETA asesinó en Vizcaya a otros tres afines a la causa tradicionalista, repitiéndose la misma historia de destierros y silencios obligados.
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